domingo, 18 de diciembre de 2016

Una doctora fuera de su tiempo

Que las mujeres han estado siempre apartadas de los puestos de relevancia no es algo desconocido. Es un hecho. Que muchas mujeres han conseguido encontrar su hueco, por su capacidad y relevancia, también lo es.

La historia de hoy es cómo, cuando algo se hace evidente, encuentra su hueco, por muy extravagante que sea. También, sirva esta historia para recordar a todas las mujeres que han luchado por un mundo mejor, luchando contra la injusticia de la desigualdad.

Ubiquémonos en el tiempo. Siglo XII, en torno al año 1100. El español era un idioma en ciernes, España estaba medio dominada por los musulmanes y Europa... Europa simplemente, sobrevivía. Se empezaban a fundar universidades, la religión y el estado feudal lo invadían todo y lo más maravilloso que se hablaba era de la hazaña de atravesar Europa para llegar a Tierra Santa y enrolarse en una cruzada.

Como digo en esa época lo importante era sobrevivir. Lo habitual era dar un 10% de los bienes al señor que te protegía (el recordado diezmo) y la vida humana valía lo que valía. En ese ambiente nació nuestra protagonista, en el seno de una familia de noble de bajo nivel de Alemania. Hildegarda (que era su nombre) era la décima hija del matrimonio, y como en esa época los hijos eran una posesión, y la décima parte era para la Iglesia, los padres decidieron que nuestra protagonista fuera dada al servicio de Dios como diezmo.

Con 8 años, fue a vivir con una familiar de los condes de Spannheim, que vivía junto a un monasterio y ésta se dedicó a instruirla. Hildegarda tenía visiones desde muy pequeña, aunque sólo su profesora (Jutta) lo sabía. Con 15 años ya ingresó como monja en ese monasterio y allí permaneció hasta que falleció ya muy mayor para la época. 

Las visiones le acompañaron toda su vida. En esa época, tener visiones podía tener dos caminos: o te acercaban a la santidad o te convertían en bruja, dependiendo principalmente de quien fueras y qué podrías ofrecer. Sus visiones fueron analizadas por varios teólogos, a instancias incluso de Papa de la época y fueron consideraban visiones divinas. Hildegarda tenía mucho que aportar y se apresuró a escribir lo que tenía en mente.

Muchos de sus escritos fueron meramente religiosos, pero donde realmente fue reconocida fue en sus escritos sobre medicina. Entre 1151 y 1158 escribió su obra principal sobre medicina, llamada Libro sobre las propiedades naturales de las cosas creadas y que posteriormente fue divididos en 2 libros: "Physica" y "Problemas y Curaciones". Nuestra personaje aprovechó su influencia para escribir estos libros, que son los únicos en los que no atribuyó su escritura a las revelaciones divinas: ese conocimiento era de ella, a base de años de estudio y análisis.

Esos escritos fueron considerados nada menos que los escritos más influyentes en cuanto a medicina en toda la Edad Media y fueron incluidos en la recopilación de 1533 (¡casi 400 años después!) de todo el saber médico de la época.

Para que nos hagamos una idea de lo que proponía, Hildegarda se aproximó a las teorías de circulación de la sangre, determinó causas de contagios, de auto-intoxicación por las condiciones ambientales y dispuso el cerebro como el centro nervioso del cuerpo en lugar del alma o el corazón. Incluso se atrevió a describir apasionadamente el orgasmo femenino, algo absolutamente inusual (incluso tabú) para la Edad Media más profunda.

En la segunda parte del libro, expone cómo utilizar plantas naturales en pequeñas cantidades para la solución de problemas de salud. Concepto muy en boga actualmente, que se conoce como homeopatía. Insiste en la moderación y templanza para alcanzar una buena salud y la felicidad. Además detalla cómo a través de las secreciones (estado de la sangre, la orina y los ojos) se puede obtener información muy útil para saber el verdadero estado de salud. Hoy es algo que todos tenemos muy asumido, pero en aquella época era todo un avance.

Aunque ella siempre se consideró como una mujer débil tanto físicamente como de espíritu, parece que se ha demostrado en investigaciones ya en el siglo XX que eso era más una estrategia para evitar que fuera considerada hereje y repudiada. Y la verdad, se demostró que era suficientemente inteligente como para ser tenida en cuenta como uno de los personajes más influyentes de la Edad Media. 

Esa inteligencia, para asumir un rol inferior con el único fin de que prosperara su conocimiento es algo que me encanta de ella y que me parece un ejemplo a seguir. A veces nos perdemos solicitando notoriedad y esperándola para actuar. Gente como Hildegarda nos muestra que el camino es justo el contrario: lo importante es actuar, la notoriedad llegará después, incluso en las situaciones más complicadas.

domingo, 4 de diciembre de 2016

Conjeturando para que funcione

En estos días se cumple el 129 aniversario de la publicación de los resultados de un experimento que, nada menos, demostró que la física se equivocaba y era necesario un replanteamiento general de toda la teoría. Fue un hecho trascendental en su momento que obligó a tomar nuevos rumbos y a que los hombres escudriñaran su ingenio en busca de nuevas teorías. El fracaso de este experimento que nos obligó a crecer, no podía pasar desapercibido de este blog, sobre todo, cuando parece que estamos cayendo de nuevo en conjeturas que no pueden verificarse.

Pero entremos en materia. A finales del siglo XX, Maxwell, un eminente científico, describió que la luz era una onda y que como todas las ondas necesitaba un medio por donde moverse (igual que las olas van sobre el mar o el sonido sobre el aire). Era un medio que lo cubriría todo, porque la luz se propaga obviamente por el espacio. Así que este medio, necesario para cumplir las teorías vigentes en esa fecha de propagación de ondas, era onmipresente y además difícilmente medible. Era una conjetura útil y no había ninguna evidencia del mismo.

Como ese medio tenía cierta similitudes al conjeturado por Aristóteles, se le dio el mismo nombre, éter. La teoría del éter era relativamente simple: una especie de fluido muy fino y con particularidades que lo hacían casi imperceptible. Vamos, era un fluido creado ad-hoc, para cubrir una necesidad teórica para explicar el comportamiento de la luz.

Con esto, en 1887, dos científicos americanos pensaron cómo podían analizar el comportamiento del éter. Albert Michelson y Edward Morley, eran en ese momento desconocidos y poco reputados, pero diseñaron un experimento en el que, analizando dos haces de luz perpendiculares que tuvieran exactamente la misma distancia recorrida, se podrían detectar diferencias en ellos relativas al comportamiento del éter sobre esos haces de luz. El experimento fue un desastre. Mejor dicho, no fue un desastre, sino un fracaso: el resultado fue que los haces de luz eran exactamente iguales y por lo tanto, no podía considerarse que el éter fuera una teoría válida. Quedaba descartada la existencia del éter y se abría un terrible vacío en la teoría de la física.

Pero ese experimento llegó a manos de un señor llamado Einstein, que rellenó el vacío teórico que se había creado con la Teoría de la Relatividad. Ya no hacía falta el éter, ya había explicación al movimiento de la luz.

Sin embargo, el hombre es terco. En 1932, Jan Oort descubre que el movimiento de las estrellas dentro de la Vía Láctea es mucho más rápido de lo que debería ser con la masa de las estrellas. Años más tarde se analizan resultados similares analizando el movimiento de los brazos de la galaxia de Andrómeda. En 1933 un científico muy inteligente, pero excéntrico del Instituto de Tecnología de California, analizando sus resultados de observación directa, detectó el mismo problema en el Cúmulo de Coma. Y conjeturó. Pero era demasiado excéntrico para ser tenido en cuenta, así que se le ninguneó. Su nombre, Fritz Zwicky.

Fue olvidado durante más de 40 años, pero los resultados de los análisis de los datos obtenido en las mediciones astronómicas daban siempre el mismo error. La velocidad de movimiento de los cuerpos celestes era mucho mayor de lo que debería ser por la masa que tienen. Y cuarenta años después, alguien se acordó de la conjetura de Zwicky y la volvió a poner encima de la mesa. Había sido creada, oficialmente para la ciencia la Materia Oscura.

La materia oscura (o energía oscura, algo más avanzado sobre la misma teoría) es sólo una conjetura que sirve para cuadrar los datos observados con los datos que las ecuaciones nos ofrecen. Las observaciones nos llevan a que el universo debe tener una masa muchísimo mayor de lo que las teorías científicas soportan. Realmente es que apenas podemos justificar el 1% de la masa del Universo: se mueve mucho más rápido de lo que se debería mover y para ello, para esa masa que falta, la materia oscura es útil. Evidencias indirectas le llaman.

En cualquier caso, la materia oscura no se ha medido, no se ha tenido ninguna referencia directa de ella, no ha podido ser observada. Simplemente, es un elemento que hace cuadrar lo que se observa con las ecuaciones. Exactamente igual que se hizo con el éter. Quizás, dentro de unos años aparezca un Michelson y un Morley que demuestren si la materia oscura no existe o no. O quizás mejor, puede que aparezca otro Einstein que de un pasito más y justifique el movimiento acelerado observado, sin necesidad de materia oscura. En los dos casos, se demuestra que la materia oscura puede cambiarse por materia gris. Como en la vida misma.