miércoles, 12 de febrero de 2014

El ejemplo sencillo.

Hacía tiempo que quería escribir una entrada sobre el personaje más admirado por mi mujer, y no hay mejor día que hoy, día de la ciencia para hacerlo.

Nuestra historia de hoy empieza en Varsovia, ciudad de Polonia, en 1867. Allí nació una niña, llamada María. De carácter inquieto y una necesidad natural de aprender, asistía a clases clandestinas junto con su hermana Helena, en una época en la que no era muy habitual que las mujeres cultivaran su intelecto. Helena marchó a París con la promesa de que ayudaría a su hermana a ir con ella, cosa que ocurrió en 1891, ya con 24 años.

En París, Marie se matriculó en la Sorbona en física y matemáticas. Además, era la primera vez que salía de Polonia, así que además de la dificultad científica, tenía la dificultad del idioma, a la vez que aprendía ciencia, aprendía francés. Había que conseguirlo todo.

Marie era mujer que vivía del intelecto. Hay pocos ejemplos de seres humanos así, pero sí que hay bastante ejemplos de genios con este rasgo. Para ella disfrutar de la vida no era lo más importante, tenía que aprender, crear, aportar, descubrir, y a fe que lo consiguió. 

Acabó física en 1893, con el número 1 de su promoción y matemáticas en 1894 con el número dos. No quiero pensar qué habría hecho si hubiera sabido francés desde el primer día. Afortunadamente para la humanidad, se quedó en la universidad para realizar el doctorado y allí conoció a Pierre. Se enamoraron perdidamente, eran dos almas gemelas, dos personas que disfrutaban de la investigación y de la ciencia. Y conectaron. Tanto que no tardaron en casarse, 1895 y se dedicaron a la investigación. En el mismo 1895 descubrieron los rayos x y al año siguiente la radioactividad natural.

Extraño fenómeno este de la radioactividad en el que los elementos parecían que no querían ser como son e irradian energía en diferentes formas, rayos x, rayos gamma o incluso variando el isótopo. Un elemento radioactivo, con el paso del tiempo puede acabar siendo otro elemento diferente.

Marie y Pierre, curiosos como eran, descubrieron este fenómeno y lo publicaron. Era un descubrimiento magnífico y dirigida por el propio Bequerel, realiza su tesis en este campo. En 1903, recién doctorada, recibe el Premio Nobel, junto con su marido y con su director de tesis. Un doble reto. Había sido la primera mujer en doctorarse cum laude y la primera mujer en recibir un premio Nobel. Pierre, por su parte había conseguido la cátedra en la Sorbona. Ellos habían roto barreras, marcado camino, pero una vez recogido el premio, volvían a su casa y había que seguir.

La vida de Marie no fue nunca sencilla y al poco, su marido Pierre fallecía en un accidente. La Sorbona tuvo un gesto sin precedentes y ofreció a Marie la cátedra de su marido. Sentimentalmente oportuno, pero desde luego, no iban a encontrar a alguien más capaz que ella para asumir el reto. Y así fue como, en 1906, se convirtió, además en la primera catedrática y profesora de la Sorbona, nada menos que 650 años después de su fundación. 

Aquella chica de 24 años que salía de Varsovia era, 15 años después una reputada científica, Premio Nobel, doctorada cum laude, catedrática y... viuda madre de dos niñas. Había que seguir destacando para seguir avanzando. No quedaba de otra.

Y siguió. En 1910 aisló un gramo de radio puro y recibió un segundo Premio Nobel, ahora de química, por dicho descubrimiento. Ni 20 años llevaba en París y ya era la primera persona con dos premios Nobel. Más de 50 años tardaron en igualarla y sólo 3 personas lo han conseguido. De hecho, sigue siendo la única persona en tener dos premios Nobel en dos campos científicos diferentes.

Siguió investigando, con una perspectiva cada vez más altruista. No patentó el descubrimiento del radio y trabajaba en pos de una mejor humanidad. Su reconocimiento era cada vez mayor y su cansancio, también. En 1914 llegó la Primera Guerra Mundial y Marie creó un cuerpo de élite con un radiógrafo portátil para tratar a los soldados en el frente de batalla. Su transporte era conocido como "Petit Curie" y le llevó a ganarse aún más el respeto de la gente. Era una mujer querida y admirada y así se lo demostraron en Nueva York, cuando en su visita, en olor de multitud, le regalaron un gramo de radio puro. Ella lo donó al instituto de la radioactividad de Varsovia.

Nunca olvidó su patria natal. Polonia, no existía como tal, sino que estaba repartida entre Rusia, Prusia y Austria, así que cuando tuvo que nombrar un nuevo elemento que había descubierto, no lo dudó: Polonio. Su patria, al menos, quedaría para siempre en la tabla periódica, para que no se olvide su nombre. Más tarde, Polonia volvería al mapa, pero ella nunca lo vería.

En 1934 fallece, víctima de su propio éxito, por los perjuicios de la radioactividad. Dejó un legado inigualabe, pero aún dejó un legado más. Su hija Irene fue también Premio Nobel en 1935 y su otra hija, Eva, escribió una biografía de su madre que fue un gran éxito. Además de gran ejemplo, consiguió trasmitir sus valores a sus descendientes.

Marie fue tan inigualable que, hoy, un siglo después y en una época de ignorancia, todo el mundo la conoce. Ejemplo de científicos y ejemplos de seres humanos,  marcó un camino para intentar crear un mundo mejor desde donde uno puede aportar, desde donde uno es válido. No es necesario ser un Gandhi (que se merece también una entrada) para hacer de esta bolita azul un mundo mejor, simplemente bastaría con ser buenos en lo que uno sabe hacer, siempre con las ideas claras y la dignidad alta. A veces es suficiente con hacerlo todo mucho más sencillo. 

lunes, 3 de febrero de 2014

Si lo se, me callo

Después de casi un mes de cansancio nocturno, retomo mi blog. Hoy he dudado sobre qué escribir, pero al final me he animado para escribir sobre curiosidades de genios que todos conocemos.

Muchas veces me he preguntado si los maestros se dan cuenta de lo que tienen entre mano, si los profesores son capaces de  sacar todo el jugo a sus alumnos o mejor aún, si consiguen que los alumnos puedan sacar todo su capacidad en un futuro. Tuve la suerte de pertenecer a un curso de bachillerato de primer nivel, donde ahora mismo hay médicos reconocidos, ingenieros de primer nivel, responsables empresariales y administrativos e incluso, un puntero internacional en su campo. Pero también ha habido sorpresas, gente que cuando estudiaba no llamaba la atención y después, por lo que sea, destapa el tarro de las esencias y consigue llegar mucho más lejos de lo que se pensaba. El típico comentario de "nunca hubiera dicho que..."

Pero esto no nos pasa sólo en la vida cotidiana. Hay ejemplos de genios que han sufrido en sus carnes esto, algunos muy significativos y algunos de estos casos, los contaré hoy.

Empezaré con la mente que representa al siglo XX. Albert Einstein es, sin lugar a dudas, un genio. Sin embargo, aunque sus estudios de joven fueron brillantes, con 16 años intentó ingresar en la Universidad de Zurich, pero fue rechazado por suspender en lengua extranjera y biología y tuvo que dedicar un año a prepararse hasta que lo consiguió. Era brillante, pero poco más. Sin embargo, en la Universidad conoció a Mileva Maric, una estudiante serbia que consiguió dar con la fibra sensible de Albert y sacarle todo su jugo. Einstein era un magnífico físico, pero Mileva era una extraordinaria matemática. Terminaron simultáneamente sus estudios y Einstein propuso una tesis doctoral que el doctor Weber rechazo. Una no, ¡tres proyectos de tesis rechazó el doctor Weber!. Einstein terminó desarrollando su tesis sobre las dimensiones moleculares en un trabajo extraordinario de sólo 17 folios en 1904. Y en 1905, publicó su famosa Teoría de la Relatividad. Nunca se reconoció ayuda por parte de Mileva, pero ella estuvo a su lado y años más tarde, en 1921, cuando recibió el Nobel, le entregó el cheque íntegro a Mileva, de la que ya estaba divorciado y casi no mantenía relación. ¿Acaso un reconocimiento a su ayuda? No se sabrá. Lo que sí se sabe es que el Doctor Weber probablemente no pensaba que enfrente suya se encontraría la mente que cambió el razonamiento físico de la humanidad y el símbolo futuro de los genios.

Otra leyenda científica que también tuvo momentos complicados fue Charles Darwin. Hoy en día nadie pone en duda su teoría de la Evolución, y se ha convertido en un símbolo de los estudiantes de la naturaleza. Sin embargo, el joven Charles, fue, junto con su hermano Erasmus a la universidad en 1825 para estudiar medicina. Le parecía algo tedioso e insoportable, así que tres años después, su padre decidió que ya estaba bien de estudiar y lo mandó a estudiar letras para que se volviera pastor protestante. Pero, lo que son las cosas, en esa escuela se topó con un profesor llamado John Stevens Henslow que le introdujo en una nueva corriente religiosa de la época que se estaba poniendo de moda y que era el germen de los primeros naturalistas, una corriente llamada la teología natural. Y ahí encontró la piedra que le faltaba por encajar. Después de un año complicado, se aplicó en este campo y consiguió, por fin aprobar. Poco después su profesor Henslow le ofreció un puesto de naturalista sin retribución que aceptó. La historia de después ya la sabemos.

Hay miles de ejemplos más, Picasso, Unamuno, Balzac, el propio Churchill o incluso Bill Gates (bueno, este nunca ha sido un genio, fue más bien un hábil hombre de negocios), pero para terminar, voy a contar quizás la historia que más me gusta, porque la escuché de pequeño y que aún hoy me llama la atención de cómo la administración puede pensar que la gente no tiene corazón. Es la historia de Giuseppe Verdi. Verdi nació en un pequeño pueblo del ducado de Parma, donde ya recibió algunas clases de música. Más tarde fue a vivir a Busseto donde su maestro Ferdinando Provesi le daba clases. Consiguió ser el organista de la Iglesia del pueblo, pero era un pueblo pequeño y si quería progresar tenía que ir a Milán y allí fue, para seguir su carrera gracias a Antonio Barezzi y aun préstamo del banco de su pueblo. Intentó entrar en el conservatorio, pero no fue admitido y tuvo que buscarse un profesor particular durante varios años. Este profesor, master concierto en La Scala sí consiguió sacar de Verdi lo que se esperaba de él y lo formó muy de cerca hasta que en 1839, siete años después de su rechazo, consiguió estrenar su primera ópera, "Oberto". Después de ella, "Nabuco", "MacBeth", "Riggoletto", "Aída" y tantas otras que todos recordaremos. Ya casi anciano, la ciudad de Milán decidió darle un homenaje, nombrando su conservatorio con su nombre. Conservatorio Guiseppe Verdi se llamaría, pero Verdi, en un gesto medio arrogancia medio dignidad se negó. El nunca había podido formarse en ese conservatorio. Sin embargo, ya fallecido, sus familiares si aceptaron el ofrecimiento y actualmente se llama así, Conservatorio Giuseppe Verdi, aunque no deja de ser curioso.

En realidad debe ser complicado adivinar lo que te viene con unos gestos o en ciertas circunstancias, pero hay genios universales que parecían no dar con la clave, hasta que encuentran a alguien que consiguen que saquen lo mejor de uno. Eso sí, seguro que, pasado el tiempo, sus maestros pensaron "si lo se, me callo".