martes, 10 de diciembre de 2013

El germen de un símbolo universal.

Si hay algo que realmente me gusta en la historia es ver cómo detalles que pueden pasar desapercibidos, a veces, se concentran para, de forma misteriosa, ser capaz de llegar a cambiar el mundo tal como lo conocemos. La historia de hoy, es otro ejemplo de que cualquier gesto, en cualquier situación es un germen que puede llegar a ser muy grande.

Estamos en la Guerra de Unificación Italiana, que duró muchos, muchísimos años en el siglo XIX. Hubo multitud de batallas, hasta que finalmente, se consiguió la unificación. En el año 1859 aún estaba todo muy lejos, y las batallas se sucedían en el norte de Italia, entre los ejércitos austrohúngaros y francoitalianos. En esa fecha se celebró una batalla más de esa Guerra, llamada batalla de Solferino, pero que se convirtió, por motivos ajenos al conflicto, en algo decisivo en la Historia con mayúsculas.

En esa batalla se enfrentaron en total unos 220.000 soldados, unos 100.000 austrohúngaros y unos 120.000 francoitalianos. La batalla, como todas, fue sangrienta y hubo muchas bajas. En 9 horas de batalla, 5.500 muertos y unos 22.000 heridos. Cuando los austríacos se rindieron, marcharon a posiciones más norteñas e Italia estaba más cerca de lo que es hoy, aunque aún tardó bastantes años en conseguirlo.

En aquella época pasaba por allí (nunca mejor dicho) un comerciante suizo que se dedicaba a negocios con Argelia. Iba camino de su suiza natal desde Argelia para seguir con sus negocios y justo en ese día pasaba por Solferino. Sin más. Pero cuando llegó, se encontro con el campo de batalla caliente. La batalla había finalizado pero allí quedaban 22.000 heridos abandonados a su suerte. No podía soportar lo que veía y no pudo más que socorrer a los heridos. Solicitó ayuda a las aldeas cercanas y no importaba el bando del soldado, había que ayudar a los necesitados. 

Aquello le marcó su vida y Henry Durant, que así se llamaba el comerciante, no pudo olvidar la situación. Tres años después publicó un libro, que se llamaba "Recuerdo de Solferino". Aquello le había marcado para siempre. 

Pero, la historia pone a la gente que debe en cada sitio, y que Durant pasara por allí en ese momento no puede ser casualidad. Durant tenía una situación económica bastante solvente. Buenos negocios le habían facilitado una buena fortuna y un buen nombre en su país. Así que trasladó su experiencia en diversos círculos, hasta que decidieron crear una organización para ayudar a los necesitados en tiempos de guerra sin importar el bando. Aquello no podía volver a pasar. En total fueron 4 hombres que, junto con él, crearon la sociedad. Como eran suizos (y por lo tanto, neutrales, siempre neutrales), decidieron utilizar la bandera de Suiza como símbolo, pero algo cambiada, invertida. Era 1863 y acababa de nacer la Cruz Roja.

El comité internacional de la Cruz Roja consiguió, gracias al apoyo del gobierno suizo que un año después se celebrara una conferencia diplomática en la que 12 países reconocieran la organización con unos fines humanitarios y siempre neutrales. 

La sociedad fue creciendo, afianzándose y reconociéndose en los diferentes ambientes. Poco a poco se convirtió en algo único y adoptando diferentes emblemas, como la media luna roja (utilizada por primera vez en la guerra ruso-otomana, para evitar susceptibilidades religiosas en los soldados turcos). Este afán por ser neutral y el carácter religioso inevitable de la cruz (aunque su origen, como hemos visto, no tiene nada que ver con la religión) ha hecho que se adoptaran diferentes símbolos, hasta que en 2005 se creó un símbolo completamente ajeno a la religión, el cristal rojo, que la representa oficialmente en determinados países, como Israel.

La Cruz Roja ha conseguido convertirse en una organización única en el mundo. No pertenece a ningún país, pero es reconocida en todo el mundo gracias a convenios internacionales, llamados Convenios de Ginebra y firmado por prácticamente todos los países. Su símbolo es universal y es la sociedad no gubernamental mayor del mundo, con 12 millones de voluntarios e ingresos de unos 3000 millones de dólares en donaciones anualmente. Su funcionamiento está fuera de toda duda y han conseguido sobrevivir mantenido sus principios humanitarios y neutrales durante todo este tiempo. De hecho, esta sociedad ha sido la más laureada en los premios Nobel de la Paz, que lo han recibido en tres ocasiones (1917, 1944, la dos guerras mundiales, y 1963) y también lo recibió su fundador, Henry Durant, en 1901.

Sin duda, la Historia quiso que Durant pasara por allí y él hizo su gran creación. Fue capaz de crear una sociedad que ha perdurado en el tiempo. Más bien no, ha sido capaz de cambiar el tiempo desde su creación, porque, desde luego, nadie hoy en día, desconoce lo que significa el símbolo humanitario por excelencia, nuestra Cruz Roja.

domingo, 1 de diciembre de 2013

De secundario a leyenda

Como supongo que a todos, el colegio de primaria (lo que era la EGB en aquella época) lo llevamos siempre en el corazón. En mi caso concreto, era un colegio muy humilde y de pocos recursos. Edificio antiguo y mal conservado (tan mal conservado que se cayó el techo de una clase unos años después) y en nuestra época estaba siempre lleno de desconchones. Pero tenía encanto, era una familia y de ese colegio ha salido mucha gente buena, gente que después ha estudiado bastante y que ha llegado lejos. Algo así como el personaje de hoy y que además le daba nombre a mi colegio, Juan Sebastián Elcano.

Nuestro viaje empieza en la vorágine que supuso el principio del siglo XVI en España. Colón había llegado a América, pero no había llegado a las islas de las especias (Lejano Oriente), como él creía. Había descubierto todo un mundo nuevo, pero no era lo que él pensaba. Así que rápidamente, a alguien se le ocurrió, sabiendo que existía ya un océano detrás de esa nueva tierra, seguir navegando y llegar a las islas de las especias. Fue a un portugués, pero patrocinado por España, Fernando de Magallanes. En 1518 propuso llegar al lejano oriente por un mar no reservado a los portugueses, seguir navegando y a ver. Carlos I vió el negocio y les dotó de privilegios hasta para conseguir su objetivo. Prepararon la expedición, no sin inconvenientes, por el recelo que existía en aquella época entre españoles y portugueses, que casi dan al traste con la expedición. Pero aún así, el tenaz Fernando de Magallanes, embarca en el puerto de Sevilla con su flotilla de 5 naves y su tripulación de 234 personas. El destino, desconocido aún.

Siguieron la ruta del sur, pues era por aquel momento bastante más explorado que el norte, bajaron hasta Canarias y Cabo Verde, para de ahí, pasar a Brasil y bajar hacia la actual Argentina, donde llegaron al Río de la Plata, ya descubierto, y de ahí a más al sur, hasta la Bahía de San Julián en marzo de 1520 (ya llevamos 9 meses de travesía). Magallanes, precavido, decidió esperar ahí el paso del invierno y así fue. En esa espera ya tuvo que sofocar una rebelión a bordo. Los hombres iban con ansia de beneficios, y allí parados no conseguían más que hambre y sed. En esta estancia ya se perdieron 3 de los 5 capitanes de navío: uno asesinado, uno ejecutado y el otro abandonado a su suerte en tierra. La tropa empezaba a menguar y una de las naves, la San Antonio, volvió a España. 

El 1 de noviembre de 1520, ya con sólo tres naves, llegan a un estrecho bastante difícil de cruzar que más tarde se conocería como Estrecho de Magallanes. Es un paso que hay un poco más al norte del Cabo de Hornos, al otro extremo de la Tierra de Fuego (que en realidad es una isla). Fue complicado pasar, pero lo hicieron y se adentraron en el entonces conocido como Mar del Sur. Una calma chica les afecto durante tres meses, lo que hizo que llamaran al océano como Pacífico, como se ha quedado hasta la actualidad. Más hambruna, más penuria, escorbuto, bajas. Hasta el 6 de marzo de 1521 donde llegaron a una isla donde pudieron aprovisionarse. Habían llegado a las Molucas. Habían llegado al extremo oriente. Habían cumplido su objetivo.

Llegaron a Filipinas, donde fueron los primeros europeos en verlas y donde intentaron colonizar y cristianizar la isla, pero donde finalmente no los atendieron muy bien. En una batalla con la tribu local, fallece Fernando de Magallanes. Su sucesor, Duarte Barbosa y fue muerto con un grupo de la expedición en un banquete trampa en otra isla filipina (Cebú). El resto de la expedición, cargan las naves Victoria y Trinidad, hundiendo la tercera que les quedaba y abandonando la isla con destino a otra. En esta otra fue nombrado jefe de la expedición Gonzalo Gómez de Espinosa, que comandaría la nave Trinidad y como capitán de la nave Victoria, a Juan Sebastian Elcano. Elcano se había alistado como contramaestre con la única aspiración de participar de los beneficios y de un "ya veremos". De buenas a primeras era el capitán de una de las naves que quedaban y con una tripulación bastante corta. El destino había querido que un don nadie tuviera su oportunidad y la aprovechó.

Allí tomaron una decisión políticamente incorrecta, pero que les salvó la vida. La Victoria volvería por los mares portugueses, por zonas conocidas aunque peligrosa. La Trinidad volvería a Panamá, aunque nunca llegaría porque la abordaron los portugueses.

Para Juan Sebastián Elcano, llegar cuanto antes a España para contar lo encontrado era el objetivo principal y así lo hizo. Consiguió llegar a España el 6 de septiembre de 1522. Habían pasado 3 años y 1 mes desde su partida. Habían llegado sólo un navío y 19 supervivientes (hubo 5 supervivientes más de la Trinidad, pero llegaron en 1524 después del abordaje portugués). Pero habían sido los primeros en darle la vuelta al mundo. En un mundo que era en aquel entonces mucho más grande que ahora. Juan Sebastián Elcano había escrito su nombre en la historia, el primero que circunnavegó el mundo. 

El Rey le concedió una renta anual de 500 ducados (una suma considerable para la época) y un escudo de armas especial, tendría para siembre una esfera con una leyenda: primus circundedisti me. Era efectivamente el primero que le dio la vuelta. Nunca se sabe cuándo la historia te requerirá, pero hay que estar atento para que , en ese momento, no defraudarla. Este es un ejemplo de un secundario que se convirtió en leyenda, para siempre.