martes, 25 de junio de 2013

Los nombre los pone el pueblo

El otro día mi hermana me pasó un comentario de una amiga para ponerla en el blog como entrada. Me gustó y aquí estoy. Pero sin embargo, voy a hacerlo un poquito más extenso, porque era un tema que me rondaba la cabeza desde hace tiempo.

El tema era el origen de la frase "dar duros a tres pesetas" y se refería a una anécdota protagonizada por don Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones, en disputa con Antonio Maura, político coetáneo. Maura intentó quitarle votos a Romanones por Guadalajara pagando tres pesetas y Romanones, en contra propuso "Darme las tres pesetas de Maura y yo os daré 5" y de ahí salió ese dicho. Sin embargo, esta anécdota no la he podido verificar, porque aunque Maura criticó mucho la compra de votos de Romanones en Guadalajara, realmente nunca fueron rivales, e incluso éste último perteneció al gobierno de Maura (que  fue elegido por Palma de Mallorca) en varias ocasiones. 

Sin embargo, esta anécdota me dio pie a un tema que siempre me ha llamado la atención. Aquí estamos muy acostumbrados a que los nombres oficiales van por un lado y los reales por otro. Pero realmente es algo que ha pasado en España desde siempre y con el dinero, más.

El duro es un claro ejemplo de esto. El duro se le conocía a las 5 pesetas y su origen fue una moneda de 20 reales que se acuño en el siglo XIX que por su tamaño se le conoció como "peso fuerte" o "peso duro". La peseta, que, aunque no era la única moneda del país en aquella época, ya existía, eran 4 reales y por tanto el "peso duro" eran 5 pesetas. 

Esa denominación se extendió mucho. Tanto, que era una moneda de negociación en la calle. Las cantidades grandes se contaban en duros. Se hablaba de 20.000 duros cuando se referían a 100.000 pesetas y todo el mundo (yo no recuerdo a nadie que no lo hiciera) que no hablara de la moneda de las 100 pesetas como "veinte duros".

Como nota curiosa, decir que únicamente se acuñó una vez una moneda de un duro. Fue en Gerona, en la época de la ocupación de Napoleón.

Cuando entró oficialmente la peseta en 1869 y se quedó como moneda única, los reales pasaron también a ser ficticios, y se llamaban así a los 25 céntimos (que fueron famosos porque tenían un agujerito en el centro). En esa época, se acuñaron monedas de cobre con leones grabados de 5 céntimos y 10 céntimos. El acuñado no salió demasiado bien, y el pueblo les comenzó a llamar "perra chica" a la de los 5 céntimos y "perra gorda" a la de los 10 céntimos. Ese nombre se extendió mucho, especialmente en la época de la posguerra.

En ese momento, el sistema monetario español era de 1 peseta = 100 céntimos. Pero ese era el oficial. En la calle era: 1 Duro (5 pesetas) - 1 peseta - 2 reales (50 céntimos) - 1 real (25 céntimos) - 1 perra gorda (10 céntimos) - 1 perra chica (5 céntimos).

Así que en realidad, en la calle había 5 denominaciones diferentes para todas la monedas que había.

No fueron los únicos nombres que les dio el pueblo a las monedas. Como por ejemplo el "talego", por los billetes verdes de 1000 pesetas o el "kilo" como se conocía al millón de pesetas. Por cierto, ese nombre de "kilo" viene de que en el siglo XIX ponían en las monedas su valor y el número de monedas que harían falta para 1 Kg de material. 

Pero llegó el Euro y esos nombres se perdieron, aunque seguro que la gente prepara otros nombres para el futuro, porque al final, los nombres los pone el pueblo.

jueves, 13 de junio de 2013

La volatilidad de las fronteras: Estados efímeros.

Desde siempre me ha gustado mirar el proceso por el que hispano américa se fue independizando de España y Portugal, porque ese proceso, plagado de héroes, villanos y defectos, nos enseñan cómo no hacer las cosas en el futuro. Ya sabemos que los hombres que olvidan su historia están obligados a repetirla.

Pero la entrada que quiero escribir hoy no lo voy a centrar en cómo se produjo, que más o menos todos los sabemos, sino en algo curioso que se produjo en todo ese proceso y que se ha repetido en otras partes del mundo, que son los estados efímeros. Estados que por algún motivo no fueron capaces de perdurar en el tiempo y desde que se fundaron hasta que desaparecieron pasaron unos pocos años, a veces, incluso meses.

Cuando Simón Bolívar consiguió independizar de España todo el virreinato del norte de Sudamérica (lo que hoy es Colombia, Venezuela, Guayana, Ecuador y Panamá) se creó un estado llamado la Gran Colombia. Eso se produjo en 1821, y realmente nunca funcionó del todo bien. Los españoles habían organizado bastante centralizadamente toda Sudamérica, concentrando el poder en contados sitios, lo que olvidaba grandes partes de territorio y generaba tensiones. La independencia era el momento de cambiar, pero no fue el caso. Se creó un país exactamente igual que la organización anterior y no fue muy bien aceptado por los ciudadanos. A penas duró 10 años, dado que seguían las tensiones entre los centralistas y los federalistas. Algo que siempre ha sucedido. Es un país que fue reconocido internacionalmente y que tuvo su constitución y varios gobiernos, pero no consiguió perdurar, disolviéndose como un azucarillo. En 1829, Venezuela (y Guayana) se independiza, en 1830, Ecuador y quedó sólo ya la República de Nueva Granada que fue cambiando de nombre sucesivamente hasta que en 1903 quedó separada Panamá de la que ya se llamaba Colombia, tal como lo conocemos hoy. 

La Gran Colombia era el gran sueño de Bolívar, pero a penas duró 10 años. Como nota curiosa decir que tanto Colombia, como Venezuela y Ecuador han mantenido prácticamente la misma bandera, la de la Gran Colombia.

No es el único ejemplo en Sudamérica. Hay uno casi más curioso. En la frontera entre Bolivia y Brasil existe un territorio llamado Acre, en plena selva amazónica. Este estado ni siquiera fue bien definido hasta finales del siglo XIX y dependía de Bolivia administrativamente, aunque en 1887 tuvo una alta inmigración brasileña que hizo, apenas unos años después que se declarara la República Independiente de Acre. Este estado se declaró en 1899 y duró hasta 1903 en varias formas jurídicas. Fueron sólo 4 años que dieron para mucho, dado que tenían Bandera, organización ministerial, correos, etc. Incluso en medio de ese periodo el estado fue invadido por tropas de Bolivia. Finalmente, en 1903, el estado se anexionó a Brasil, del que forma parte desde ese momento. Fue un estado realmente efímero de sólo 4 años.

En Europa también hay algunos ejemplos, aunque los más extraños fueron las vueltas que le dieron al mapa los soviéticos dentro de sus fronteras y aledaños. Fue un proceso que se produjo casi simultáneamente con la Primera Guerra Mundial y justo después de la revolución bolchevique, entre 1917 y 1920. Nada menos que hasta 24 repúblicas se crearon y se extinguieron en esos tres años. Ninguna perduró.

Otro ejemplo que también me llama la atención fue el que siguió la unificación italiana. Italia era un conglomerado de micropaises a primeros del siglo XIX cuando se inició un proceso de reunificación que no culminó definitivamente hasta después de la Primera Guerra Mundial, en 1919. Casi cada 5 años se creaban y desaparecían repúblicas y estados, unificándose y separándose en continuas revueltas y guerras que se produjeron en ese territorio en todo el siglo. Desaparecieron los reinos de Venecia, de Nápoles, los Estados Pontificios, el reino de la Toscana, poco a poco todo fue integrándose en el Reino de Cerdeña, hasta que se proclamó el Reino de Italia en 1861. Este proceso ha mantenido algunas reliquias que conocemos gracias al fútbol: San Marino, Liechtenstein y Mónaco, minúsculos estados que consiguieron perdurar a pesar del proceso de unificación y que han quedado como reliquias del pasado en un mundo que es demasiado efímero, hasta para los propios países.

domingo, 2 de junio de 2013

Cayéndose continuamente sobre nuestras cabezas.

El tema de hoy lo comenté en una charla sobre telecomunicaciones que dí hace poco y me resultó sorprendente que no se conociera. Es cierto que nosotros lo estudiamos en la carrera y lo tenemos asumido, pero también es cierto que no es algo que se conoce y cuando se comenta, sorprende.

Como digo, nos contaron en la carrera que existe una órbita espacial, llamada geoestacionaria, en la que, sin necesidad de movimiento, un satélite queda "suspendido" en un punto del espacio que además, es el reflejo siempre del mismo punto en la Tierra. Es la magia que tiene la gravedad de la Tierra y la Luna. Esa órbita, situada a unos 36.000 Km fue descrita a primeros del siglo XX por un científico, llamado Potoknic, pero se popularizó cuando un escritor de ciencia ficción llamado Arthur Clarke (el autor de "2001: Una Odisea Espacial") la propuso en 1945 como base para satélites espaciales.

Esa órbita se ha usado mucho en satélites y allí se encuentran algunos de los más conocidos, como por ejemplo, el Meteosat. Pero, es una órbita limitada y no todos pueden estar allí. Obviamente, en las órbitas más alejadas a la Tierra, el satélite está continuamente como fugándose de la Tierra y en órbitas más cercanas, el satélite está cayendo hacia la Tierra. Para que queden fijos en el espacio es necesario que estén  "rectificando" su posición y así van corrigiendo la atracción de la gravedad (mucho más pequeña que si estuvieran en la Tierra, claro).

Y hoy en día, cuando hablamos de satélites, el sistema más conocido y que ya todo el mundo usamos, es todo un mundo de curiosidades en sí mismo. Es el sistema GPS.

Todos lo conocemos y quien más o quien menos lo tenemos en el móvil. GPS es un sistema de posicionamiento global que los americanos lanzaron al espacio a mediados de los 80, en principio 11 satélites, se completaron hasta 24 en 1993, con una vida útil de 15 años. Sí, realmente vivimos con un sistema que ha sobrepasado su vida útil. Los sistemas que lo deberían sustituir (principalmente el Galileo de la Unión Europea) se están retrasando cada vez más por las restricciones de presupuestos, así que se está estirando el GPS, reparando los satélites y, en algún caso, enviando satélites sustitutos para que el sistema, hoy en día muy utilizado y ya indispensable, siga funcionando.

Los 24 satélites GPS cubren todo el globo, de forma que, siempre puedan detectarse, al menos, 4 de ellos. Con esa detección y los tiempos que tarda la señal, cualquier dispositivo es capaz de determinar su posición en base a cálculos complejos con mucha precisión. Cuanto más precisión de medida de tiempos tenga el dispositivo, más precisa será la posición.

Estos satélites están en una órbita de unos 22.000 Km de altura. Sí, 22.000 Km, lo que significa que no están geoestacionarios, sino que están en órbitas "que caen" hacia la Tierra, para lo cual, los americanos idearon un sistema de corrección y sincronización para que estos errores se pudieran subsanarse y establecieron 5 estaciones de control por el mundo: Isla Asunción, en mitad del Atlántico, Isla de Diego García, en mitad del Índico, Isla de Kwajalein, en el Pacífico occidental, Hawaii, en el Pacífico Oriental y California (aunque esta última es sólo de reserva). En estos sitios hay estaciones monitorizan todo el tiempo a los satélites, les mandan señales y así corrigen su posición y sus relojes. Digamos que están siempre haciendo dos cosas: sincronizando sus relojes y "levantando" los satélites, para evitar que caigan. Así, siempre están en el sitio correcto y así el sistema funciona. Y la verdad es que tenían razón, el sistema funciona perfectamente.

Como última nota curiosa, decir que sincronizan sus relojes porque la velocidad de los satélites es tan grande girando alrededor de la Tierra que ya se nota el efecto de la teoría de la relatividad y a nivel de microsegundo, los relojes varían y, como he dicho antes, eso es crítico para que el aparato de tu móvil, no se equivoque. 

Bueno, a veces es bueno asumir que, en el cielo, existe un sistema de satélites continuamente cayendo sobre nuestras cabezas y que, gracias a ellos y a los controles permanentes que se hacen, uno puede salir a correr alrededor de su calle y tu teléfono es capaz de decirte hasta a qué velocidad vas. Una utilidad de andar por casa basada en un sistema realmente curioso.