domingo, 14 de febrero de 2016

De la necesidad, pioneros

La historia de hoy es una historia que va de la mano de la conquista de las igualdades que la sociedad occidental ha ido consiguiendo. Y la representación de esta igualdad en la sociedad democrática es el concepto de 1 persona 1 voto, el sufragio universal.

Pero este concepto, base de la democracia moderna, ni es tan extendido como se cree, y desde luego, no hace tantos años que está implantado.

Y no siempre el sufragio universal se ha conseguido después del voto femenino, en la mayoría de los países no llegó hasta muchos años después de que las mujeres consiguieran ese derecho.

Pero vayamos al principio. Para contar este inicio de la historia, hay que ir a un clásico del cine, "Motín a Bordo". Esta película cuenta la historia de un navío, llamado HMS Bounty, donde en 1789 se produjo un motín en mitad del Pacífico en el que los marinos tomaron el control del buque y enviaron al capitán en una barcaza a su suerte. La historia de este capitán es una historia fantástica, pero centrémonos en los amotinados. Habían venido de Tahití, encantados con el lugar y sus habitantes y no querían volver a Inglaterra. Así que después del motín, buscaron unas islas perdidas para instalarse para siempre: las islas Pitcairn. Allí vivieron y formaron familias con habitantes locales. Era sólo una pequeña población de pocas personas, pero la colonia de los descendientes perdura hasta hoy. 

En 1825 fueron descubiertas las islas de nuevo por otro navío inglés y se encontraron los descendientes de los amotinados (sólo uno sobrevivía). Poco después, en 1838, la isla pasó a formar parte del territorio británico y ese mismo año los habitantes elegirían a sus representantes. Como había tan poca población se decidió autorizar el voto a todos los habitantes, incluidas las mujeres, convirtiéndose en el primer lugar del mundo en el que se permitió el sufragio universal.

Poco a poco fue cuajando y fue un país vecino, Nueva Zelanda, en 1893, el primer estado que autorizó el Sufragio Universal (aunque el primero que autorizó el sufragio femenino, fue Wyoming, en 1869, pero no autorizaba votar a los de raza negra).

En América, el primer estado fue Uruguay, en 1917, aunque no se ejerció hasta 1927. En Europa los nórdicos fueron los pioneros, como casi siempre: llegó a Finlandia, en 1906, a Noruega en 1913 y a Dinamarca en 1915. A España, llegó en 1933 (ver entrada "Un debate extraño, un duelo de altura"). Es curioso que el sufragio universal llegó a uno de los países punteros en democracia, Suiza, más tarde de lo que uno podría pensar. Hasta 1971 no se otorgó el voto femenino. Como curiosidad decir que Suiza sí aprobó una ley que permitía el voto femenino en 1958, pero un referendum de los de Suiza lo rechazó con 2 terceras partes de los votos en 1959. Aún así no fueron los últimos europeos en dotar de la igualdad de voto a todos los ciudadanos. El último que permitió el voto femenino fue Liechtenstein, en 1984.

¿Y la nación que se autodenomina la cuna de la igualdad de oportunidades, Estados Unidos? Pues permitió el voto femenino relativamente pronto, en 1920, pero eso no representó el sufragio universal. Éste no llegó hasta 1965, porque hasta esa época, no es que estuviera prohibido el voto a la raza negra, pero se inventaban ciertas limitaciones para que no se pudiera producir, como cobrar por permitir que se produjera, por ejemplo. En esa fecha, 1965, el presidente que sustituyó a Kennedy, Lyndon Johnson promulgó una ley federal que impedía esas prácticas e igualaba por fin a todos los ciudadanos americanos.

Hoy en día, obviamente, hay muchos países que no permite el voto a todos los ciudadanos, pero poco a poco van ampliándose el registro. Como curiosidad, el último país en aceptar el sufragio universal es la República Dominicana, en 2015, año en el que permitió el voto a militares y policías, que lo tenían prohibido hasta entonces.

La verdad, me alegra ver cómo una medida que se inició como una necesidad para poder tener quorum suficiente en una remota isla, es ahora algo cotidiano y que resulta extraño algún país que no lo acepte o ver cómo países muy avanzados no han permitido este derecho hasta hace muy poco tiempo. Al final, como siempre, de la necesidad nacen los pioneros, incluso de las cosas que no deberían ponerse en duda, como la igualdad entre las personas.

domingo, 7 de febrero de 2016

El poder de los libros

La entrada de hoy, es sin lugar a dudas, un cuento de hadas. Un cuento de hadas que culminó en una unidad de medida que incluso llegó a formar parte de una canción algo surrealista de primeros de los ochenta, el Faradio.

Esa unidad deriva de un apellido, Faraday, y de un hombre, Michael Faraday, uno de los científicos más reconocidos del siglo XIX, y toda una leyenda de la Royal Society de Londres, pero que tuvo que pelear cada momento de su vida como científico.

Faraday nació en Newington, en el sur de Londres, en una familia muy humilde. Casi pobre. Desde muy pequeño, la educación fue algo secundaria, había que trabajar, primero como repartidor de periódicos, pero con 14 años, tuvo la fortuna de entrar a trabajar como aprendiz de encuadernador de libros.

Eso le daba una ventaja importante, tenía acceso a la lectura y Michael, que tenía una mente muy inquieta, se bebía los libros. Uno tras otro los libros pasaban por sus manos, especialmente los libros científicos.

En 1812, con 20 años, comenzó a asistir a conferencias de la Royal Society. Iba invitado por un amigo, al gallinero, pero apuntaba con devoción lo que se decía en las conferencias, en especial las de Humphry Davy, uno de los principales científicos de la época. Al cabo de un tiempo, Faraday, decidió jugársela. Tenía muchas notas y tenía acceso a encuadernación. ¿Podría funcionar? Decidió agrupar todas sus notas, encuadernarlas y enviárselas a Davy, junto con una petición: quería aprender a su lado.

Davy se sorprendió con el presente. Nadie se había molestado tanto en aprender, y por supuesto nadie se lo había demostrado con tantas ganas. Al poco, el destino quiso que uno de los aprendices de Davy fuera despedido y se acordó de aquel joven que decidió cambiar su vida con un libro manuscrito. Y lo contrató. Ese día, Faraday entró en la Royal Society como aprendiz. Ya nunca saldría. Tenía sólo 21 años. Era 1813.

En los primeros años, era un apestado por su origen humilde. Nadie lo quería y se veía obligado a realizar tareas de sirviente, porque no era un caballero. Londres, no era el centro de la igualdad de clases, precisamente. Pero Faraday resistió, la ciencia lo merecía.

En la Royal Society realizó un trabajo excelente y pronto destacó. Era muy tenaz y realizó trabajos en principio respecto al cloro y a la expansión de gases, pero pronto pasó a trabajar sobre los campos magnéticos, consiguiendo demostrar que era posible convertir el campo magnético en movimiento, creando un rudimentarísimo motor eléctrico, pero que es el primer escalón de lo que hoy entendemos como el futuro. Descubrió las líneas de campo magnético y cómo se propagaba en el espacio. No tenía prejuicios y la mente abierta le permitía ver cosas que otros no pensaban.

Davy cogió celos de él, y, para fastidiarlo, lo quitó del estudio del electromagnetismo y lo puso a trabajar en creación de cristales, para intentar conseguir la fórmula ya creada en Baviera, pero no tuvo suerte. La historia, siempre juguetona quiso que no fuera un trabajo en vano: años más tarde un trozo de cristal fallido le permitió demostrar que la luz puede polarizarse. La base para muchas aplicaciones posteriores.

Faraday dejó mucho para la posteridad: inventos como la Jaula de Faraday (entorno metálico cerrado que está hecho de una forma que hace que no haya campos magnéticos dentro) o ciertas leyes electromagnéticas (las Leyes de Faraday) o unos principios de comportamiento científico que todo estudiante debería seguir. Pero lo que más me gusta de lo que dejó para la posteridad es la conferencia de Navidad. Faraday, recordando su origen humilde, decidió en 1825 hacer una conferencia de Navidad gratuita para acercar la ciencia a los jóvenes. Un gesto altruista, que la Royal Society asumió como suyo, por el que han pasado auténticos genios y que perdura hasta la actualidad.

Fue muy reconocido, pero siempre renunció al ningún nombramiento. Consideraba que era un gesto vanidoso que sólo le perjudicaría. Siempre quiso ser simplemente Mr. Faraday. Sin embargo, el mundo es cruel y ya mayor sufrió por su escasa formación. Se reclamaba una argumentación matemática de sus descubrimientos y él, pues no podía hacerlo, simplemente. Sus descubrimientos estaban en entredicho, hasta que un joven matemático, llamado Maxwell le devolvió el favor que él le hizo a Davy: un día le llegó un libro con el planteamiento matemático de sus descubrimientos. El círculo se cerró y Faraday demostró que estaba en lo cierto. Nadie más lo discutió nunca. 

Murió mayor para la época y renunció a ser enterrado en la Abadía de Westminster, aunque existe una placa en su honor en ella, porque sin duda era un genio humilde. De los mayores de la historia. Y que pudo aparecer en escena gracias a los libros, aunque en esta ocasión no sólo por leerlos.

domingo, 31 de enero de 2016

Un estrecho muy remoto

Ayer tuve la fortuna de visitar la Nao Victoria en el Puerto de Algeciras. Todo un privilegio ver la réplica del barco que primero circunnavegó el globo. Una aventura de héroes de la que ya escribí una entrada ("De secundario a leyenda").

Pero ayer, viendo este barco, recordé otra historia relacionada con esa época de aventuras épicas, de la que quedó un nombre geográfico muy cercano para mí: El Estrecho de Torres.

Pocos conocen a este lado del mundo dónde está este estrecho ni qué significó en su momento, así que lo primero es ubicarlo: es el estrecho que separa Papúa Nueva Guinea del norte de Australia.

Tiene una longitud de 150 Km de punta a punta, pero sin embargo, es todo un embudo, dado que es un estrecho muy poco profundo (entre 7 y 15 metros únicamente) y está plagado de islas (hay aproximadamente 250 islas en este estrecho, de las que 17 están habitadas permanentemente), que forman parte reconocida de Australia y sus habitantes (unos 10.000) son reconocidos aborígenes por el Gobierno Australiano.

Este difícil punto de navegación fue descubierto por uno de los aventureros españoles de la época en la que los españoles conocían como nadie el mundo: Luis Váez de Torres. Es un personaje altamente misterioso, del que no se conoce el nacimiento, ni el lugar del mismo, ni nada hasta que, en 1605 aparece en los registros del Nuevo Mundo como comandante de la segunda nave de una expedición al Pacífico, la expedición de Pedro Fernández de Quirós.

España estaba empeñada en conocer bien el Pacífico, desde que en 1521, Fernando de Magallanes descubriera las Filipinas. En 1605, ya estaban descubiertas las islas Filipinas, las Islas Salomón y las Islas Marianas y la teoría en esa época es que debía existir un gran contienente al sur del Pacífico, llamado como Tierra Australis, que "balanceaba" el peso de la tierra para evitar que la misma volcara.

Con esa idea parte de Perú la expedición de Pedro Fernández de Quirós en diciembre de 1605. 5 meses después avistan tierra, Vanuatu (en mitad del Océano Pacífico). Poco después, hubo un incidente nada claro en la expedición y Fernandez de Quirós decidió volver con su barco a Acapulco (México), dejando allí el resto de la expedición. 

Tras ese abandono, se abrieron las órdenes cerradas existentes y marcharon rumbo a Manila, en las Filipinas. Sin embargo, el mal tiempo desvió las naves hacia Papúa Nueva Guinea (que era conocida, pero no se sabía qué era) e incluso más al sur, atravesando el Estrecho que desde entonces lleva su nombre. Paró muchas veces, tomó posesión de islas, tuvo mucha relación con los habitantes de las islas del estrecho e incluso se llevó a indígenas con él. Con seguridad conoció que existía una vasta tierra más al sur, a la que llamaron "Austrialia", haciendo una mezcla entre la Tierra Australis y la casa de Austrias.

Torres aportó mucha documentación al respecto, cartas de navegación, mapas, escritos, que aún hoy se conservan en el Archivo de Indias. Incluso existe una carta en la que Torres instaba al Rey Felipe III a cristianizar "Austrialia".

Toda esta documentación quedó en secreto, de forma que nadie en el mundo conocía esta información salvo España. España utilizaba estas islas para comerciar, si bien, nunca las colonizó, pues estaban en secreto. Sin embargo, más de 150 años después, en un episodio de la Guerra de los 7 años, Inglaterra saqueó La Habana, tomando mucha documentación como botín y entre ellos los relatos de Torres sobre la existencia de estas tierras. El saqueo fue en 1762, y casi inmediatamente, Inglaterra se puso a trabajar: en 1770, James Cook llegó a las tierras ya descubiertas por Torres y las tomó para la corona británica, con el ligero matiz de que desapareció una "i" en el nombre: Australia.

La verdad es que esto me lleva a pensar: ¿cuantos secretos de estados están ahí esperando a ser descubiertos? Algún día los sabremos... o no.

En cualquier caso, la expedición de Torres es una muestra de toda una época: viajes increíbles, en barcos en los que casi no se podía estar y en los que los marineros se pegaban meses estando en remojo. Era una época de intrépidos y de gente que se jugaban la vida (literalmente) para buscarse un futuro. Pero eran gente meticulosa, que lo documentaban todo y que dejaron constancia de su paso. Aunque, en algunas circunstancias, estaba tan remoto lo descubierto, que, simplemente, quedaron en los papeles.

domingo, 24 de enero de 2016

Algo más que un simple matemático

Hay ciertos personajes en la Historia, que quedan en el recuerdo por algo que descubrió, aunque realmente trajeron consigo muchas cosas, tanto, que a veces, cambiaron toda una cultura.

Escribiendo la entrada anterior, me topé con la inclusión de la numeración arábiga en Europa. Se produjo gracias al Papa Silvestre II en los finales del milenio pasado, pero también fue determinante para ello un señor llamado Leonardo de Pisa, en un libro, "Liber abaci", escrito en el año 1202.

¿Y quien es Leonardo de Pisa? Quizás así nadie lo conozca, pero su apodo, Fibonacci, es mucho más popular.

Nuestro personaje nació en Pisa sobre 1170. Hijo de un comerciante italiano tuvo que viajar a ayudarlo en su puesto de comercio en Bujía (Argelia), donde aprendió la numeración arábiga y se dio cuenta que eran fundamentales para el desarrollo de la civilización. Viajó por el mediterráneo, especialmente por los países árabes aprendiendo más sobre esta numeración y regresó a su ciudad sobre 1200, publicando su libro más famoso unos años después.

Ese libro no era un libro sólo para eruditos. Era un libro para mejorar la contabilidad, el cálculo de intereses, el cambio de la moneda. Contabilidad práctica. Conceptos que seguimos utilizando hoy en día casi sin variación. Ese libro se extendió en su época y cambió la forma de contabilidad, lo que generó que Italia se convirtiera en el centro del comercio al final de la Edad Media. Marco Polo nacería a penas 50 años después y también una incipiente banca, que derivó, a penas un siglo después en la banca Medici y en otros bancos italianos de Venecia, Florencia, etc. Era el fin de la Edad Media, refrendada con la caída de Constantinopla en 1453 y la posterior la llegada a Italia de sabios cristianos de oriente.

Fibonacci hizo un tratado práctico del cálculo que influyó definitivamente en la historia, pero curiosamente, su nombre no se conoce por ello, sino por una serie, llamada como él pero que curiosamente no descubrió. La serie de Fibonacci es una sucesión en la que cada número viene dado por la suma de los dos anteriores: 1,1,2,3,5,8,13,... Fue descubierta en la India sobre el año 200 de nuestra era. Fibonacci la aprendió en sus viajes y la describió en su libro. Así que el fue el que la popularizó en Europa, simplemente.

Parece poco importante, pero esta serie describe muchos de los problemas habituales en la prácticas: evolución de las parejas en una población, la disposición de las hojas en los tallos, y en general el crecimiento sistemático en la naturaleza. También ha sido utilizada en relación con la disposición en el espacio de los planetas y en música con acordes singulares. Además, el cociente de dos números correlativos tiende al número áureo, número reproducido en las proporciones de crecimientos en la naturaleza.

Pero la aportación de Fibonacci a la matemática no sólo quedó en eso aportando en otros 4 libros soluciones a problemas de geometría, álgebra y cálculo. Fibonacci llevaba una ventaja competitiva a sus coetáneos. Sabía cómo numerar y eso fue fundamental.

Se convirtió en todo un personaje en los círculos intelectuales de la época y eso no quedó en saco roto. En 1240 fue honrado con una paga vitalicia por la República de Pisa. Ya no era un simple matemático porque había conseguido cambiar, desde su conocimiento, la economía de una ciudad y puso la primera piedra para un cambio en la Historia con mayúsculas.

domingo, 17 de enero de 2016

La importancia de la terminología

Una de las cosas que más trabajo me costó entender durante mis estudios son la numeración en base no decimal. Eso de ver las letras mezclados con los números siempre me resultó chocante, al menos al principio, pero la verdad, después me di cuenta que no sólo eran útiles. Eran necesarias. 

Pero vayamos desde el principio. Los romanos no utilizaban base en la numeración, pues no usaban la numeración posicional, sino acumulativa. "XVI" era 10 + 5 + 1=16. La posición no aportaba valor, sino que se iban sumando los valores de las letras. Los romanos, por cierto, no conocían el 0, motivo por el cual, hoy en día, produce una paradoja, la paradoja que los siglos comienzan en los años acabados en "1", no los años en los que se cambian los primeros dígitos. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Pues que la numeración de los años la realizó un monje sirio Dionisio el Exiguo que, como lo numeró en números romanos, llamó el primer año de su cuenta como año I, saltándose el año 0, que hubiera sido lo lógico. Como digo, ese desfase sigue hasta nuestros días.

Pero hablamos de bases. La numeración arábiga se incorporó en Europa a través de Al-Andalus al final del primer milenio, aunque empezó a utilizarse a finales del siglo VII en Oriente Medio. Fue un papa, Silvestre II el que lo difundió en Europa y su aceptación por facilidad de cálculo hizo que se extendieran rápidamente.

Básicamente se basa en que cada posición de la cifra representa un valor diferente en base 10 (que se eligió por el número de dedos que tenemos), de forma que los números a la izquierda valen un 1 con tantos ceros como su posición hacia la izquierda esté. Matemáticamente, 10 elevado a la posición. La posición más a la derecha sería 10 elevado a 0 (1), la siguiente, 10 elevado a 1 (10), la siguiente 10 elevado a 2 (100), y así sucesivamente.

Tanto se extendió que hoy todo el mundo entiende que 345 son "trescientos (300) cuarenta (40) y cinco (5)". Es más, a los niños de hoy en día es incluso más difícil explicar otro método de numeración.

Este método, muy eficaz en las operaciones matemáticas complejas, se reveló inútil cuando en el mundo apareció la informática. La informática se basa en un concepto de "Si o No" (ver entrada "Unas veces 1, otras veces 0"). En un mundo de 2 valores, la numeración decimal no es práctica, así que se inventó la numeración binaria (con sólo 0 y 1), en la que el concepto es similar a tradicional, pero se utiliza el 2 en lugar del 10. Después se adaptó la Hexadecimal, que es una variación de la binaria que utiliza la base 16, hacían falta más símbolos y para ello se utilizaron las letras de la A a la F, de forma que pueden verse combinaciones tal que así 4F5AC25. Estas mezclas de números y letras han terminado siendo habituales en ciertos sitios, como por ejemplo, en las claves wifi de los aparatos que tenemos en casa. Pero nos hemos acostumbrado y aunque no lo entendamos como un número (que en realidad es lo que representa), las hemos aceptado, sin más.

Pero... ¿existe alguna cultura que haya hecho algo diferente? ¿Algo extremadamente raro? Pues sí que la hay. Y es la demostración que el conocimiento tiene una componente meramente práctica. Esa cultura son los mayas.

Los mayas eran excelentes astrónomos, pero pésimos ingenieros. No es que fueran incultos, es que, simplemente, no lo necesitaban. Eran capaces de predecir el calendario de una forma extremadamente exacta, pero no usaban la rueda. Eran capaces de saber la posición de los astros casi milimétricamente, pero no conocían el arco (las puertas de sus edificios se hacen cerrándose poco a poco como en un triángulo). No deja de ser extraño que un conocimiento tan avanzado en astronomía llevara parejo un conocimiento tan primario en otros campos.

Aunque el tema de la rueda no se usaba porque en la selva un carro no tiene utilidad, en realidad el bajo desarrollo de la ingeniería viene dado, también por un problema en la notación matemática que usaban. Los mayas utilizaban un sistema en base 20, de forma que tenían 20 símbolos, los cuales se escribían de forma acumulativa: una concha era cero, un punto era 1; dos puntos, un 2; una raya, 5; una raya y un punto 6; dos rayas, 10, dos rayas y tres puntos, 13 y así hasta 19. Para hacer el 20, ya se usaba el sistema posicional, de forma que era un punto en primer lugar y un cero en el segundo. Por lo tanto, los símbolos se ponían en posiciones de forma que la cifra más a la izquierda simbolizaba 20 unidades, como la nuestra, pero con 20 en lugar de con 10. Hasta ahí es algo más o menos normal. ¿Y dónde estaba el problema?, pues que los mayas eran astrónomos y su objetivo no era contar unidades, sino días, años, así que modificaron la segunda posición de los números, de forma que no valía 20 elevado a 2 (400), sino 20 x 18 (360), que les cuadraban con los días con los que numeraban los años. Es por lo tanto un sistema anómalo para cualquier cálculo... salvo el astronómico y era prácticamente imposible hacer operaciones matemáticas, dado que utilizaban dos bases diferentes mezcladas, 20 para las dos primeras posiciones y 18 para el resto. Su propia fascinación por la astronomía creó un sistema que detuvo el avance matemático, su ingeniería y probablemente, su desarrollo.

Quizás ha parecido que es una entrada complicada. Sin embargo, esta entrada es en realidad una alegoría. A veces se dice que lo importante no son las formas, sino el fondo. Pero no estoy de acuerdo. A veces la terminología que se utilice es muy importante, hasta, incluso, llevarte a no ser capaz de evolucionar.

sábado, 9 de enero de 2016

El ingenio que cambió el destino de un estado

Después de mucho tiempo, he decidido retomar el blog, espero que le pueda dar la continuidad que tuvo. Ganas no me faltan, lo aseguro.

He pensado bastante que tema utilizar para retomar el blog. Había muchas opciones: historias, vocabulario, efemerides,... pero he decidido retomarlo con una de mis historias favoritas. La historia de un niño de marginal que con ingenio, formación y apoyo fue capaz de cambiar el destino de todo un estado.

Ese niño es, incluso hoy en día, poco conocido. Su nombre es Joseph von Fraunhofer. Joseph nació en una ciudad cercana a Munich, llamada Straubing en 1787. Quedó huérfano a los 11 años y para poder sobrevivir le tocó trabajar en un taller de cristalero, llamado Weichelsberger. No lo trataba demasiado bien, no le pagaba y no le dejaba ir a la escuela dominical, único lugar donde podría aprender algo diferente a su oficio. Su vida no parecía muy halagüeña, pero como otras tantas veces, una desgracia hizo cambiar totalmente su vida: en 1801 un accidente tumbó el taller donde trabajaba y fue rescatado por el mismísimo príncipe de Baviera, Maximiliano IV.

Éste, apenado del chaval, dado que el cristalero falleció en el accidente le dio 18 ducados para que sobreviviera. Fraunhofer no se dedicó a gastarse el dinero, sino que se compró una máquina propia de corte de vidrio y se dedicó a aprender. El propio consejero del príncipe Joseph von Utzschneider cuidó del chaval durante los años siguiente, mientras aprendía su oficio. En 1806, 5 años después del accidente, una vez acabada la formación como óptico, ingresó en la Facultad de Matemáticas y el Instituto de la Mecánica, que se había creado en 1802 para desarrollar los ingenios de los inventores de la zona.

Desde 1807 fue desarrollando ingenios en el campo de la óptica: nuevas máquinas de molienda de vidrio y conseguir crear lentes mejoradas, punteras a nivel mundial. Incluso inventó una forma de montar las lentes que permitían corregir grandes defectos de la vista, colocandolas con un espacio de aire entre ellas. Consiguió la estabilidad y unos conocimientos que pudo aplicar a otros campos, en concreto uno que ese momento estaba en el candelero: la astronomía.

En 1814, la óptica y los cristales alcanzó tal importancia que la parte de óptica se independizó del resto del Instituto, creándose el Instituto de la óptica. Ese mismo año Fraunhofer detectó, como Wollaston unos años antes, que la luz del Sol no se descomponía únicamente en 7 colores, sino que aparecían también unas líneas negras, su espectro, creando la astrofísica, hoy en día imprescindible en el conocimiento del Universo.

Sin embargo, no se quedó ahí. Siguió avazando y estudiando lo que le llevo a ser también pionero para las telecomunicaciones, pues, entendió, gracias a la matemática y las peculiaridades de la misma que la luz podría transportarse indefinidamente. Demostró que la difracción en algunos cristales puede ser casi del 100%, en función del ángulo de incidencia del rayo.

Incluso, sus conocimientos le permitieron construir en 1824 el mayor telescopio del mundo. Una réplica de este, construida en 1829 instalada en Berlín, permitió el descubrimiento de Neptuno en 1846.

Fue ampliamente reconocido aunque su origen humilde y sin formación retrasó su entrada en la Academia de Munich, que terminó aceptándolo en 1821 y de pleno derecho, siendo profesor de física, en 1823.

Murió en 1826 de tuberculosis, a una edad temprana. Sólo 39 años. Sin embargo, había conseguido que la región se convirtiera para siempre en una referencia de la óptica, sustituyendo a Inglaterra. Fraunhofer apostó por el desarrollo de la tecnología desde el conocimiento y este desarrollo tecnológico desembocó, casi 100 años después en que Baviera fuese el centro tecnológico del país y donde se crearon las primeras y fundamentales fábricas de un nuevo producto: el automóvil. Audi, BMW, nos suenan a todos. Y sí convirtió a ese estado en el principal motor económico alemán y hoy en día, de Europa.

Lo que lleva a pensar que invertir en formación no es nunca mala inversión, aunque los frutos se recojan, a veces, unos cientos de años después. 

lunes, 30 de marzo de 2015

El rayo que no cesa

Siempre me han gustado las historias que se esconden en las curiosidades de las banderas. Cuando una bandera tiene algo singular, es porque detrás hay una historia que merece la pena. Pues esta entrada tiene ese origen y, por supuesto, algo singular.

Hace poco me topé, casi por error, con la bandera de Zulia, un estado de Venezuela, justo donde está el lago Maracaibo. Esa bandera, de color azul y negro, tiene en su parte central un Sol, atravesado por un rayo.

Sí, un rayo. Es un objeto insólito para la bandera, así que me dediqué a indagar por qué existe ese rayo en la bandera. Y lo encontré.

El lago Maracaibo es en realidad una especie de Albufera, está semicerrada (tiene paso al mar) y tiene una salinidad alta para ser un lago, pues está mezclada el agua dulce de los ríos (especialmente el río Catatumbo) con el agua del mar.

Es famoso por ser uno de los lagos más grandes de Sudamérica (13.000 Km2, casi como las provincias de Cádiz y Málaga juntas) y realmente, por su propia configuración de estar semicerrado (en su origen se cerraba en marea baja y se abría con marea alta) y con multitud de islas en esa unión, donde los indígenas habían construido viviendas sobre pilotes, lo que le recordó a Américo Vespucio (al que se le daba bien lo de los nombres) a nombrar la zona como algo parecido a Venecia...Venezuela.

Su apertura se encuentra hacia el norte geográfico del lago y da hacia otro Golfo, el Golfo de Venzuela, por lo que sus aguas y vientos están encauzados por la orografía para que prácticamente sólo puedan entrar de norte a sur.

En la zona sur del lago (la opuesta a la apertura) se encuentra llega el final de la cordillera de los Andes, la llamada Cordillera de Mérida, bastante alta, de unos 5.000 metros sobre el nivel del mar y la cordillera de Perijá, de unos 3750 metros. En esa zona, los vientos alisios que entran desde el norte por el lago, acumulan humedad, especialmente a mediodía, por la evaporación del lago y cuando chocan con la cordillera se acumulan de forma vertical en la parte superior de las montañas, formando un choque de nubes húmedas y, finalmente, una tormenta eléctrica.

Esta tormenta eléctrica genera rayos y dada la altura a la que se forman estos rayos, pueden verse desde cientos de kilómetros más al norte, desde fuera del Lago, por lo que es una tormenta que desde tan lejos, sólo se ve, pero no se oye.

Lo más curioso de esta tormenta es que es casi permanente. Se producen 270 días al año y viene a durar 10 horas por noche. La tormenta perpetua. Esas descargas eléctricas producen reacciones en el aire, generando ozono. Este fenómeno produce la mayor cantidad de ozono en todo el planeta. Sin embargo, aunque genera mucho ozono, se produce en zonas muy superficiales y muy poco llega a la capa que protege al planeta.

Se conoce como el "Relámpago del Catatumbo", por el río que cruza las montañas en la que se genera y por sus características ha servido como faro en varias batallas. Lope de Vega lo citó en 1597 narrando cómo el alcalde de Nombre de Dios derrotó al pirata Drake en estas latitudes (batalla que se produjo en 1595). Más tarde, en la guerra de la independencia venezolana, también se usó como referencia en las batallas de las tropas independentistas contra las españolas (1823).

Es patrimonio natural del estado, y está en vías de se declarado patrimonio de la humanidad, porque desde luego, no puede negarse su singularidad. Y desde 2014 es parte del libro Guinness de los Records, por ser la zona con mayor densidad de rayos al año.

Aunque Miguel Hernández no estaba pensando en Zulia cuando escribió su "Rayo que no cesa", sería porque no lo conocía, porque, desde luego, el nombre le viene como anillo al dedo. Nada menos que el 80% de las noches del año se iluminan por esta tormenta. Todo un faro natural y desde luego un fenómeno que, por su singularidad, debe ser recordado como identidad de la región.