lunes, 14 de abril de 2014

Unas veces uno, otras veces cero

Esta entrada podemos decir que es la entrada que más he estudiado de todas las que he puesto. Hablemos de telecomunicaciones. Un día un compañero que se cambió a tiempo de carrera me dijo: "Las telecomunicaciones, millones de unos y ceros viajando a velocidad casi infinita por múltiples medios". Una definición perfecta de lo que es un teleco.

Las telecomunicaciones nacen hace mucho mucho tiempo con la necesidad de transmitir información a distancia. Las famosas señales de humo o los sonidos de las campanas medievales son historia de las telecomunicaciones, consiguiendo su objetivo a transmitir información. Con las campanas se podían saber si alguien había fallecido o había un nacimiento. Se podía saber si había guerra o había esperanza. Pero en el fondo los mensajes eran rudimentarios. En ciertos ámbitos se necesitaba algo más de información. Y se inventaron códigos con los que poder enviar palabras. El primero de estos códigos, que aún se conserva, son los símbolos de banderas que se utilizan en la navegación. Es una forma de comunicar a distancia, aunque, eso sí, era necesario tener una muy buena vista, la verdad.

A finales del siglo XVIII se creó un método, primero óptico, después eléctrico para poder enviar información a distancia. Puntos y rallas, enviados a alta velocidad para crear un sistema llamado telégrafo, capaz de componer palabras. Eran los albores de los unos y los ceros, ya empezamos con nuestra vida digital. Poco después, en el siglo XIX se creó la telefonía, por un señor llamado Bell con su famosa frase "María tenía un borreguito", la primera que se transmitió por este medio.

Poco a poco, la comunicación fue mejorándose y fue a mediados del siglo XX cuando apareció una ciencia que ya se convirtió en inseparable compañera de viaje, la informática. La informática se basa en la ordenación y utilización de la información. Las telecomunicaciones, de enviar esta información a distancia. Dos trabajos distintos sobre la misma información, así que se hizo necesario buscar una forma de ordenar la información, de hacerla accesible y fácilmente reconocible, y se convirtió en lo más fácil que se puede tener: en una doble decisión: se es o no se es, agujero o tarjeta, electricidad o cortocircuito. Unos y ceros, en definitiva. 

Este código con sólo dos dígitos se le llamó binario, obviamente y se codificó el mundo entero en él. No es algo complicado, sólo hay que pensar cómo numeraríamos el mundo si tuviéramos sólo cifras. Imaginemos que ponemos todos los números conocidos, pero quitamos los que tengan otra cifra que no sea el 1 y el 0 y los contamos. El cero sería cero, el 1 sería el 1, el siguiente número que tendríamos sería el 10, que haría de 2, y después el 11, que haría de 3. El 100 sería el 4, el 101 el 5, y así sucesivamente. Ya está codificado el mundo con dos conceptos, tener o no tener. Ahora habría que encontrar el material que lo hiciera posible.

Y ahí aparecieron las estrellas del blog de hoy. Todo el mundo sabe que un trozo de cable conduce la electricidad. Un trozo de madera, la repele. Uno es siempre un 1, el otro, siempre un 0. Pero hay una serie de materiales, pocos, muy pocos, que a veces la repelen y a veces la conducen. Esos son la clave de la información en el día de hoy, porque pueden manipularse para poder transmitir 1 y 0 a nuestro antojo.

Son sólo 14 elementos, encabezados por la propia materia orgánica, el Carbono, pero seguidos por otros, como el Germanio, el Potasio y por supuesto, el Silicio. Había que encontrar un material con suficiente cantidad en la naturaleza y con facilidad de maleabilidad para poder trabajar con el y con suficiente capacidad de ser o no conductor. Y el silicio, del que está hecho la mayor parte de la arena del mundo, es un material perfecto.  Consiguió crearse primero un diodo, que puede enviar o no la electricidad, bajo condiciones estáticas y después, el transistor, la base del tratamiento de la información actual, que permite enviar o no la electricidad en función de una señal de control. Eso era lo que hacía falta. Y desde entonces, con algunas variantes, todo está descubierto. La evolución de la informática ha sido realmente un evolución tecnológica, más y más pequeño, más y más rápido, pero siempre basado en lo mismo, transistores y miles de ceros y unos. Esta tecnología se concentró en un sitio concreto, en California, que desde enconces se llamó Silicon Valley. Hoy uno de los lugares tecnológicamente más avanzados del mundo.

Por cierto, si alguien se pregunta algo sobre el coltan y la famosa guerra africana de este mineral, no viene por los transistores, sino por los condensadores de tantalio (mineral que se obtiene del coltan), que se utilizan como acumuladores de electricidad, aunque cada vez están más en desuso, así que realmente es un tema colateral.

Los semiconductores se configuran como una malla de protones alrededor de la cual están los electrones. De esta forma, un núcleo tendrá carga positiva no si hay un protón de más, sino si hay un electrón de menos, porque los protones no se mueven. Por eso la carga positiva en los semiconductores se le llama "huecos". Sin embargo, sí se le llama electrón a la carga negativa. Efectivamente, es un electrón de más. 

Los circuitos integrados con circuitos de transistores a escala de micras de milímetros, los más avanzados incluyen millones de transistores en un chip. La escala es tan reducido, que en los chips más concentrados, el tamaño de los transistores es tan pequeño que empieza a notarse el efecto de la física cuántica en los mismos. Ese es el límite de funcionamiento. Además a una escala tan pequeña es relativamente fácil que se produzcan errores de fabricación. Tan frecuente es que generalmente se realizan una serie de transistores de reserva que permita después, por configuración, sustituir los transistores defectuosos por otros de reserva de forma que la funcionalidad no se pierda.

Otra cosa que hace esta minituarización de los circuitos es el envejecimiento de los mismos. Generalmente duran unos años, pero algunos, como las memorias tienen tantas reconfiguraciones y tantas cargas y descargas que con el tiempo empiezan a fallar. Estos fallos no impiden su funcionamiento "macro", pero se nota que empiezan a ralentizarse, poco a poco necesitan de más usos para el mismo funcionamiento y termina siendo algo que se nota a escala normal, el propio usuario nota la velocidad. Es un efecto del envejecimiento de los semiconductores, restos de carga que se van acumulando y generando fallos. Es el coste de la tecnología.

Sin embargo, la utilización de esta tecnología ha conseguido reducir su precio y convertir un lujo como la informática o las telecomunicaciones en algo de consumo. La tecnología siempre trata de avanzar y aunque se han utilizado dispositivos de germanio e incluso, de azufre, no parece que vayan a trasladar la utilización del silicio de forma masiva, probablemente el próximo paso en la evolución sean los procesadores cuánticos, aunque aún nos quedan décadas para poderlo ver. 

En fin, básicamente, vivimos en un mundo digital, un mundo en el que la transformación de 1 en 0 y codificación en hay/no hay es vital para su funcionamiento. Y todo gracias a una serie de elementos indefinidos eléctricamente, que permiten un comportamiento errático para generar esa codificación en la naturaleza. La misma naturaleza que tiene miles de posibilidades. Sólo hay que saber utilizarlas. Y especialmente este tipo de material que a veces es uno y otras veces, ceros, pero que, gracias a él yo estoy escribiendo mi blog y usted, leyéndolo.

lunes, 7 de abril de 2014

Más cerca de las estrellas

Desde Eratóstenes (que ya se ganó su entrada en este mismo blog), cuando se habla de la Tierra, todo el mundo piensa que es una esfera. Es aproximadamente así, pero realmente no lo es. Es algo muy sabido y que se estudiaba en primaria: "la Tierra es una esfera achatada por los polos".

Y así es. La Tierra tiene un radio de 6378 Km en el Ecuador y 6357 Km en los polos. Es como si cogiéramos una pelota y la apretáramos desde arriba y desde abajo a la vez. El motivo es la propia fuerza centrífuga del giro de rotación de la Tierra, que hace que se deforme un poco hacia fuera. Es una diferencia mínima, pero fue fácil de medir.

De hecho, se midió por primera vez entre 1736 y 1739 con la expedición geodésica francesa que se realizó por los territorios entonces españoles de ultramar. Partiendo de Quito midió en el Ecuador de entonces el meridiano por triangulación y determinó que el radio de la Tierra no coincidía con lo medido años antes en la expedición que la misma compañía realizó a Laponia. Ya estaba confirmado que la Tierra era una esfera achatada por los polos. 

Esta expedición se utilizó para después realizar el Sistema Métrico Decimal que todos usamos. En París están las medidas exactas, que se merecen una entrada en sí mismas. La apunto para otra vez.

El dato del radio es uno de los datos básicos del planeta, como lo es el océano más grande (el Pacífico), el punto más bajo (el Mar Muerto, que se ganará una entrada en honor a mis padres) o el punto más alto, el Monte Everest, de 8850 metros, después de crecer dos metros en la primera década de este siglo.

¿O no es el monte más alto el monte Everest? Permitidme que lo ponga en duda. La altura en la superficie terrestre se mide desde la altura del nivel medio del mar. Igual que en Marte se mide desde la altura media de la superficie. Sin embargo, si somos puristas, la altura debería medirse desde el centro de la Tierra. Resulta que el monte Everest está a 28º de latitud norte. Contando la distancia del radio en ese punto, el monte Everest se encuentra a 6.380 Km del centro de la Tierra. ¿Hay algún punto en la Tierra que supere ese dato? ¡Pues sí! ¡Y varios!

El punto más alto de la Tierra, si se mide desde el centro es el Volcán Chimborazo, que se encuentra en Ecuador, a 1º de latitud sur. Si se calcula su distancia al centro de la Tierra sale... 6.384 Km, ¡4 Km más alto que el Everest!

De hecho, el Volcán Chimborazo (que es la 31ª montaña más alta de América si se mide desde el nivel del mar) no es la única que supera al Everest en este ranking. También lo supera el Kilimanjaro, el Monte Kenia y el Huascarán, en Perú. 

Es un volcán casi aislado, lo que hace que se pueda ver desde mucha distancia (desde Guayaquil a más de 140 Km es visible perfectamente). Hasta el siglo XIX se consideraba el monte más alto del planeta. Los Andes aún no eran muy conocidos y desde luego que en esa época, el Himalaya era ciencia ficción para los europeos. También se le conoce como "el punto más cercano al Sol", aunque esto no es del todo cierto, porque siendo purista, sólo sería el punto más cercano al Sol en los equinoccios y justo a mediodía. Pero sí que es el punto más cercano de las estrellas, porque éstas rodean la Tierra casi por igual.

Como curiosidad, hay una bebida sudamericana llamada "raspados" que es como una especie de sorbete, cuyo origen es de esta zona. En concreto viene de los hieleros del Chimborazo, los cuales raspan los hielos de los glaciares de este volcán y los utilizan desde hace muchos años en hacer resfrescantes bebidas mezclando esos hielos con frutas. Mi hermana los conoce bien de cuando estuvo en Colombia. Bueno, ya sabe de dónde viene. Viene el punto más cercano de las estrellas que hay en la Tierra, el Volcán Chimborazo.

martes, 1 de abril de 2014

Un viaje en el tiempo... a pie

Estrecho de Bering - Islas Diomede.
Free Photo by NASA
Después de un mes, retomo el blog. Espero poderle dar más cancha este mes y volver a mi entrada semanal.

La entrada de hoy llevaba pensándola desde hace tiempo, pero ha sido últimamente cuando, viendo la serie Cosmos (la nueva, no la de Carl Sagan) han hablado de los viajes en el tiempo y de las necesidades e implicaciones que tiene. Algo realmente complicado.

Sin embargo, viendo la serie me acordé que es posible viajar en el tiempo. Sí, desde ya y de una forma muy sencilla. 

Para ello vamos a viajar a una pequeña isla del Océano Pacífico llamada Samoa. Es un país independiente desde 1976 que se independizó de Nueva Zelanda y su superficie, repartida entre todo el archipiélago tiene un tamaño muy pequeño, a penas un tercio de la provincia de Cádiz. Algo bastante claustrofóbico, la verdad.

Sin embargo, a pesar de la colonización europea, Samoa ha conseguido perpetuar sus tradiciones, y mantiene su mitología y la forma de vida nativa, como principal del país.

Es como un viaje al pasado, pero no es a lo que me refería. Dentro del archipiélago de Samoa hay dos islas, llamadas Samoa Americana que pertenecen administrativamente a los EEUU. La distancia entre Samoa y Samoa Americana es de sólo 70 Km, por lo que las islas pueden llegar a verse desde una a la otra en los días propicios. Y ahí es donde entra el viaje en el tiempo.

Como todos sabemos, la hora en los países de la Tierra va cambiando entre unos y otros. Cuanto más al oeste menor hora y cuanto más al este, más. Pero claro, la Tierra es casi esférica y eso implica que en algún punto hay que hacer una brecha. Esa brecha se conoce como la "Línea internacional del cambio de hora" y es cuando la fecha cambia en los viajes. Es cuando las horas dejan de sumarse y empiezan a restarse. Entre un lado y otro de esta línea hay 24 horas de diferencia. Es exactamente la misma hora, pero del día antes o después.

El caso es que esta línea pasa entre Samoa y Samoa Americana, lo que produce que en los días claros, cuando los habitante de Samoa miran a Samoa Americana, realmente están viendo una isla que se encuentra... en el día antes. Y viceversa, cuando se mira desde Samoa Americana a Samoa, están mirando al futuro. En concreto a un día.

Parece una cosa poco importante, pero realmente tiene mucha afección administrativamente. Por eso, Kiribati, que tiene islas en las dos partes del meridiano teórico ha decidido que todas sus islas tengan el mismo día (lo que hace que la línea se desvíe bastantes kilómetros). Pero este cambio de fecha también tiene sus ventajas. Un fiestero puede aprovechar y revivir el fin de año con sólo navegar 70 Km. Una segunda fiesta 24 horas después no está nada mal.

La elección de la línea internacional del cambio de día se hizo porque es donde más distancia hay entre las poblaciones. La distancia entre Samoa y Samoa Americana es una rara avis en esta zona, pues Kiribati integró a todas sus islas, como he dicho antes. Sin embargo, el punto más cercano donde se produce la paradoja no es Samoa, sino que se es en el estrecho de Bering, entre las dos islas Diomede, pues una pertenece a Rusia y la otra a EEUU. Entre ellas hay sólo 1,5 Km y sí, cada una está en un día diferente. Claro, las dos islas están prácticamente deshabitadas, así que a pocos le importan. Es más, en invierno, el canal entre las dos islas se congela, pudiéndose pasar a pie entre EEUU y Rusia, entre un día y el siguiente, lo que supone un auténtico viaje en el tiempo a pie.

Esta paradoja la presentó Umberto Eco en su novela "La Isla del día de Antes" y en ella, un náufrago que estaba en una isla imaginaria miraba a otra que estaba en la isla que estaba en el día de antes. Su pensamiento es de lo poco interesante de la novela, pero la verdad es que es una paradoja curiosa. Él tiraba una piedra que llegaba a la otra isla y claro, la piedra había viajado en el tiempo, de hecho, había llegado ayer. Eran islas imaginarias, pero sin embargo, no andaba desencaminado. A veces, los convencionalismos producen paradojas, como hacer que sea posible viajar en el tiempo, si se elige bien el lugar, incluso andando.