miércoles, 1 de febrero de 2017

Un billete fuera de su tiempo

Una de las aficiones que más me han gustado de siempre es la colección de billetes antiguos. Lamentablemente no tengo muchos, pero cuando cae en mis manos un libro catálogo lo leo con avidez, viendo las curiosidades de los billetes.

Generalmente los billetes representan personas del pasado (sólo los reyes vigentes son representados en alguno de ellos) y normalmente, personas que han sido afines al régimen de turno o artistas. Casi hubo una excepción, pues D. Santiago Ramón y Cajal apareció en un billete sólo unos meses después de morir, en 1935. Lamentablemente, ese billete duró en circulación bien poco. Todos sabemos lo que pasó al año siguiente.

Sin embargo, revisando un catálogo, me he topado con una magnífica incongruencia. Un billete fuera de su tiempo, con un personaje que no pega con el tiempo en que fue emitido. El billete en cuestión fue emitido en 1946, con valor de 25 pesetas. Estamos en la época más dura del franquismo, con carencia absoluta de libertad, y casi de medios, aún con las cartillas de racionamiento, con la izquierda exiliada y perseguida y con la Iglesia presente en todos los órganos de gestión del estado.

Pues bien, en ese billete aparece un personaje que ahora mismo es poco conocido: D. Alvaro Florez Estrada. ¿Y quien fue este personaje? Veámoslo.

Alvaro Flórez Estrada nació en un pueblo al que le tengo especial cariño, Pola de Somiedo (era el pueblo del padre de un gran amigo) en 1766. Estudió derecho, pero era un liberal y un ilustrado y en esa época, el conocimiento llamaba al conocimiento. Con sólo 29 años ya estaba en Madrid gestionando cuentas públicas cuando Godoy lo desterró a Asturias por ser afín a la revolución francesa. Se especializó en economía y en 1808, cuando estalló la guerra de la Independencia, fue nombrado produrador general de Asturias. Fue uno de los principales reivincadores, desde ese puesto, de la necesidad de nombrar Cortes Generales y promulgar una constitución.

En 1810 se desplazó a Sevilla, donde se había reunido la Junta Central y, tras un breve paso por Gran Bretaña, volvió a Cádiz en 1812 para proclamar la libertad, creando un periódico que fue una voz a favor del liberalismo más radical. A partir de ahí, hasta la caída del absolutismo en España, vivió a caballo entre España y Gran Bretaña. En 1814, tuvo que exiliarse, volviendo en 1820 con el trienio liberal de Riego (periodo en el que tuvo varios cargos de consideración), y teniendo que exiliarse de nuevo, en 1823, cuando los cien mil hijos de San Luis llegaron para reponer el régimen absolutista en el poder.

Tuvo que esperar a 1834, cuando murio Fernando VII para volver a España e inmediatamente fue elegido diputado.

Como digo, fue un reconocido liberal y publicó excelentes tratados de economía pública, entre ellas  destaca una llamada "Curso sobre economía política" que deberían leerse muchos gestores actuales, pues explica bastante bien cómo debe gestionarse un estado y, sobre todo, para qué. Todo lo que publicó lo hizo a favor del liberalismo, corriente incipiente en esa época y maltratado por un sistema católico totalitario del que se veía obligado a exiliarse. Por cierto, sus libros fueron publicados en español en Gran Bretaña cosa no muy habitual y aún son sencillos de conseguir y de leer. Los recomiendo.

En sus escritos y en sus planteamientos económicos, era como en su vida, un liberal, siendo considerado por algunos como la versión española de Adam Smith, el famoso economista escocés.

Su última lucha fue curiosamente contra la desamortización de Mendizábal, en la que se expropiaron terrenos del clero para dárselos al pueblo. Sin embargo, Flórez Estrada no estaba en contra de la desamortización, sino del método empleado. El indicó que si los terrenos se adjudicaban en subasta, se entregarían a las oligarquías adineradas y no a los pequeños propietarios, creando aún más desigualdad. Su propuesta era dársela en alquiler a los pequeños productores para que generaran su propia riqueza y pudieran fijar población al territorio. La tierra para quien la trabaja, algo bastante repetido posterioremente.

Curiosamente, pasó exactamente lo que dijo que pasaría y la desamortización, en lugar de generar beneficios para el país, provocó un atraso del que tardamos años en recuperarnos, si es que lo hemos hecho.

Fue nombrado  senador vitalicio en 1846 y falleció ya anciano unos años después, en 1853.

Flórez Estrada era como veis, un liberal convencido y, desde luego no se escondía, pues publicó mucho al respecto, uno de los personajes que intentaron cambiar España para bien, aunque no tuvo demasiado éxito, quizás porque era demasiado avanzado intelectualmente para la época.

Lo que aún no tengo claro es qué vio Franco en este personaje, convencido liberal, anticlerical y antioligarca como para homenajearlo haciéndolo aparecer en un billete. Al menos, me ha servido para recordar a aquellas personas que defendieron sus ideales a costa, a veces, de su propia comodidad.

domingo, 1 de enero de 2017

La lengua de Cerbantes

Ayer fue el último día del año del 400 aniversario del fallecimiento de Cerbantes. Un excelso escritor con una obra magna, como es el Quijote, donde reflejó de forma genial es espíritu de los españoles.

Sí, lo he escrito con "b". Hace no mucho, un amigo lo escribió asi y le pregunté y me dijo que era tal como lo escribía él. Muy interesante me parecio la cuestión y me quede con las ganas de ver por qué él mismo lo escribía con "b", cuando hoy en día todos lo conocemos con "v".

Vayamos a su tiempo y a las normas que imperaban en ese momento: D. Miguel escribió la primera parte del Quijote en 1605. En esa época aún no se había creado la Real Academia Española (la RAE), que fue fundada en 1713 (y curiosamente, por un francés, el recién estrenado rey borbón Felipe V). Las normas ortográficas se seguían por la costumbre, aunque ya había tratados que intentaban fijar las normas.

El primer tratado se escribió por un lebrijano, Elio Antonio de Nebrija en un año clave para este país, 1492 (cuantas cosas pasaron ese año, ¿verdad?). En ese tratado, primer tratado lingüístico de las lenguas romances, Nebrija escribió las leyes básicas del español que perduran hasta hoy. La norma básica es que "se escribe como se pronuncia", aunque él mismo indica en su libro que, a pesar de que es posible leer de forma unívoca la palabra, no es sino la costumbre la que te permite escribir correctamente la palabra oída. En cualquier caso, él establece esa norma que ha hecho que el español sea un idioma muy simple de leer, porque no hay diversidad en la pronunciación de lo escrito.

Curiosamente, Nebrija establece un abecedario de 26 letras (casi las mismas que tenemos ahora), aunque no son exactamente las mismas. Del abecedario de Nebrija al actual hay algunas letras que han aparecido y otras que han desaparecido. Han desaparecido: la "ç", que se utilizaba para un sonido entre s y z que ya ha desaparecido del español,  y las letras dobles "ch" y "ll", que desaparecieron en 2010 por un tema de conveniencia con el lenguaje digital, aunque no han perdido su fonema. Y han aparecido otras, que, aunque parezca mentira, Nebrija no las consideraba: la "j", que Nebrija la representaba como "x~", la "ñ", que Nebrija decía que era la doble n "nn" (ver entrada del blog: El origen de nuestra identidad), la "q", que simplemente carecía de utilidad y las vocales-consonantes: la "v", que no era una letra, sino la "u" hecha consonante, y la "y", que era la "i" hecha consonante. Obviamente tampoco aparecían las letras importadas: "w" y "k".

Básicamente la teoría era escribir como suena. Cabe pensar, ¿y la h? ¿Como que Nebrija la mantiene? Pues la mantiene para indicar que la vocal que la sigue es vocal y no consonante. De esta forma "hueco" sonaría "ueco" y no "veco" e "hiato" sonaría "iato" y no "yato". Recordemos que la "u" y la "v" es lo mismo para Nebrija. Además, hay un matiz más. El sonido de la "v" y la "b", aunque en la práctica era prácticamente el mismo (y así lo reconoce Nebrija), oficialmente y en los círculos eruditos no era así. La "v" se decía como silbando, así que aún no era considerado 100% el mismo sonido, por lo que había que diferenciarlos. Por cierto, curiosamente Nebrija no sigue sus propias normas en el tratado que escribe.

Después de Nebrija otros autores siguieron esta línea, llamada "fonetista" y fueron mucho más radicales eliminando letras y asignándolos a fonemas. Justo cuando Cervantes escribió el Quijote, esta tendencia estaba en su máximo apogeo. Así, en 1609, el sevillano Mateo Alemán publicó en México una "Ortografia Castellana" mucho más radical y asignando una letra a cada fonema. Mateo Alemán dice en su libro que "en Castilla andan confusas la v y la b, como en Andalucía la ç y la s". Teniendo en cuenta que Cervantes era castellano, está claro que él llamaría a su nombre como "Cerbantes", con el sonido de la "b" y no con la "v" silbada y por eso lo escribía así. Un tema a destacar es que Mateo Alemán y Cervantes se conocían, pues convivieron en los círculos literarios de Sevilla entre 1599 y 1608. Y es más, probablemente se conocieron en la cárcel, en 1602, cuando ambos coincidieron en la Cárcel Real de Sevilla. Y hay un dato que confirman que se conocían: cuando Mateo Alemán llegó a México en 1608 fue detenido por portar un libro prohibido: "El ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha", primera edición. No era fácil encontrar ese libro, así que relación, tenían.

¿Y cuando se modificó? El cambio de la grafía del apellido se produjo a partir de la publicación de la primera ortografía española en 1741, por la ya fundada RAE. En ese tratado ya se dice que se da por perdida la diferencia sonora entre la b y la v y que las 2 se pronunciarán como "b", pero que se mantendrían los símbolos diferentes por costumbre. La forma de diferenciarlas que se propone es la siguiente: "se escriben con b o con v aquellas  palabrasque  la tengan en su origen. En las que se tengan dudas, se escribiría con b". El apellido Cervantes tiene su origen en un concejo de Lugo y deriva de la palabra ciervo (en latín, cervus). Era, por lo tanto necesario que a partir de ese momento, la RAE, escribiera su nombre con "v": Cervantes, siguiendo sus propias normas enel  apellido de un insigne y reconocido escritor. Con esa norma cambió para siempre su grafía y así es como debe escribirse correctamente.

En cualquier caso, lo importante de Cervantes no es como se escriba, sino que nos dejó un legado inigualable. Un ideal español traducido en novela. "Cambiar el mundo, amigo Sancho, no es utopía, sino justicia".

Y por último, una curiosidad para uno de mis lectores y muy aficionado al Quijote. ¿Sabéis cómo se llama la primera edición del Quijote, que llevaba Mateo Alemán en su viaje a México? Se llamaba la edición de "Juan de la Cuesta". Casi nada.