martes, 30 de julio de 2013

Alejados de su propio país.

Siempre me ha llamado la atención la inmensidad de Rusia.Un país que casi le da la vuelta al mundo, no deja de llamar la atención, y más sabiendo que Alaska, en el norte de América era también rusa, hasta que se la vendieron a los americanos en 1867 por 7,2 millones de dólares. 

Todo empezó cuando entre 1580 y 1640, los soldados del Dudado de Moscú, con el general Yermak Timoféyevich, emprendieron la hazaña de la conquista de Siberia a los kanatos mongoles. Tardaron 80 años en conseguir atravesar toda la región. Pero en 1640 llegaron al Pacífico, pero a un Pacífico helado del Estrecho de Bering. Siberia es una región demasiado yerma y sin salida al mar. 

Es curioso que Rusia sea el país con más kilómetros de costa del mundo y sólo tiene un par de puertos de mar, en la zona de San Petesburgo (sólo en verano, en invierno todo queda congelado) y en el Mar Negro (Novorosiik, de donde no se puede salir si no es atravesando Turquía por el estrecho del Bósforo), pero en el resto de Rusia, nada. 

Así que tras la conquista de Siberia, los rusos necesitaban una salida al mar algo más cálida y decidieron ir algo más al sur, fundando dos colonias, Albazin y Nerchinsk, aún sin costa, pero ya invadiendo territorios chinos y mongoles. La superioridad europea en esa época era manifiesta y los rusos eran muy superiores a los chinos de la dinastía Qing. En 1689 se firmó el tratado de Nerchinsk, que, como nota curiosa, fue negociado por dos misioneros europeos, un portugués y un francés por el lado chino, cosa que permitió que china tuviera mejores condiciones en el tratado.

Pero el tema no quedó ahí. Rusia seguía necesitando mar y con el tiempo siguió instigando a China hasta conseguirlo. Así, llegó el tratado de Aigún gracias al que se consiguió un territorio más al sur y a una isla frente a Japón, Sajalín. Este tratado se firmó en 1858. En 1859 se creó por fin el puerto de mar y en 1862 se fundó la ciudad más oriental de Rusia, Vladivostok. Por eso poco después se vendió Alaska, Rusia no necesitaba más hielos, necesitaba un puerto cálido de mar y Alaska sirvió para financiarlo.

Así que esta ciudad se convirtió en el puerto de mar más importante de Rusia, eso sí, pero está un poco alejada de Moscú. A nada menos que a 9.302 Km. Para que os hagáis una idea, la distancia entre Madrid y Nueva York es de algo más de 5.000 Km  y la distancia entre Madrid y Santiago de Chile es de 10.000 Km. Y encima, tenían en medio, un territorio prácticamente deshabitado, pues entre Vladivostok y Moscú prácticamente no hay nadie. La ciudad más cercana a Vladivostok con más de 500.000 está en su misma provincia (Jabárovsk), pero a 700 Km. La siguiente, Irkustk, a más de 3000 Km. Vladivostok es una ciudad completamente alejada de su propio país.

Es cierto que hay un tren que une todas estas ciudades con Moscú, el famoso transiberiano, que tardó 13 años en hacerse y se tarda en recorrer nada menos que 7 días. Una locura, vamos.

Pero, a pesar de las distancias, es vital para Rusia, porque es su puerto de mar principal. Como base marítima estuvo cerrada a los visitantes durante más de 40 años por ser la base de la armada soviética, pero por fin, en Rusia todo se normalizó y ahora es una ciudad bastante acogedora.

Eso sí, la inmensidad que supone estas distancias producen paradojas como la liga de baloncesto, en la que el Spartak de Vladivostok es uno de los 10 equipos que juegan en primera división. Los viajes a Vladivostok a jugar son increíblemente largos (más de 24 horas, con escala intermedia). Es como si los equipos de sudamérica jugaran en la liga española. Alucinante. Eso sí, no juegan competición europea, menos mal.

Unas de las curiosidades de la geografía mundial es la enorme dimensión de Rusia, y, por supuesto, cómo ser capaz de estar en Europa y ser frontera con Japón, en el otro extremo del mundo.

viernes, 19 de julio de 2013

La mujer que cambió la historia sin hacer ruido.

Hay veces que un personaje se cambia la historia. Muchas de ellas, el personaje es consciente de lo que está haciendo, como cuando Colón llegó a América o cuando Armstrong pisó la Luna. Otras, sin embargo, cambia la historia sin ser muy consciente de lo que se está haciendo y sin hacer ruido alguno.

De toda la historia, hay pocos, muy pocos personajes que han sido capaces de cambiar todo el mundo conocido. Uno de ellos es la persona de la que hablaré hoy, que, por cierto, es mujer y curiosamente, casi desconocida.

Nuestro personaje no se sabe bien donde nació, si en Gran Bretaña o en Turquía, ni tampoco se sabe bien su origen, pero parece que era la hija de un hostelero de la época. Sí se sabe que nació hacia el año 250 de nuestra era. Sin embargo, por el nombre que tenía, Elena, es bastante probable que fuera Turquía donde naciera, porque en aquella época, era de influencia griega.

Por azares del destino no pudo evitar que un general romano, Constancio Cloro se fijara en ella, y la tomara como concubina, creciendo entre ellos el amor y convirtiéndola en esposa después, casándose en el año 272, con unos 22 años los dos esposos. Y nació su hijo, Constantino.

Pasó el tiempo, criando a su hijo, y Constancio Cloro fue acercándose al trono de Roma. Hasta que en 293 el emperador Maximiano sugirió a Constancio que se casara con su hija adoptiva para poder acceder al trono por familia. Para ello, Constancio tenía que repudiar a Elena y así lo hizo, no sin dolor. Pero el trono de Roma era el trono de Roma. Elena tuvo que partir, dejando a su hijo, Constantino, por su propio bien, junto a su padre, ya emperador de Roma.

No se sabe qué fue de ella en este tiempo, pero parece que su ex-marido no se olvidó de ella, pues no le faltó de nada y se dedicó a la caridad. Si se sabe que en este tiempo se convirtió al cristianismo, como tantos otros romanos en aquella época.

Pero el tiempo pasó, su ex-marido murió y su hijo Constantino subió al trono, no sin rivales, como todos los emperadores romanos. Nada más subir, buscó a su madre y la llevó consigo al Roma, declarándola Augusta.

Ahí tenemos a la hija del hostelero, ex-mujer de general romano y ahora madre de Emperador y Augusta de Roma, gracias a su hijo, y a los avatares de la vida.

En aquella época, los cristianos eran perseguidos y condenados en todo el imperio, por vivir una fe diferente a la del imperio de Roma. Constantino lo sabía y lo hacía. La persecución era salvaje. Pero Elena era cristiana... y era su madre por encima de todo.

Poco a poco fue influyendo en su hijo, poco a poco fue enseñándole lo que ella creía, hasta que, en 312, Constantino tuvo un sueño justo antes de la batalla del Puente Milvio que interpretó como una señal de Jesús, llegando a marcar con una cruz su insignia de batalla. El paso estaba dado, pues ganó la batalla y gracias a ella ya no tenía rivales al trono.

En 313, se dio el paso definitivo. Su madre lo había conseguido, y Constantino dictó el Edicto de Milán, por el que cesaban las persecuciones a los cristianos. Definitivamente, el imperio romano era cristiano. Aunque oficialmente no se bautizó hasta su lecho de muerte.

Su madre, Elena, siguió viviendo con nueva fe su hijo y quiso peregrinar a Tierra Santa, como tantos otros, y dice la leyenda que encontró las reliquias de la Vera Cruz, que tantos nombres ha dado posteriormente en tantos sitios. Ella dividió la cruz que encontró en tres trozos: uno para Jerusalem, otro para Constantinopla (llamada así por su hijo) y otro para Roma. Aún existe en Roma y en Jerusalem las Iglesias de la Vera Cruz, donde se guardan esas reliquias y pueden ser contempladas.

Murió en 330, con 80 años, en Constantinopla. Murió en brazos de su hijo, el cual, había convertido todo el imperio en cristiano por amor a su madre. Fue declarada Santa y su nombre dio nombre a multitud de sitios (¡hasta a la isla donde murió Napoleón!). 

Ella, sin saberlo, había dado pie a cambiar la historia, a crear el poder que influyó en Europa en los siguientes 1000 años y había puesto las bases, que, queramos o no, han regido la cultura occidental... y ya hoy en día, la mundial. Definitivamente, una hija de hostelero que había cambiado la historia como nadie... y sin hacer ningún ruido en ella.

martes, 9 de julio de 2013

1000 veces mentira

Últimamente es muy normal en los medios escuchar opiniones que repiten opiniones que parecen descabelladas, pero con el único fin de que con tanto repetirlo, se convierta en realidad. El otro día pensando en esto, me vino a la cabeza un ejemplo que es perfecto para describir este método.

Los que me conocen más de cerca saben que, aunque no lo parezca, soy cristiano convencido. Pero soy cristiano con el mismo espíritu crítico y con afán de conocimiento que tengo en otros temas y que intento mostrar en este blog. Esto me ha llevado en mi vida a no encajar en ciertos lugares, porque no entro en ningún cliché: ni acepto porque sí los preceptos ni oculto mis creencias. Mantener tus propias ideas no está muy de moda ahora.

Sin embargo, es una faceta de mi vida donde he detectados muchas cosas curiosas y que siempre he intentado poner en cuestión. Y hoy voy a centrarme en una que fue mi padre (de ideas muy parecidas a las mías en este sentido) quien me la desveló.

En concreto sobre algo que al menos todos hemos escuchado alguna vez: los 10 mandamientos. Aunque sea por la película de Charlton Heston, todos sabemos que fue Moisés quien bajó del monte Sinaí con las Tablas de la Ley, en la que se recoge todos los preceptos. Esto viene recogido en el éxodo, capítulo 20. Estos mandamientos se han mantenido en el tiempo inmutables, hasta nuestros días. Actualmente, en el catecismo de la Iglesia aparece la formulación que se aprendía en las escuelas, tal que así:

1.- Amarás a Dios sobre todas las cosas.
2.- No tomarás el nombre de Dios en vano.
3.- Santificarás las fiestas.
4.- Honrarás a tu padre y a tu madre.
5.- No matarás.
6.- No cometerás actos impuros.
7.- No hurtarás.
8.- No dirás falso testimonio ni mentiras.
9.- No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
10.- No codiciarás los bienes ajenos.

Bien, pues estos son los que se enseñan y nos lo creemos. Encajan perfectamente en la idea que tenemos preconcebida de Iglesia, así que nadie los pone en duda. Pero un día, hablando hace tiempo con mi padre, los puse en duda, porque leyendo el nuevo testamento, aparece un nuevo mandamiento: "Un nuevo mandamiento os doy, que os améis unos a otros como yo os he amado (Jn 13, 34)". Mi padre entonces me dio una lección de espíritu crítico y me comentó era cierto, pero que tampoco esos 10 eran los mandamientos de Moisés. Que los mirara, y claro, lo hicimos. La sorpresa fue mayúscula. Los 10 mandamientos de Moisés aparecen 2 veces en la Biblia: en Exodo, cap 20 y en Deuteronomio, cap 5 y las dos veces aparece lo siguiente:

1 - No tendrás otros dioses fuera de mí. 
2 - No te harás estatua ni imagen alguna de lo que hay arriba, en el cielo, abajo, en la tierra, y en las aguas debajo de la tierra. No te postres ante esos dioses, ni les sirvas, porque yo, Yavé, tu Dios, soy un Dios celoso. 
3 - No tomarás en vano el nombre de Yavé, tu Dios, porque Yavé no dejará sin castigo a aquel que toma su nombre en vano.
4 - Acuérdate del día del Sábado, para santificarlo.
5 - Respeta a tu padre y a tu madre, para que se prolongue tu vida sobre la tierra que Yavé, tu Dios, te da. 
6 - No matarás. 
7 - No cometerás adulterio. 
8 - No robarás.
9 - No atestiguarás en falso contra tu prójimo. 
10 - No codiciarás la casa de tu prójimo. No codiciarás su mujer, ni sus servidores, su buey o su burro. No codiciarás nada de lo que le pertenece.

Como se puede ver, en el catecismo ha desaparecido el segundo mandamiento (que prohíbe estatuas y cuadros y adorarlos) y ha aparecido un noveno (que prohíbe pensamientos impuros). No deja de ser curioso que la Iglesia haya cambiado precisamente uno que históricamente ha supuesto mucho dinero en todos monumentos, cuadros o estatuas por uno que ha supuesto mantener a la población con el miedo durante siglos.

He intentado seguir cuándo se produjo el cambio, y ya en 1616 el Padre Ripalda, en su Catecismo los recoge tal como los recoge hoy en día la Iglesia, por lo que parece que el cambio fue anterior al Concilio de Trento (1545) y recogido en este mismo concilio. 

Este tema ha calado tan profundo que incluso en los foros más estudiosos te ponen en duda este matiz, es una mentira que está absolutamente introducida en el pensamiento popular, por mucho que incluso en la web del vaticano, se recojan actualmente las tres versiones de los mandamientos. De acuerdo, un poco manipulada para que no parezca tan evidente el cambiazo, pero están las tres versiones.

En el fondo esto es algo secundario, porque el que cree, no lo hace por tal o cual, pero es un ejemplo magnífico de una estrategia actualmente muy de moda, una muestra de que algo falso, repetido 1000 veces se convierte en verdad.