miércoles, 1 de febrero de 2017

Un billete fuera de su tiempo

Una de las aficiones que más me han gustado de siempre es la colección de billetes antiguos. Lamentablemente no tengo muchos, pero cuando cae en mis manos un libro catálogo lo leo con avidez, viendo las curiosidades de los billetes.

Generalmente los billetes representan personas del pasado (sólo los reyes vigentes son representados en alguno de ellos) y normalmente, personas que han sido afines al régimen de turno o artistas. Casi hubo una excepción, pues D. Santiago Ramón y Cajal apareció en un billete sólo unos meses después de morir, en 1935. Lamentablemente, ese billete duró en circulación bien poco. Todos sabemos lo que pasó al año siguiente.

Sin embargo, revisando un catálogo, me he topado con una magnífica incongruencia. Un billete fuera de su tiempo, con un personaje que no pega con el tiempo en que fue emitido. El billete en cuestión fue emitido en 1946, con valor de 25 pesetas. Estamos en la época más dura del franquismo, con carencia absoluta de libertad, y casi de medios, aún con las cartillas de racionamiento, con la izquierda exiliada y perseguida y con la Iglesia presente en todos los órganos de gestión del estado.

Pues bien, en ese billete aparece un personaje que ahora mismo es poco conocido: D. Alvaro Florez Estrada. ¿Y quien fue este personaje? Veámoslo.

Alvaro Flórez Estrada nació en un pueblo al que le tengo especial cariño, Pola de Somiedo (era el pueblo del padre de un gran amigo) en 1766. Estudió derecho, pero era un liberal y un ilustrado y en esa época, el conocimiento llamaba al conocimiento. Con sólo 29 años ya estaba en Madrid gestionando cuentas públicas cuando Godoy lo desterró a Asturias por ser afín a la revolución francesa. Se especializó en economía y en 1808, cuando estalló la guerra de la Independencia, fue nombrado produrador general de Asturias. Fue uno de los principales reivincadores, desde ese puesto, de la necesidad de nombrar Cortes Generales y promulgar una constitución.

En 1810 se desplazó a Sevilla, donde se había reunido la Junta Central y, tras un breve paso por Gran Bretaña, volvió a Cádiz en 1812 para proclamar la libertad, creando un periódico que fue una voz a favor del liberalismo más radical. A partir de ahí, hasta la caída del absolutismo en España, vivió a caballo entre España y Gran Bretaña. En 1814, tuvo que exiliarse, volviendo en 1820 con el trienio liberal de Riego (periodo en el que tuvo varios cargos de consideración), y teniendo que exiliarse de nuevo, en 1823, cuando los cien mil hijos de San Luis llegaron para reponer el régimen absolutista en el poder.

Tuvo que esperar a 1834, cuando murio Fernando VII para volver a España e inmediatamente fue elegido diputado.

Como digo, fue un reconocido liberal y publicó excelentes tratados de economía pública, entre ellas  destaca una llamada "Curso sobre economía política" que deberían leerse muchos gestores actuales, pues explica bastante bien cómo debe gestionarse un estado y, sobre todo, para qué. Todo lo que publicó lo hizo a favor del liberalismo, corriente incipiente en esa época y maltratado por un sistema católico totalitario del que se veía obligado a exiliarse. Por cierto, sus libros fueron publicados en español en Gran Bretaña cosa no muy habitual y aún son sencillos de conseguir y de leer. Los recomiendo.

En sus escritos y en sus planteamientos económicos, era como en su vida, un liberal, siendo considerado por algunos como la versión española de Adam Smith, el famoso economista escocés.

Su última lucha fue curiosamente contra la desamortización de Mendizábal, en la que se expropiaron terrenos del clero para dárselos al pueblo. Sin embargo, Flórez Estrada no estaba en contra de la desamortización, sino del método empleado. El indicó que si los terrenos se adjudicaban en subasta, se entregarían a las oligarquías adineradas y no a los pequeños propietarios, creando aún más desigualdad. Su propuesta era dársela en alquiler a los pequeños productores para que generaran su propia riqueza y pudieran fijar población al territorio. La tierra para quien la trabaja, algo bastante repetido posterioremente.

Curiosamente, pasó exactamente lo que dijo que pasaría y la desamortización, en lugar de generar beneficios para el país, provocó un atraso del que tardamos años en recuperarnos, si es que lo hemos hecho.

Fue nombrado  senador vitalicio en 1846 y falleció ya anciano unos años después, en 1853.

Flórez Estrada era como veis, un liberal convencido y, desde luego no se escondía, pues publicó mucho al respecto, uno de los personajes que intentaron cambiar España para bien, aunque no tuvo demasiado éxito, quizás porque era demasiado avanzado intelectualmente para la época.

Lo que aún no tengo claro es qué vio Franco en este personaje, convencido liberal, anticlerical y antioligarca como para homenajearlo haciéndolo aparecer en un billete. Al menos, me ha servido para recordar a aquellas personas que defendieron sus ideales a costa, a veces, de su propia comodidad.

domingo, 1 de enero de 2017

La lengua de Cerbantes

Ayer fue el último día del año del 400 aniversario del fallecimiento de Cerbantes. Un excelso escritor con una obra magna, como es el Quijote, donde reflejó de forma genial es espíritu de los españoles.

Sí, lo he escrito con "b". Hace no mucho, un amigo lo escribió asi y le pregunté y me dijo que era tal como lo escribía él. Muy interesante me parecio la cuestión y me quede con las ganas de ver por qué él mismo lo escribía con "b", cuando hoy en día todos lo conocemos con "v".

Vayamos a su tiempo y a las normas que imperaban en ese momento: D. Miguel escribió la primera parte del Quijote en 1605. En esa época aún no se había creado la Real Academia Española (la RAE), que fue fundada en 1713 (y curiosamente, por un francés, el recién estrenado rey borbón Felipe V). Las normas ortográficas se seguían por la costumbre, aunque ya había tratados que intentaban fijar las normas.

El primer tratado se escribió por un lebrijano, Elio Antonio de Nebrija en un año clave para este país, 1492 (cuantas cosas pasaron ese año, ¿verdad?). En ese tratado, primer tratado lingüístico de las lenguas romances, Nebrija escribió las leyes básicas del español que perduran hasta hoy. La norma básica es que "se escribe como se pronuncia", aunque él mismo indica en su libro que, a pesar de que es posible leer de forma unívoca la palabra, no es sino la costumbre la que te permite escribir correctamente la palabra oída. En cualquier caso, él establece esa norma que ha hecho que el español sea un idioma muy simple de leer, porque no hay diversidad en la pronunciación de lo escrito.

Curiosamente, Nebrija establece un abecedario de 26 letras (casi las mismas que tenemos ahora), aunque no son exactamente las mismas. Del abecedario de Nebrija al actual hay algunas letras que han aparecido y otras que han desaparecido. Han desaparecido: la "ç", que se utilizaba para un sonido entre s y z que ya ha desaparecido del español,  y las letras dobles "ch" y "ll", que desaparecieron en 2010 por un tema de conveniencia con el lenguaje digital, aunque no han perdido su fonema. Y han aparecido otras, que, aunque parezca mentira, Nebrija no las consideraba: la "j", que Nebrija la representaba como "x~", la "ñ", que Nebrija decía que era la doble n "nn" (ver entrada del blog: El origen de nuestra identidad), la "q", que simplemente carecía de utilidad y las vocales-consonantes: la "v", que no era una letra, sino la "u" hecha consonante, y la "y", que era la "i" hecha consonante. Obviamente tampoco aparecían las letras importadas: "w" y "k".

Básicamente la teoría era escribir como suena. Cabe pensar, ¿y la h? ¿Como que Nebrija la mantiene? Pues la mantiene para indicar que la vocal que la sigue es vocal y no consonante. De esta forma "hueco" sonaría "ueco" y no "veco" e "hiato" sonaría "iato" y no "yato". Recordemos que la "u" y la "v" es lo mismo para Nebrija. Además, hay un matiz más. El sonido de la "v" y la "b", aunque en la práctica era prácticamente el mismo (y así lo reconoce Nebrija), oficialmente y en los círculos eruditos no era así. La "v" se decía como silbando, así que aún no era considerado 100% el mismo sonido, por lo que había que diferenciarlos. Por cierto, curiosamente Nebrija no sigue sus propias normas en el tratado que escribe.

Después de Nebrija otros autores siguieron esta línea, llamada "fonetista" y fueron mucho más radicales eliminando letras y asignándolos a fonemas. Justo cuando Cervantes escribió el Quijote, esta tendencia estaba en su máximo apogeo. Así, en 1609, el sevillano Mateo Alemán publicó en México una "Ortografia Castellana" mucho más radical y asignando una letra a cada fonema. Mateo Alemán dice en su libro que "en Castilla andan confusas la v y la b, como en Andalucía la ç y la s". Teniendo en cuenta que Cervantes era castellano, está claro que él llamaría a su nombre como "Cerbantes", con el sonido de la "b" y no con la "v" silbada y por eso lo escribía así. Un tema a destacar es que Mateo Alemán y Cervantes se conocían, pues convivieron en los círculos literarios de Sevilla entre 1599 y 1608. Y es más, probablemente se conocieron en la cárcel, en 1602, cuando ambos coincidieron en la Cárcel Real de Sevilla. Y hay un dato que confirman que se conocían: cuando Mateo Alemán llegó a México en 1608 fue detenido por portar un libro prohibido: "El ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha", primera edición. No era fácil encontrar ese libro, así que relación, tenían.

¿Y cuando se modificó? El cambio de la grafía del apellido se produjo a partir de la publicación de la primera ortografía española en 1741, por la ya fundada RAE. En ese tratado ya se dice que se da por perdida la diferencia sonora entre la b y la v y que las 2 se pronunciarán como "b", pero que se mantendrían los símbolos diferentes por costumbre. La forma de diferenciarlas que se propone es la siguiente: "se escriben con b o con v aquellas  palabrasque  la tengan en su origen. En las que se tengan dudas, se escribiría con b". El apellido Cervantes tiene su origen en un concejo de Lugo y deriva de la palabra ciervo (en latín, cervus). Era, por lo tanto necesario que a partir de ese momento, la RAE, escribiera su nombre con "v": Cervantes, siguiendo sus propias normas enel  apellido de un insigne y reconocido escritor. Con esa norma cambió para siempre su grafía y así es como debe escribirse correctamente.

En cualquier caso, lo importante de Cervantes no es como se escriba, sino que nos dejó un legado inigualable. Un ideal español traducido en novela. "Cambiar el mundo, amigo Sancho, no es utopía, sino justicia".

Y por último, una curiosidad para uno de mis lectores y muy aficionado al Quijote. ¿Sabéis cómo se llama la primera edición del Quijote, que llevaba Mateo Alemán en su viaje a México? Se llamaba la edición de "Juan de la Cuesta". Casi nada.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Una doctora fuera de su tiempo

Que las mujeres han estado siempre apartadas de los puestos de relevancia no es algo desconocido. Es un hecho. Que muchas mujeres han conseguido encontrar su hueco, por su capacidad y relevancia, también lo es.

La historia de hoy es cómo, cuando algo se hace evidente, encuentra su hueco, por muy extravagante que sea. También, sirva esta historia para recordar a todas las mujeres que han luchado por un mundo mejor, luchando contra la injusticia de la desigualdad.

Ubiquémonos en el tiempo. Siglo XII, en torno al año 1100. El español era un idioma en ciernes, España estaba medio dominada por los musulmanes y Europa... Europa simplemente, sobrevivía. Se empezaban a fundar universidades, la religión y el estado feudal lo invadían todo y lo más maravilloso que se hablaba era de la hazaña de atravesar Europa para llegar a Tierra Santa y enrolarse en una cruzada.

Como digo en esa época lo importante era sobrevivir. Lo habitual era dar un 10% de los bienes al señor que te protegía (el recordado diezmo) y la vida humana valía lo que valía. En ese ambiente nació nuestra protagonista, en el seno de una familia de noble de bajo nivel de Alemania. Hildegarda (que era su nombre) era la décima hija del matrimonio, y como en esa época los hijos eran una posesión, y la décima parte era para la Iglesia, los padres decidieron que nuestra protagonista fuera dada al servicio de Dios como diezmo.

Con 8 años, fue a vivir con una familiar de los condes de Spannheim, que vivía junto a un monasterio y ésta se dedicó a instruirla. Hildegarda tenía visiones desde muy pequeña, aunque sólo su profesora (Jutta) lo sabía. Con 15 años ya ingresó como monja en ese monasterio y allí permaneció hasta que falleció ya muy mayor para la época. 

Las visiones le acompañaron toda su vida. En esa época, tener visiones podía tener dos caminos: o te acercaban a la santidad o te convertían en bruja, dependiendo principalmente de quien fueras y qué podrías ofrecer. Sus visiones fueron analizadas por varios teólogos, a instancias incluso de Papa de la época y fueron consideraban visiones divinas. Hildegarda tenía mucho que aportar y se apresuró a escribir lo que tenía en mente.

Muchos de sus escritos fueron meramente religiosos, pero donde realmente fue reconocida fue en sus escritos sobre medicina. Entre 1151 y 1158 escribió su obra principal sobre medicina, llamada Libro sobre las propiedades naturales de las cosas creadas y que posteriormente fue divididos en 2 libros: "Physica" y "Problemas y Curaciones". Nuestra personaje aprovechó su influencia para escribir estos libros, que son los únicos en los que no atribuyó su escritura a las revelaciones divinas: ese conocimiento era de ella, a base de años de estudio y análisis.

Esos escritos fueron considerados nada menos que los escritos más influyentes en cuanto a medicina en toda la Edad Media y fueron incluidos en la recopilación de 1533 (¡casi 400 años después!) de todo el saber médico de la época.

Para que nos hagamos una idea de lo que proponía, Hildegarda se aproximó a las teorías de circulación de la sangre, determinó causas de contagios, de auto-intoxicación por las condiciones ambientales y dispuso el cerebro como el centro nervioso del cuerpo en lugar del alma o el corazón. Incluso se atrevió a describir apasionadamente el orgasmo femenino, algo absolutamente inusual (incluso tabú) para la Edad Media más profunda.

En la segunda parte del libro, expone cómo utilizar plantas naturales en pequeñas cantidades para la solución de problemas de salud. Concepto muy en boga actualmente, que se conoce como homeopatía. Insiste en la moderación y templanza para alcanzar una buena salud y la felicidad. Además detalla cómo a través de las secreciones (estado de la sangre, la orina y los ojos) se puede obtener información muy útil para saber el verdadero estado de salud. Hoy es algo que todos tenemos muy asumido, pero en aquella época era todo un avance.

Aunque ella siempre se consideró como una mujer débil tanto físicamente como de espíritu, parece que se ha demostrado en investigaciones ya en el siglo XX que eso era más una estrategia para evitar que fuera considerada hereje y repudiada. Y la verdad, se demostró que era suficientemente inteligente como para ser tenida en cuenta como uno de los personajes más influyentes de la Edad Media. 

Esa inteligencia, para asumir un rol inferior con el único fin de que prosperara su conocimiento es algo que me encanta de ella y que me parece un ejemplo a seguir. A veces nos perdemos solicitando notoriedad y esperándola para actuar. Gente como Hildegarda nos muestra que el camino es justo el contrario: lo importante es actuar, la notoriedad llegará después, incluso en las situaciones más complicadas.

domingo, 4 de diciembre de 2016

Conjeturando para que funcione

En estos días se cumple el 129 aniversario de la publicación de los resultados de un experimento que, nada menos, demostró que la física se equivocaba y era necesario un replanteamiento general de toda la teoría. Fue un hecho trascendental en su momento que obligó a tomar nuevos rumbos y a que los hombres escudriñaran su ingenio en busca de nuevas teorías. El fracaso de este experimento que nos obligó a crecer, no podía pasar desapercibido de este blog, sobre todo, cuando parece que estamos cayendo de nuevo en conjeturas que no pueden verificarse.

Pero entremos en materia. A finales del siglo XX, Maxwell, un eminente científico, describió que la luz era una onda y que como todas las ondas necesitaba un medio por donde moverse (igual que las olas van sobre el mar o el sonido sobre el aire). Era un medio que lo cubriría todo, porque la luz se propaga obviamente por el espacio. Así que este medio, necesario para cumplir las teorías vigentes en esa fecha de propagación de ondas, era onmipresente y además difícilmente medible. Era una conjetura útil y no había ninguna evidencia del mismo.

Como ese medio tenía cierta similitudes al conjeturado por Aristóteles, se le dio el mismo nombre, éter. La teoría del éter era relativamente simple: una especie de fluido muy fino y con particularidades que lo hacían casi imperceptible. Vamos, era un fluido creado ad-hoc, para cubrir una necesidad teórica para explicar el comportamiento de la luz.

Con esto, en 1887, dos científicos americanos pensaron cómo podían analizar el comportamiento del éter. Albert Michelson y Edward Morley, eran en ese momento desconocidos y poco reputados, pero diseñaron un experimento en el que, analizando dos haces de luz perpendiculares que tuvieran exactamente la misma distancia recorrida, se podrían detectar diferencias en ellos relativas al comportamiento del éter sobre esos haces de luz. El experimento fue un desastre. Mejor dicho, no fue un desastre, sino un fracaso: el resultado fue que los haces de luz eran exactamente iguales y por lo tanto, no podía considerarse que el éter fuera una teoría válida. Quedaba descartada la existencia del éter y se abría un terrible vacío en la teoría de la física.

Pero ese experimento llegó a manos de un señor llamado Einstein, que rellenó el vacío teórico que se había creado con la Teoría de la Relatividad. Ya no hacía falta el éter, ya había explicación al movimiento de la luz.

Sin embargo, el hombre es terco. En 1932, Jan Oort descubre que el movimiento de las estrellas dentro de la Vía Láctea es mucho más rápido de lo que debería ser con la masa de las estrellas. Años más tarde se analizan resultados similares analizando el movimiento de los brazos de la galaxia de Andrómeda. En 1933 un científico muy inteligente, pero excéntrico del Instituto de Tecnología de California, analizando sus resultados de observación directa, detectó el mismo problema en el Cúmulo de Coma. Y conjeturó. Pero era demasiado excéntrico para ser tenido en cuenta, así que se le ninguneó. Su nombre, Fritz Zwicky.

Fue olvidado durante más de 40 años, pero los resultados de los análisis de los datos obtenido en las mediciones astronómicas daban siempre el mismo error. La velocidad de movimiento de los cuerpos celestes era mucho mayor de lo que debería ser por la masa que tienen. Y cuarenta años después, alguien se acordó de la conjetura de Zwicky y la volvió a poner encima de la mesa. Había sido creada, oficialmente para la ciencia la Materia Oscura.

La materia oscura (o energía oscura, algo más avanzado sobre la misma teoría) es sólo una conjetura que sirve para cuadrar los datos observados con los datos que las ecuaciones nos ofrecen. Las observaciones nos llevan a que el universo debe tener una masa muchísimo mayor de lo que las teorías científicas soportan. Realmente es que apenas podemos justificar el 1% de la masa del Universo: se mueve mucho más rápido de lo que se debería mover y para ello, para esa masa que falta, la materia oscura es útil. Evidencias indirectas le llaman.

En cualquier caso, la materia oscura no se ha medido, no se ha tenido ninguna referencia directa de ella, no ha podido ser observada. Simplemente, es un elemento que hace cuadrar lo que se observa con las ecuaciones. Exactamente igual que se hizo con el éter. Quizás, dentro de unos años aparezca un Michelson y un Morley que demuestren si la materia oscura no existe o no. O quizás mejor, puede que aparezca otro Einstein que de un pasito más y justifique el movimiento acelerado observado, sin necesidad de materia oscura. En los dos casos, se demuestra que la materia oscura puede cambiarse por materia gris. Como en la vida misma.




domingo, 30 de octubre de 2016

Un desconocido en la corte del Rey sabio

Escribiendo la anterior entrada (sobre Fourier) estuve leyendo sobre otro genio de la época en Francia y que fue uno de sus maestros: Pierre - Simon Laplace.

Laplace fue, además de gran matemático, un astrónomo influyente, especialmente por dedicar tiempo al análisis de las predicciones de Kepler y ser el primero que planteó una tesis sobre la creación del Sistema Solar.

Me llamó la atención, leyendo la historia de Laplace que utilizara unas tablas astronómicas llamadas "Tablas Toledanas". ¿qué pinta Toledo aquí? Decidí avanzar un poco más sobre ellas y este hecho me ha llevado a un personaje casi desconocido y que, aunque parezca mentira, ha tenido una amplia influencia en la vida española posterior.

Nos remontamos muchos años antes de Kepler, al primer siglo del segundo milenio. En los últimos años del Califato de Córdoba, cuando ya muchos Taifas se habían independizado, nación en Córdoba nuestro personaje, de nombre árabe impronunciable (al menos para mí), pero que se españolizó como Azarquiel.

Azarquiel es poco conocido. Aunque nació en Córdoba (es un dato que parece claro, aunque no hay unanimidad), se marchó pronto a Toledo y allí desarrolló la mayoría de su conocimiento. Durante años fue un forjador de hierro, curioso y dedicado a su profesión, pero aprovechó esa habilidad para trabajar para los sabios de la ciudad de Toledo y poco a poco, su destreza y conocimiento haciendo instrumentos, hizo que estos sabios lo protegieran, ofreciéndole conocimiento que él fue asimilando fácilmente.

Se dedicó a la observación de los astros y anotó profusamente la situación de los astros. Esta observación completa es lo que se conocía como "Tablas Toledanas". Analizar los resultados de las tablas conllevaban a resultados que no cuadraban con la idea que en aquel tiempo se imponía. Tenía un afán casi obsesivo por la precisión y cuando no cuadraban sus datos con los de anteriores autores no tenía miedo en plasmarlo y plantear su teoría. Contradijo a Ptolomeo y planteó una órbita de Mercurio de forma ovalada gracias a su observación. Incluso, tras 25 años de análisis diario del Sol, fue capaz de determinar que el Sol tenía un movimiento de apogeo, sino que lo calculó con una precisión increíble: él lo estableció en 12,0'' y el valor real es de 11,8''. Es algo que parece increíble si nos damos cuenta que estamos en torno al año 1050.

Pero su observación y su capacidad de trabajar el metal lo llevó a construir un mecanismo que posteriormente fue clave en el desarrollo de España. Creó un mecanismo llamado Azafea, que era un astrolabio, pero que se podía usar en cualquier latitud de la Tierra. Ese instrumento fue muy utilizado por los navegantes españoles y fue clave en la aventura marina de España y Portugal en el siglo XV. Colón llevaba una azafea en sus viajes, como instrumento imprescindible.

Doscientos años después de su muerte, Azarquiel fue la base en la recopilación del conocimiento que realizó Alfonso X el Sabio en Toledo y creó las "Tablas Alfonsinas", basadas en las de Azarquiel, pero con algunas mejoras. Estas tablas fueron la base de la astronomía europea hasta la observación de Kepler, en torno a 1600, más de quinientos años después de los estudios originales.

Azarquiel murió en torno a 1080, algunas fuentes dicen que en Toledo, aunque probablemente fuera en Córdoba, toda vez que Toledo fue conquistada por los castellanos pocos años antes. Tuvo una obra importante, pero no se ha conservado los originales. Toda su obra se conoce por referencias de autores posteriores. Tiempos complicados en una España complicada.

Un último dato curioso. Una traducción de la obra de Azarquiel, realizada por Roberto de Chester en 1149 es la primera referencia que se hace en Europa a la palabra "seno" en referencia a una función trigonométrica. Era algo muy utilizado por los árabes, pero desconocido por los cristianos del viejo continente. Hoy en día, no puede entenderse la ciencia sin estas funciones.

Debo reconocer que no sabía quien era Azarquiel. Pero me ha sorprendido. Me ha sorprendido porque es un desconocido con una importancia significativa y que un genio, ya moderno, como Laplace lo consideraba básico para sus observaciones. Desconozco el motivo de su olvido, pero probablemente fuera porque pertenecía a una cultura que no pudo permanecer en España, aunque fuera valorado por sus teóricos enemigos como Alfonso X El Sabio. Esto nos debería hacer pensar qué, por prejuicios innecesarios, nos podemos estar perdiendo. Al final, un genio te aparece en cualquier lugar, dispuesto a enseñarnos. Habrá que estar atento.

sábado, 15 de octubre de 2016

Mirar el mundo de otra manera

Retomo el blog después del verano. Ahora empieza el mal tiempo y es más fácil encontrar un rato para escribir.

He pensado mucho qué tema escoger para retomarlo y me he dado cuenta que no he hablado de una de las personas que más ha cambiado el mundo, aunque él nunca lo sabría. El puso la semilla que 200 años después nos ha llevado a donde estamos. Viviendo pegados a un móvil.

Como casi todos los grandes tuvo una vida modesta, aunque nuestro personaje, todo un mito para los ingenieros de telecomunicaciones, hizo muchas cosas en la vida cotidiana. Más de las que uno podría pensar para alguien así.

Nació en Francia en 1768, en una familia numerosísima. Trece hermanos son muchos y él era el décimo de los 13. Encima, quedó huérfano pronto, a los 10 años. Se educó en la escuela militar de Auxerre y estuvo debatiéndose entre ordenarse sacerdote o hacer lo que le gustaba, dedicarse a la ciencia. Así pasó su infancia y su juventud, hasta que en 1789 ya decidió definitivamente dejar la religión y ser profesor de la propia escuela a la que fue. 

En 1793 tomó parte activa en la política de la revolución francesa, cosa que, en el régimen del terror de Robespierre no era demasiado seguro. Estuvo a punto de ser guillotinado al año siguiente, pero finalmente, tuvo la suerte de que cayó antes Robespierre, la política en Francia dio un giro y fue liberado. Se calmó un poco e ingresó en la Escuela Normal de París para estudiar Matemáticas. Aunque llegó a catedrático poco después (1797), su natural inquieto lo llevó a dejarlo todo para ingresar en el ejército como cargador de cañones. Era una etapa de euforia en Francia, el inicio de la era de Napoleón y nuestro personaje decidió acompañarlo. Destacó pronto, dado que era capaz de calcular la trayectoria de los cañones y Napoleón en persona quiso que lo acompaña en Egipto. Era consejero científico. En Egipto destacó y además de ser un personaje relevante en el Instituto de Matemáticas de El Cairo, llegó a ser gobernador de una parte del país.

En 1801 volvió a Francia, donde Napoleón lo nombró prefecto de un departamento (Isere) hasta 1815, pero ya había decidido dedicarse a la ciencia, su verdadera pasión.

Estoy seguro que los telecos que lean esto no imaginarán siquiera de quién estoy hablando. Pues se trata, nada más y nada menos que Jean-Baptiste Joseph Fourier. Al público en general no le sonará de nada, pero seguro que mis colegas de profesión han esbozado una sonrisa. Fourier es, para mí, el hombre que cambió el concepto del mundo a nivel técnico y curiosamente, el no supo, ni siquiera se imaginó que lo que él estaba haciendo lo cambiaría.

Fourier se dedicó al análisis de la transmisión del calor y en 1822 publicó un tratado "Teoría analítica del calor" en la que desarrollo el concepto de desarrollo de las Series de Fourier: la descomposición de una función en una aproximación de series de senos y cosenos. Su observación sobre la transmisión del calor llevó a esta formulación matemática, que, posteriormente pudo llevarse a cualquier función de propagación, entre ellas las electromagnéticas.

Y esto derivó en demostrar que las ondas pueden descomponerse en frecuencias y las frecuencias separarse unas de otras... y ¡bingo!, ya tenemos la teoría de transmisión que todos utilizamos. Toda la tecnología se basa en la propagación de señales gracias que entre ellas no se mezclan si se piensa en ellas en el dominio de la frecuencia.

El dominio de la frecuencia es sólo una forma de plantear el mundo derivada de la formulación matemática de Fourier y, por cierto, condición básica para que un teleco pudiera acabar la carrera: o se entendía o podías buscarte otra cosa.

Curiosamente, Fourier, es muy conocido en un campo en el que no trabajó (telecomunicaciones), aunque formuló una teoría que hoy está muy en boga y por la que nadie le conoce. Fourier aplicó su análisis de propagación del calor a la radiación que recibe la Tierra desde el Sol y cómo se disipa el calor interno y pensó que con esa radiación, la Tierra debía ser muchísimo más fría de lo que es, así que propuso que quizás la atmósfera sería capaz de ser aislante, permitiendo que la radiación que entrara no se escapara y pudiera mantener más caliente la Tierra de lo que debería: había nacido el "efecto invernadero".

Su fama científica hizo que sobreviviera a la caída de su mentor Napoleón. Gracias a su teorema fue nombrado barón y en 1826, secretario perpetuo de la Academia de las ciencias. Murió en 1830, por el fenómeno al que se dedicó a estudiar: una estufa con mala combustión lo mató asfixiado. Es, por méritos propios, uno de los científicos inscritos en la Torre Eiffel de París.

Fourier fue capaz de pensar de otra forma, modificar la visión del mundo y verlo de forma transversal, en frecuencia. Imaginó una forma de propagación diferente, aunque nunca pudo imaginar que su visión derivaría en un cambio del comportamiento humano. Cualquier pensamiento, por raro que sea, puede  ser utilizado más adelante para cambiar el mundo. Una clara muestra de ello es que ahora mismo estás leyendo esta entrada. 

lunes, 18 de julio de 2016

Adivinación o ciencia

Siempre me ha llamado la atención cómo autores literarios se adelantan a su tiempo y establecen paralelismos que en el futuro se hacen realidad. Es famosa la coincidencia entre los libros de Julio Verne y la realidad. Pero hoy me voy a centrar en otra:

"Emplean aquellas gentes la mayor parte de su vida en observar los cuerpos celestes, para lo que se sirven de anteojos que aventajan con mucho a los nuestros; pues aunque sus grandes telescopios no exceden de tres pies, aumentan mucho más que los de cien yardas que tenemos nosotros, y al mismo tiempo muestran las estrellas con mayor claridad. Esta ventaja les ha permitido extender sus descubrimientos mucho más allá que los astrónomos de Europa, pues han conseguido hacer un catálogo de diez mil estrellas fijas, mientras el más extenso de los nuestros no contiene más de la tercera parte de este número. Asimismo han descubierto dos estrellas menores o satélites que giran alrededor de Marte, de las cuales la interior dista del centro del planeta primario exactamente tres diámetros de éste, y la exterior, cinco; la primera hace una revolución en el espacio de diez horas, y la última, en veintiuna y media; así que los cuadros de sus tiempos periódicos están casi en igual proporción que los cubos de su distancia del centro de Marte, lo que evidentemente indica que están sometidas a la misma ley de gravitación que gobierna los demás cuerpos celestes." (Los Viajes de Gulliver, Jonathan Swift, 1726).

Jonathan Swift se adelantó a la ciencia nada menos que 150 años. Fue en 1877 cuando el astrónomo Asaph Hall descubrió los dos satélites naturales de Marte: Fobos y Deimos (los nombres están relacionados con su planeta, pues significan "Terror" y "Miedo", muy vinculado al dios de la guerra).

Fobos y Deimos son dos extrañezas astronómicas, pues son absolutamente irregulares, son trozos de roca capturados por el planeta y que además no tienen una órbita estática, dado que uno se está acercando y el otro alejando del planeta. Fobos es la luna más cercana, pero, ahí Swift no acertó. Está a 9.000 Km del centro de Marte, lo que supone 1,5 veces el diámetro de éste y orbita una vez cada 7 horas y media. En unos millones de años terminará chocando con el planeta. Deimos está más lejos, a unos 23000 Km del centro del planeta (aproximadamente 4 veces el diámetro de éste) y orbita cada 30 horas. Igualmente, en unos millones de años, será expulsado de la órbita al espacio. 

Pero en el fondo no está tan lejos la predicción de Jonathan Swift. No deja de ser curioso cómo pudo acercarse tanto a la realidad en un cuento escrito tanto tiempo antes que la realidad. ¿Fue un adivino? ¿Intuición? Pues parece ser que no, sólo era información.

En 1610 Galileo descubrió 4 lunas en Júpiter (Ío, Europa, Ganímedes y Calisto). En base a ese descubrimiento, Kepler, matemático del espacio por excelencia, hizo una regla de tres: si Venus no tiene satélites, La Tierra tiene 1 y Júpiter tiene 4, obviamente, Marte debía tener 2. Así de simple, adjudicados dos satélites a Marte.

Además, las leyes de Kepler decían que el cuadrado de los periodos de las órbitas era proporcional al cubo de la distancia. Swift fijó la distancia a 3 y 5 veces el diámetro del planeta, y, aplicando esta regla cuadra exactamente con los periodos de la obra de Swift: 10 horas y 21,5 horas. Swift aplicó las leyes de Kepler en este tema, sin duda.

Sólo nos quedan una apreciación más: ¿Por qué eligió Swift 3 y 5 veces el diámetro? ¿y porqué el periodo de 10 horas? Pues también tiene su explicación. En 1925 se publicó un artículo en la revista Popular Astronomy llamado "The moons of mars" que lo explica: en 1695 se publicó un estudio del matemático y astrónomo David Gregory sobre las lunas de Júpiter, estableciendo la más cercana a 5,66 radios y tenía una órbita de 30 horas y la segunda a 9 radios, con una órbita de 43 horas. Pasado a diámetros y redondeando, Swift fijó las órbitas de sus lunas en Marte: 3 y 5 diámetros. 

Gregory era miembro de la Royal Society mientras Swift estaba en Londres en temas relacionados con la política. No hay constancia de que se conocieran, pero aunque no lo hicieran, Gregory era una eminencia en Londres, así que seguro que sabía quien era.

Sobre el periodo de 10 horas, quizás lo más enigmático, hay varias opiniones, pero quizás la más fiable es que simplemente, le pareció lógica siguiendo la duración de la órbita publicada por Gregory sobre la luna de Júpiter. Y casi acertó.

Como curiosidad, decir que los 2 satélites de Marte es quizás el hecho más predicho en la literatura: también aparece en la obra de Voltaire Micromegas y en la obra de Cyrano de Bergerac.

Swift no era un adivino, simplemente, era un hombre informado. Tuvo suerte, sin duda, porque Júpiter realmente tiene decenas de lunas (ya van por 67) y el periodo fue determinado casi por casualidad, pero en realidad todo tenía una base científica con los datos que había en la época. Lo que no cabe duda es que estar al día y aprender siempre te da un plus, a veces, hasta pareces un adivino.