sábado, 30 de abril de 2016

El análisis de la espera

Hay personas que son casi desconocidas y que han realizado una contribución al mundo de una forma que prácticamente no se podría entender sin su capacidad. Estos genios humildes, que cambian el mundo en silencio, son mis favoritos. Mis auténticos ídolos.

La persona de la que hablaré hoy, es además, inspirador del campo que a mí, en mi vida personal más me gusta y de la que me gusta decir que es lo único de lo que quizás se algo: las colas.

Este campo, era una entelequia hasta que a primeros del siglo XX un danés, llamado Agner publicó el primer artículo sobre él. Y cambió el mundo. De hecho es el principal contribuidor a vivir en el mundo tecnológico que tenemos actualmente. La gran transformación del siglo XX vino de su mano.

Agner era el segundo de una familia normal. Cuatro hermanos. El padre, maestro de escuela. La madre, trabajaba en casa, descendiente de una familia relacionada con la iglesia protestante. Iba a una escuela pública, porque el dinero no daba para más. Eso sí, el niño destacaba. Era listo y tenía una grandísima memoria.

Con 14 años, viajó a Copenhagen con su hermano para pasar el examen de primaria, la reválida que se conocía en España. Era dos años menor que él y tuvieron que autorizarlo especialmente, porque no tenía la edad mínima, pero aún así, la pasó con distinción. Volvió a su ciudad y se dedicó a lo que su padre. Lo ayudó a dar clases a niños en su escuela mientras seguí formándose: astronomía, francés, latin y gramática. Quería entrar en la universidad y tenía que prepararse. Tuvieron que becarlo y ayudarle económicamente, porque la situación familiar no daba para dispendios, pero, con 18 años consiguió entrar en la Universidad, para estudiar matemáticas. En sólo 3 años, se licenció y volvió a dedicarse a lo que su familia era: a dar clases en escuelas. 

Nada parecía indicar que el joven cambiaría el mundo. Aquello que no es ilusión o utopía, sino justicia. Pero quiso el destino que, durante ese tiempo, se entretuvo en investigaciones matemáticas, llegando a recibir un premio en 1904, con 26 años. Empezó, como a mí, a interesarle la teoría de la probabilidad cuando abandonó la universidad y e investigaba sobre ella. Especialmente cuando ingresó en una compañía de telefonía danesa en 1908, la Copenhagen Telephone Company, que ya nunca abandonaría. La compañia no sabía lo que estaba fichando.

En 1909 publicó un artículo que para mí es el santo grial: The theory of probability and telephone conversations. El inicio de una investigación que siguió toda su vida y que después ha dado pie a miles de aplicaciones

Básicamente, descubrió que las llamadas de teléfono se comportan como una cola. Una cola exactamente igual que una fila de personas y la describió matemáticamente.  Años más tarde, en 1917 publicó soluciones a esa descripción, determinando el tiempo medio de espera en la cola, con la que podía trabajarse en los sistemas para evitar esperas innecesarias. ¡Permitía aumentar la capacidad de la red!, ¡evitar llamadas perdidas! pero ... ¿sería aplicable a otros ámbitos? ¡Pues claro!, todo el mundo ha sufrido alguna vez una espera tediosa.

Desde hace años, cuando visitaba al hiper y me tocaba esperar, le decía a mi mujer que era esperar por esperar, porque haciendo una sola cola se tardaría muchísimo menos. Recientemente, hemos visto cómo. una gran cadena de supermercados, Carrefour decidió implantarla con un resultado increíble. El tiempo medio de espera se ha reducido casi exponencialmente.

Evidentemente, hay muchas más aplicaciones: inspecciones en la fronteras, tráfico rodado, gestión de almacenes, y cualquier otra actividad que implique una espera.

Su teoría es quizás la teoría más estudiada en el siglo XX y por supuesto se le dió su nombre a la unidad que la regula. Es una unidad de difícil explicación, pero con un ejemplo se ve claro: En el ejemplo del Carrefour, es el número medio de cajeras ocupadas por unidad de tiempo para atender a todo el mundo. Si hay 10 cajeras, no puede servirse más de 10 personas, aunque la nuestro personaje demostró que nunca se llegará a esa cantidad. Es más, por encima de una media de 9 cajas ocupadas simultáneamente, la cola empieza a crecer desproporcionadamente.

Nuestro personaje, Agner, murió joven, en 1929 con sólo 51 años, pero había desarrollado una teoría para la vida cotidiana. Por cierto, tiene un apellido altamente reconocible en entornos tecnológicos: Earlang. 

Invitó al lector a que busque el apellido en Google. Se asombrará la cantidad de referencias de telecomunicaciones que encontrará... y que no aparecerá ninguna referencia al personaje. A veces hay personas que son superadas por su invención. Este es uno de los casos, aunque yo siempre le estaré agradecido.

sábado, 16 de abril de 2016

Dos fechas iguales, pero distinto día


La entrada de hoy va en relación a un día especial, el día 23 de abril. Es el "día del libro", fijado internacionalmente porque ese día se conmemora el fallecimiento en 1616, tanto de Cervantes como de Shakespeare, los dos grandes escritores de la literatura española e inglesa, respectivamente.

Pero esa coincidencia tiene una curiosidad en relación a otro tema que ya se trató en este blog hace algún tiempo.

No quiero entrar si Cervantes falleció ese día o no (parece que ese día fue cuando se enterró, por lo que debió morir el día antes), sino una paradoja: efectivamente ambos están relacionados con esa misma fecha, 23 de abril de 1616, pero no era el mismo día.

¿Y como puede ser esto? Pues para los más hábiles, ya se habrán dado cuenta. Y no es un hecho insólito, sino algo más simple. España, en esa épica era el adalid del catolicismo, y cuando el Papa Gregorio XIII decidió asumir el calendario propuesto por la Universidad de Salamanca, en 1582, España lo introdujo de inmediato. De hecho, en España entró en vigor el calendario gregoriano el 15 de octubre de 1582, eliminando del mismo 10 días (del 5 al 15 de octubre de 1582). Sin embargo, Inglaterra, después de la separación de la Iglesia de Roma en el reinado de Enrique VIII, tardaron algo más.

En ese momento bastaba que el Papa promulgara un edicto para que Inglaterra no lo considerara, aunque fuera técnicamente correcto. Esto pasó en multitud de países (los protestantes y ortodoxos, principalmente) y fueron adoptando el calendario poco a poco, a medida que veían las bondades técnicas del mismo. Parte de Alemania lo asumió en 1610 (la otra en 1700), Francia en 1682 e Inglaterra en 1752.

¿Qué quiere decir esto? Pues resulta que cuando en España era el 23 de abril de 1616, en Inglaterra era el 13 de abril y cuando en Inglaterra era el 23 de abril, en España era el 2 de Mayo.

Así que, cuando escuchéis que es el día del libro porque Cervantes y Shakespeare murieron los dos el mismo día, podéis negarlo, porque efectivamente, se puede decir que murieron los dos la misma fecha, pero en ningún caso murieron el mismo día.

Una última curiosidad en relación al calendario: el último país en en asumir el calendario gregoriano fue Grecia, muy muy recientemente. En concreto, entró en vigor el 15 de febrero de 1923. A ese día le siguió el 1 de marzo (ya no eran 10 días, sino 13, por los 3 años centenarios que habían sido bisiestos en el calendario juliano pero no en el gregoriano: 1700, 1800 y 1900).

Ah! Y sí que hubo un escritor famoso que murió el 23 de abril de 1616 y no fue ni Cervantes, ni Shakespeare. Fue Inca Garcilaso de la Vega, un escritor español considerado como el primer mestizo biológico y espiritual de América.

Ahora, sólo queda felicitar a todos el día del libro y que, la semana que viene que se cumple el 400 aniversario de ese día, compartamos un Maratón de Lectura de la gran obra universal hispana, El Quijote, para atraer la cultura a todos. Gran labor realizada por grandes personas que conseguirán hacer un mundo mejor.