domingo, 27 de marzo de 2016

Pioneros y olvidados.

A veces los españoles hacemos cosas que son francamente increíbles. Cosas fuera de su tiempo. Sin embargo, tenemos un sentimiento de culpa que nos lleva a ningunear nuestras acciones y a sobrevalorar las acciones de otros. Nuestra obra más universal derivó en una palabra negativa, para definir precisamente la valoración de lo propio: quijotismo. Somos así.

Y la historia de hoy es un hito del mundo del cine, pero desconocido en España. En España, los años 40 son años de miseria y hambre. Nuestros mayores nos lo cuentan y nuestros niños no se lo pueden imaginar. Un país donde no había comida, donde conseguir algo de leche o patatas era un festín, donde la carne era ciencia ficción. Un país destrozado por una guerra y un dictador.

Cartillas de racionamiento, miedo a la represión militar, pobreza. Pero España es un país capaz de realizar cosas increíble. En la dificultad el español se crece, casi de la misma forma que se mengua en la abundancia.

Así, en un país que tenía un salario medio industrial de 12,27 pesetas diarias, unos locos de Barcelona decidió jugarse todo su patrimonio para conseguir poder distribuir las películas de Disney. En aquel momento era necesario producir películas propias para distribuir las que podrían venir de otros países. Así que decidieron arriesgarse y crear un engendro: la realización de una película de animación en color, al estilo de Blancanieves y los 7 enanitos, creada por Disney apenas 6 años antes.

Era toda una aventura. No sólo por lo que significaba tecnológicamente, sino porque no había público, y las autoridades no debajan mucho margen para trabajar. Los locos eran Ramón Balet y Jose María Blay, creando la productora Balet y Blay. Había que elegir un argumento adecuado. Para evitar problemas, eligieron un cuento recién publicado por el régimen: Garbancito de la Mancha, de Julián Pemartín. Julián Pemartín era en ese momento el Director del Instituto Nacional del Libro, así que seguro que dejarían la película y no se entrometerían en ella. De hecho, se modificó y se introdujeron escenas y guiños para reducir la carga ideológica (pro-régimen) de la obra escrita. El peloteo de haber seleccionado la obra del censor eliminaron los problemas. Y empezaron a trabajar en 1943.

Se emplearon a 90 personas y se realizaron más de 350.000 dibujos, capitaneados por Arturo Moreno. En aquella época, la animación se hacía a mano y había que filmar pasando las hojas de los dibujos. Completamente artesanal. Tardaron 2 años en dibujarlo todo. En total el presupuesto fue de 3.800.000 pesetas. Una auténtica fortuna para la época.

Si se tiene en cuenta que el salario medio actual en la industria es de 101 euros (datos del INE de diciembre de 2014), y haciendo la equivalencia, la película hubiera tenido, a día de hoy un presupuesto de más de 31 millones de euros. Sería la tercera película española con más presupuesto. Una auténtica barbaridad.

Arturo Moreno y los productores eran unos románticos admiradores de Disney y decidieron hacer a mano las mejores técnicas, así que la película se rodó en color. Se convirtió en histórica, al ser la primera película de animación en color fuera de Estados Unidos.

La película, lejos de ser un fracaso, fue todo un éxito. Se comportó bien en taquilla y por supuesto, las críticas fueron buenas. ¿Alguien de aquella época osaría criticar a un libro de un autor del régimen? Es más, no fue sólo el hito de la película, fue también la primera gran marca de merchandising en España. Se hicieron cromos, muñecos, libros,... Los productores no sólo consiguieron recuperar la inversión, ganaron en torno a 2 millones de pesetas de esa España. Un exitazo.

Sin embargo no soportó el paso del tiempo. Estaba demasiado condicionada por el momento en que se hizo. Diálogos anticuados (como casi todos los escritos que de esa época) y su calidad técnica no puede ser comparable con las actuales. Incluso la Blancanieves de Disney, obra maestra sin duda, no soportaría cualquier análisis machista en los tiempos actuales. No puede perderse la perspectiva que son películas de otra época.

Pero el español es así y la obra quedó en el olvido y hoy en día quedan solo copias en baja calidad. Nadie ha querido restaurarla (incluso traducirla a un lenguaje más actual). Sólo a finales de 2015, cumpliendo los 70 años de la película se realizó una exposición en Barcelona recordándola.

Aunque la película no soporte una proyección hoy en día, es una pena que la ninguneemos de esa forma. La película en sí es un hito, por lo que significó y por lo el ingenio de los productores. Es en los momentos de dificultad cuando los españoles sacamos lo mejor de nosotros y esta película es una muestra más de ello.

domingo, 13 de marzo de 2016

Un brillo que no puede contenerse

En la historia de la ciencia hay pocas mujeres que brillen con luz propia. Nuestra civilización prefirió abandonar  a la mitad de su capacidad por religión, costumbre o, simplemente, miedo.

Pero afortunadamente hay excepciones. La historia de hoy comienza en un pequeño pueblo de Massachusetts, Lancaster, donde en 1868 un pastor protestante tiene un hija a la que llamó Henrietta. Henrietta Swan Leavitt. Afortunadamente para todos nosotros, el pastor decidió que su hija estudiara y tras cursar la primaria ingresó para licenciarse en el Instituto Radcliffe, una sección femenina de Harvard, con muchísimo menos prestigio. Al fin y al cabo sólo estudiaban mujeres.

En esa licenciatura estudió arte, griego clásico, filosofía, geometría analítica y cálculo. Y en su último curso estudio algo de astronomía, que superó con notable. Era el año 1892 y Henrietta había conseguido licenciarse con 24 años. No era ninguna lumbrera, pero, desde luego no era nada tonta.

Además, tras acabar los estudios, dedicó un tiempo a viajar, en el que cogió una enfermedad que le atacó al oído, quedando sorda total.

Así que tenemos a Henrietta, una mujer ya de 25 años, sin un brillante expediente académico, sin experiencia académica y sorda. Difícil futuro para ella. Pero, consiguió entrar como ayudante en un laboratorio donde una serie de mujeres trabajaban como lo que ahora serían becarias para el profesor Edward Pickering, uno de los principales astrónomos de la época y director del observatorio de Harvard. Gratis, eso sí. Ella era una más de aquellas chicas, a las que llamaban "computadoras", pues su único trabajo, día tras día, era clasificar miles de fotografías espectrales de estrellas. A pesar del poco prestigio, era un grupo muy profesional. Idearon una clasificación en función del espectro y del brillo y clasificaron cientos de miles de estrellas. Esa clasificación sigue usándose hoy en día.

En ese trabajo, Henrietta estaba bastante valorada, pero siempre como ayudante, nada más. Pickering le asignó el trabajo de analizar las estrellas variables cuya luminosidad varía con el tiempo, y le asignó un sueldecito. Leavitt analizó una a una 1777 estrellas y en particular las Cefeidas. Recibía un salario de risa: treinta centavos la hora. Pero ella era tenaz y meticulosa, se dedicó durante años a hacer su trabajo. Le jefa de las "computadoras" la definió como "la mente más brillante del laboratorio". Y, claro, destacó. 

Después de mucho análisis se dio cuenta que el periodo de las Cefeidas variaba de forma distinta en función del brillo, y consiguió determinar la relación entre el brillo y el periodo. Realizó un trabajo que lo describía y se lo entregó al profesor Pickering. Pero Henrietta era una becaria, mujer y sorda. Obviamente, no fue considerado. Sin embargo, años después, en 1912, el profesor se dio cuenta que estaba en lo cierto y tuvo las agallas de los sabios: publicó el estudio "Periodo de 25 estrellas variables en la pequeña nube de Magallanes" firmado por él mismo (para asegurarse que fuera publicado) e incluyó una frase inicial: "El siguiente estudio ha sido preparado por la Srta Leavitt", reconociendo de este modo, y para siempre, la valía de su ayudante.

Esta relación entre el brillo y el periodo ha sido posteriormente vital para la astronomía porque ha servido para conseguir medir el espacio. Determinar el brillo de una estrella permite, sabiendo con la intensidad que llega a verse, conocer su distancia. Y Henrietta había conseguido conocer el brillo de forma indirecta, a través del periodo de la estrella, lo que daba una opción a medir. El cielo estaba mucho más cerca desde ese día.

Sus avances fueron muy utilizados por los profesores de Harvard, en especial el profesor Hubble (que dio nombre al telescopio espacial), que, gracias a las reglas definidas por Henrietta y a las variaciones espectrales, determinó que la mancha de la constelación de Andrómeda no era una nube, sino, una gran y lejana Galaxia, a la que le dio el mismo nombre, Andrómeda y, de paso, descubrió que el Universo no se acababa en la Vía Láctea. Había galaxias más allá.

Henrietta siguió toda su vida como ayudante, y falleció relativamente joven, en 1921, de cáncer. En su testamento dejó todo lo que tenía: 11 objetos que sumaban un valor de 392 dólares. Pura humildad para la mujer que había conseguido averiguar cómo medir el Universo.

Quiere el capricho de la historia que tres años después de su muerte se enviara una carta desde Suecia para proponerla para el Nobel, por su descubrimiento, aunque como el Nobel no puede otorgarse a personas fallecidas, nunca fue propuesta. Pero al menos dejó constancia que hay personas que aunque sean humildes, por voluntad y porque las circunstancias se lo imponen, tienen tanto brillo que no pueden evitar destacar. Y ese brillo, como el que sirvió a Henrietta para medir el espacio, no puede contenerse.

martes, 8 de marzo de 2016

Vuelva usted mañana... si estamos

Este fin de semana lo hemos pasado en compañía de auténticas Viejas Glorias en un sitio fantástico, Teba, en la provincia de Málaga. Hemos visitado el Desfiladero de los Gaitanes y, en las visitas a los embalses del Guadalteba, Guadalhorce y el embalse del Conde he encontrado una historia curiosa. Una demostración de lo que es este país, tan bien descrito por el inolvidable Mariano José de Larra en su artículo "Vuelva usted mañana" (que por cierto recomiendo leer, porque podría estar publicado en estos días sin perder vigencia alguna).

Vayamos a primeros del siglo XX, cuando la zona del Desfiladero de los Gaitanes comienza a desarrollarse con una central hidroeléctrica (que llevó a la construcción del famoso "Caminito del Rey") y una presa. El desarrollo de los cultivos de la zona, en los planes de conolización rural de la época de Franco, llevó sobre 1960, a analizar proyectos para dotar de más agua a la zona y que, además permitieran solucionar problemas de recrecidas en la ciudad de Málaga. Tras varios análisis se establece, en 1961 que la solución para por construir dos presas, una en el río Guadalteba y otro en el río Guadalhorce justo en la confluencia de los dos ríos, de forma que sean casi una sola presa. Las obras de éstas comenzaron en 1966 y... aquí comienza nuestra historia.

Y comienza porque la construcción de estas presas inundarían una zona bastante extensa, y entre ellas, inundará un pueblo, Peñarrubia y su pedanía Gobantes, que además era una estación férrea de la línea Algeciras - Bobadilla.

Tras varios años de protestas e inquietudes, acrecentados por el secretismo de la propia administración que no daban información veraz a los vecinos, pero que veían que a pocos kilómetros se estaba construyendo una presa y cómo el pueblo dejó de recibir obra alguna, todo se confirmó en 1969, El 25 de abril el Consejo de Ministros aprobó el abandono del pueblo, ofreciendo varias alternativas de reubicación entre los poblados colonos de la época. En 1970 se establecieron las indemnizaciones y comenzó el éxodo, aunque el desalojo oficial comenzó el 30 de Marzo de 1971. Ese día el ACB publicó: "Comenzado el desalojo del pueblo de Peñarrubia (Málaga)", estableciendo en 4.000 los vecinos que se tendrían que desplazarse.

El traslado finalizó en abril de 1972, la mayoría se trasladaron a Santa Rosalía, cerca de Málaga. Peñarrubia ya era un pueblo fantasma y se tiró abajo todo menos tres edificios, que se dejaron como recordatorio a lo que fue: la iglesia, el colegio y el cuartel de la Guardia Civil. Así llegamos a enero de 1973. Llovió y el embalse hizo su función. El pueblo desapareció... o no.

Buceando en las actas de la época, veo que el 20 de junio de 1973, seis meses después de que el pueblo desapareciera, literalmente del mapa, se designan a cuatro personas (Eulogio Abelenda, José Fernández, Diego Martínez y Carme Werner) en pleno en la Diputación de Málaga para que se estudiara "el mejor destino para el municipio de Peñarrubia, sus tierras y sus gentes". El Ayuntamiento de Peñarrubia inició el expediente unos meses antes, pero no había llegado a ningún sitio, aunque sí estableció ciertas condiciones para quien incorporara el terreno: debía absorber la plantilla, facilitar el archivo de documentos y condicionar la entrega de los bienes a lo que suceda con Santa Rosalía (donde se habían marchado la mayoría de vecinos). Recuerdo que el pueblo ya llevaba 1 año y 2 meses sin población y casi 7 meses dentro del pantano.

Fue el 14 de julio de 1973 cuando en un pleno extraordinario se expusieron las razones de Campillos y Antequera para su adhesión y se votó por unanimidad que el municipio se incorporara a Campillos. Este hecho se corroboró en un Decreto, el 1458/1975, de 12 de junio (¡3 años y 2 meses después del desalojo y 2 años y medio después de su desaparición bajo las aguas del pantano!) en el que integraba a Peñarrubia en Campillos "ante la inminente desaparición del municipio por la construcción del embalse sobre los ríos Guadalhorce y Guadalteba...". Tela

Como siempre la administración, a su ritmo. Me hubiera gustado ver la cara de un cartero buscando el Ayuntamiento llevando una notificación allá por 1974... y encontrarse un pantano. Bueno, siempre podía haberlo buscado en Google Maps, aparece... dentro del pantano.

Me encantó la historia, porque es una demostración clarísima que la administración va muy por detrás de la realidad, incluso en caso de hechos evidentes. Y, lamentablemente, no es un tema de otra época. Incluso ahora, en la era de la velocidad de la información, sufrimos estos males. Ojalá algún día podamos arreglarlo, en ello va, entre otras cosas, nuestro propio futuro.

lunes, 29 de febrero de 2016

Enterrados por el destino

La semana pasada mi hermana me exigió que escribiera una entrada sobre volcanes y ciudades enterradas en lava, porque parece que este verano van a tener la fortuna de poder visitar Pompeya. Obviamente esta es la primera referencia cuando uno piensa en este tipo de tragedias, pero ni es la única ni siquiera es la más importante.

Pompeya y Herculano fueron enterrados en lava en el año 79 d.C. la alta velocidad que alcanzó el flujo volcánico (se llama técnicamente flujo piroclástico), alcanzó a los habitantes y destruyó la ciudad completamente, dejándola fosilizada para la eternidad. Eso sí, no se puede pensar que Pompeya quedó como una fotografía. Sólo se han encontrado 2.000 cuerpos y se estimaba que la población rondaba entre los 10.000 y los 15.000 habitantes.

Pero como digo no es la única ni la más importante de las erupciones. Quizás la más importante para la historia haya sido la del volcán Laki, que generó nada menos que la Revolución Francesa (ver entrada "El origen de la república"), aunque no fue una erupción demasiado grande, sí llevó consigo muchos cambios, casi un cambio de era.

En el mundo de las erupciones volcánicas, un país destaca por encima de los demás: Indonesia. Indonesia es un país enorme, muy poblado, pero constituido por múltiples islas volcánicas (ver entrada "Un ejemplo de gestión de la diversidad"). Ese país acumula 6 de las principales erupciones de la historia. La mayor registrada es la del volcán Tambora, en la isla de Sumbawa, una isla del tamaño del doble de la provincia de Cádiz y que registró una erupción IEV-7 (indice que mide las erupciones volcánicas), el tope de la clasificación. Después de varios días dando avisos, el 10 de abril de 1815 se registró una explosión que se escuchó en Sumatra, a nada menos que 2.600 Km (creían que se estaban produciendo disparos). La explosión se estima en 800 Megatones, lo que viene a ser, unas 40.000 veces lo que fue la bomba de Hiroshima. Causó un tsunami de 4 metros en toda Indonesia y se depositaron cenizas a 1300 Km. Por supuesto, toda la vegetación de la isla se destruyó y murieron unas 12.000 personas directamente y hasta unas 70.000 por la hambruna y desolación que hubo en la isla. Como dato curioso, 1816, fue conocido en Europa como el "año sin verano", como efecto indirecto de esta erupción. También sepultó de forma casi intacta una ciudad, conocida también como Tambora y que se le llama como "Pompeya del Este", por las similitudes en las excavaciones.

La segunda de las erupciones famosas de Indonesia es la erupción del Krakatoa, en 1883. Fue un poco menor que la anterior (categoría IEV-6), pero es muy conocida porque fue un cataclismo épico. El volcán Krakatoa estaba (sí, digo bien, estaba) en el Estrecho de la Sonda, entre las islas de Sumatra y Java en una isla llamada Krakatoa. el 26 de agosto de 1883, después de varios meses de actividad, el volcán reventó. Literalmente reventó. Generó el mayor ruido de la historia (se escuchó en Mauricio a 4.800 Km de distancia y se dice que los marineros en un radio de 80 millas del volcán quedaron sordos). La explosión fue de unas 7.000 veces la bomba de Hiroshima, y desintegró la isla, haciéndola añicos y desaparecer. La erupción como tal no provocó muchas víctimas, aunque como hizo reventar una isla, generó un tsunami que mató a unas 36.000 personas y llegó nada menos que hasta Francia (sí, bordeando África). Como dato curioso, esta erupción consiguió demostrar que en determinadas circunstancias, la lava puede ir sobre el agua, dado que recorrió los aproximadamente 50 kilómetros que la separaban de la isla de Sumatra flotando sobre el mar.

El volcán quedó tranquilo pero no cesó de actividad. En 1926 emergió una islita volcánica en ese sitio (llamada "hijo del Krakatoa") y que va creciendo a razón de 5 metros al año. Está deshabitada (recomiendo un vistazo en google maps, porque es una isla desértica en un paisaje que es un vergel) y ya va por 300 metros. Quizás algún día vuelva a estallar.

Para terminar, tres erupciones que también destacan por algo: la primera la de Huaynaputina, en Perú. Fue el 19 de febrero de 1600 y dió al traste con unas 1600 vidas. También una explosión de IEV-6, tiene como hito que es la erupción volcánica que más ha afectado al clima en Europa. Esta erupción provocó un desfase de casi 1 grado en la temperatura en Europa y provocó las hambrunas de Rusia de 1600 y 1601, que mató a unos 2 millones de personas y provocó revueltas en Rusia, dando al traste con la dinastía de los Godunov en 1605.

La segunda, la del volcán más activo: el Monte Pelee en Guadalupe, Antillas Francesas. Desde 1790 hasta ahora, prácticamente tiene una erupción cada 50 años, siendo la mayor de ellas, la de 1902. En abril el volcán dio varias advertencias, pero como estaban tan acostumbrados a su actividad no le dieron importancia. El 3 de mayo hubo una invasión de animales salvajes en St. Pierre, la mayor ciudad de la isla huyendo del volcán, el día 5 se generó un tsunami y se intensificaron las erupciones hasta que el 8 de mayo el volcán explotó, enterrando directamente a la población de St. Pierre (la nube volcánica enterró la ciudad en menos de un minuto), matando a casi 30.000 personas.

La última, pues la mejor gestionada de las importantes. Fue producida en Luzón, Filipinas en 1991, por el volcán Pinatubo. No tuvo muchas víctimas aunque era un lugar muy poblado por indígenas (esa montaña, inactiva durante más de 500 años, fue el refugio de los indígenas cuando llegaron los españoles). Afortunadamente, dos indígenas avisaron de lo que se iba a producir cuando empezaron a ver los síntomas y dieron aviso que permitieron evacuar casi todos los poblados, quedando sólo unas 1.000 víctimas. Teniendo en cuenta que vivían 500.000 a menos de 40 km, y 30.000 en las laderas, no cabe duda que la evacuación fue todo un éxito. Aunque enterró a varios poblados es conocido como una gestión eficiente de la catástrofe. Meses después aún se veían cenizas de este volcán en Canarias y también tuvo consecuencias globales en cuanto a temperatura.

Esto son algunas de las erupciones más destacadas. Podría contar otras muchas, como la de Montserrat, que destruyó la capital de la isla en 1996 (Plymouth, foto) o la del Lago Nyos, en Camerún, que saturó de CO2 el lago y generó la mayor erupción de gas tóxico de la historia. En el fondo, todas tienen algo en común: cambiaron el futuro. El porvenir es caprichoso y a veces, la Tierra estornuda para recordarnos que, en cualquier momento, podemos ser enterrados por el destino, pero también para hacernos ver que la vida sigue incluso después de un cataclismo de ese calibre.


domingo, 21 de febrero de 2016

Menos es mas.

La historia de hoy es una historia de arrogancia y de una paradoja que se produce en telecomunicaciones que siempre me ha llamado la atención.

En telecomunicaciones, los radioenlaces (por cierto, denostados a nivel comercial, por una falsa creencia de peor calidad) tienen una particularidad: no siempre más visión es mejor. Un radioenlace es como un cable que se forma en espacio, es un cable imaginario que une una antena con otra. Ese "cable" tiene un rayo principal, que es la línea recta que une las dos antenas (que deben verse, literalmente, entre sí). Alrededor de esa recta el cable toma forma de elipse, uniendo las dos antenas formando una especie de globo. Cabe pensar que cuanto mayor sea el globo que es capaz de llegar de unir las dos antenas (el globo dejaría de hincharse cuando apareciera un obstáculo), más potencia llegaría a la otra antena y el resultado sería mejor, pero no es así. En la práctica se comprueba que la señal aumenta, hasta que llega un momento que empieza a menguar, hasta que se hace casi cero, y después vuelve a crecer.

Esto se debe a que a medida que el globo crece, el recorrido es más largo y se produce un desfase que termina compensando la propia señal inicial. Es como escucharse con retardo, que no entiende uno nada.

La parte del globo que hace que la señal crezca es la llamada primera zona de Fresnel. Cuando empieza a menguar estamos en la segunda zona de Fresnel, y así sucesivamente la tercera, cuarta, etc sumando y restando. Esto afecta en la práctica que si en un radioenlace hay un obstáculo que deja pasar la primera y segunda zona de Fresnel pero no más, la señal es muy inferior que si el obstáculo tapara más visión y sólo dejara pasar la primera zona de Fresnel. Es casi magia y completamente contrario al razonamiento lógico, pero los que hemos estado con radioenlaces alguna vez, sabemos que es así. En este caso, menos es más.

¿Pero quién fue Fresnel? Pues Fresnel es el ejemplo del antihéroe. Nació en una Francia complicada (1788). No fue un genio, ni siquiera destacó por su capacidad innata. No fue capaz de leer hasta mayor (8 años) y con constancia, fue destacando poco a poco, hasta cursar con honores la carrera de ingeniería. Y fue un ingeniero civil reconocido, hasta que tras la primera caída de Napoleón, apoyó al bando no adecuado y cayó en desgracia al regreso de Napoleón de Elba. Ahí empezó a experimentar con la luz y comenzó una nueva vida. Eso sí que le gustaba. Analizó la polarización de la luz y descubrió el fenómeno de la interferencia (en el fondo las zonas de Fresnel no son más que autointerferencias).

Fresnel creía que la luz era una onda y así lo definió matemáticamente. En aquella época había un encendido debate entre si la luz era una onda o era un corpúsculo. Fresnel defendía el concepto de onda y Poisson el otro punto de vista. Poisson, en su arrogancia, se consideraba superior a Fresnel y tras estudiar los escritos de su rival decidió proponer un experimento para desacreditarlo públicamente. Sin embargo, el experimento propuesto para humillar a Fresnel (conocido como "punto de vista erróneo sobre la teoría ondulatoria de la luz") terminó confirmando la teoría del propio Fresnel y su mayor rival consiguió que se le concediera un premio por ello. Aunque el debate quedó apartado, un siglo después se retomó y apareció una nueva teoría, la dualidad onda-partícula, pero eso será otra entrada.

Fresnel inventó ciertos artilugios importantes relacionados con la luz (las luces de un faro las inventó él, aprovechando lo que conocía de su comportamiento) y fue muy reconocido por sus estudios teóricos y prácticos sobre la luz e ingresó en la Royal Society en 1825, pero murió poco después de tuberculosis, en 1827. Sus escritos no tuvieron mucha repercusión hasta años después, cuando sus seguidores vieron que tenían cientos de aplicaciones y explicaban muchos fenómenos, como el efecto de los obstáculos en un radioenlace.

Y le doy gracias, porque por gente como él yo pude estudiar lo que estudié. Y Fue un ejemplo en la vida, porque demostró que aún sin demasiadas cualidades innatas se puede llegar a destacar y que, también en la vida, a veces, menos es más.     

domingo, 14 de febrero de 2016

De la necesidad, pioneros

La historia de hoy es una historia que va de la mano de la conquista de las igualdades que la sociedad occidental ha ido consiguiendo. Y la representación de esta igualdad en la sociedad democrática es el concepto de 1 persona 1 voto, el sufragio universal.

Pero este concepto, base de la democracia moderna, ni es tan extendido como se cree, y desde luego, no hace tantos años que está implantado.

Y no siempre el sufragio universal se ha conseguido después del voto femenino, en la mayoría de los países no llegó hasta muchos años después de que las mujeres consiguieran ese derecho.

Pero vayamos al principio. Para contar este inicio de la historia, hay que ir a un clásico del cine, "Motín a Bordo". Esta película cuenta la historia de un navío, llamado HMS Bounty, donde en 1789 se produjo un motín en mitad del Pacífico en el que los marinos tomaron el control del buque y enviaron al capitán en una barcaza a su suerte. La historia de este capitán es una historia fantástica, pero centrémonos en los amotinados. Habían venido de Tahití, encantados con el lugar y sus habitantes y no querían volver a Inglaterra. Así que después del motín, buscaron unas islas perdidas para instalarse para siempre: las islas Pitcairn. Allí vivieron y formaron familias con habitantes locales. Era sólo una pequeña población de pocas personas, pero la colonia de los descendientes perdura hasta hoy. 

En 1825 fueron descubiertas las islas de nuevo por otro navío inglés y se encontraron los descendientes de los amotinados (sólo uno sobrevivía). Poco después, en 1838, la isla pasó a formar parte del territorio británico y ese mismo año los habitantes elegirían a sus representantes. Como había tan poca población se decidió autorizar el voto a todos los habitantes, incluidas las mujeres, convirtiéndose en el primer lugar del mundo en el que se permitió el sufragio universal.

Poco a poco fue cuajando y fue un país vecino, Nueva Zelanda, en 1893, el primer estado que autorizó el Sufragio Universal (aunque el primero que autorizó el sufragio femenino, fue Wyoming, en 1869, pero no autorizaba votar a los de raza negra).

En América, el primer estado fue Uruguay, en 1917, aunque no se ejerció hasta 1927. En Europa los nórdicos fueron los pioneros, como casi siempre: llegó a Finlandia, en 1906, a Noruega en 1913 y a Dinamarca en 1915. A España, llegó en 1933 (ver entrada "Un debate extraño, un duelo de altura"). Es curioso que el sufragio universal llegó a uno de los países punteros en democracia, Suiza, más tarde de lo que uno podría pensar. Hasta 1971 no se otorgó el voto femenino. Como curiosidad decir que Suiza sí aprobó una ley que permitía el voto femenino en 1958, pero un referendum de los de Suiza lo rechazó con 2 terceras partes de los votos en 1959. Aún así no fueron los últimos europeos en dotar de la igualdad de voto a todos los ciudadanos. El último que permitió el voto femenino fue Liechtenstein, en 1984.

¿Y la nación que se autodenomina la cuna de la igualdad de oportunidades, Estados Unidos? Pues permitió el voto femenino relativamente pronto, en 1920, pero eso no representó el sufragio universal. Éste no llegó hasta 1965, porque hasta esa época, no es que estuviera prohibido el voto a la raza negra, pero se inventaban ciertas limitaciones para que no se pudiera producir, como cobrar por permitir que se produjera, por ejemplo. En esa fecha, 1965, el presidente que sustituyó a Kennedy, Lyndon Johnson promulgó una ley federal que impedía esas prácticas e igualaba por fin a todos los ciudadanos americanos.

Hoy en día, obviamente, hay muchos países que no permite el voto a todos los ciudadanos, pero poco a poco van ampliándose el registro. Como curiosidad, el último país en aceptar el sufragio universal es la República Dominicana, en 2015, año en el que permitió el voto a militares y policías, que lo tenían prohibido hasta entonces.

La verdad, me alegra ver cómo una medida que se inició como una necesidad para poder tener quorum suficiente en una remota isla, es ahora algo cotidiano y que resulta extraño algún país que no lo acepte o ver cómo países muy avanzados no han permitido este derecho hasta hace muy poco tiempo. Al final, como siempre, de la necesidad nacen los pioneros, incluso de las cosas que no deberían ponerse en duda, como la igualdad entre las personas.

domingo, 7 de febrero de 2016

El poder de los libros

La entrada de hoy, es sin lugar a dudas, un cuento de hadas. Un cuento de hadas que culminó en una unidad de medida que incluso llegó a formar parte de una canción algo surrealista de primeros de los ochenta, el Faradio.

Esa unidad deriva de un apellido, Faraday, y de un hombre, Michael Faraday, uno de los científicos más reconocidos del siglo XIX, y toda una leyenda de la Royal Society de Londres, pero que tuvo que pelear cada momento de su vida como científico.

Faraday nació en Newington, en el sur de Londres, en una familia muy humilde. Casi pobre. Desde muy pequeño, la educación fue algo secundaria, había que trabajar, primero como repartidor de periódicos, pero con 14 años, tuvo la fortuna de entrar a trabajar como aprendiz de encuadernador de libros.

Eso le daba una ventaja importante, tenía acceso a la lectura y Michael, que tenía una mente muy inquieta, se bebía los libros. Uno tras otro los libros pasaban por sus manos, especialmente los libros científicos.

En 1812, con 20 años, comenzó a asistir a conferencias de la Royal Society. Iba invitado por un amigo, al gallinero, pero apuntaba con devoción lo que se decía en las conferencias, en especial las de Humphry Davy, uno de los principales científicos de la época. Al cabo de un tiempo, Faraday, decidió jugársela. Tenía muchas notas y tenía acceso a encuadernación. ¿Podría funcionar? Decidió agrupar todas sus notas, encuadernarlas y enviárselas a Davy, junto con una petición: quería aprender a su lado.

Davy se sorprendió con el presente. Nadie se había molestado tanto en aprender, y por supuesto nadie se lo había demostrado con tantas ganas. Al poco, el destino quiso que uno de los aprendices de Davy fuera despedido y se acordó de aquel joven que decidió cambiar su vida con un libro manuscrito. Y lo contrató. Ese día, Faraday entró en la Royal Society como aprendiz. Ya nunca saldría. Tenía sólo 21 años. Era 1813.

En los primeros años, era un apestado por su origen humilde. Nadie lo quería y se veía obligado a realizar tareas de sirviente, porque no era un caballero. Londres, no era el centro de la igualdad de clases, precisamente. Pero Faraday resistió, la ciencia lo merecía.

En la Royal Society realizó un trabajo excelente y pronto destacó. Era muy tenaz y realizó trabajos en principio respecto al cloro y a la expansión de gases, pero pronto pasó a trabajar sobre los campos magnéticos, consiguiendo demostrar que era posible convertir el campo magnético en movimiento, creando un rudimentarísimo motor eléctrico, pero que es el primer escalón de lo que hoy entendemos como el futuro. Descubrió las líneas de campo magnético y cómo se propagaba en el espacio. No tenía prejuicios y la mente abierta le permitía ver cosas que otros no pensaban.

Davy cogió celos de él, y, para fastidiarlo, lo quitó del estudio del electromagnetismo y lo puso a trabajar en creación de cristales, para intentar conseguir la fórmula ya creada en Baviera, pero no tuvo suerte. La historia, siempre juguetona quiso que no fuera un trabajo en vano: años más tarde un trozo de cristal fallido le permitió demostrar que la luz puede polarizarse. La base para muchas aplicaciones posteriores.

Faraday dejó mucho para la posteridad: inventos como la Jaula de Faraday (entorno metálico cerrado que está hecho de una forma que hace que no haya campos magnéticos dentro) o ciertas leyes electromagnéticas (las Leyes de Faraday) o unos principios de comportamiento científico que todo estudiante debería seguir. Pero lo que más me gusta de lo que dejó para la posteridad es la conferencia de Navidad. Faraday, recordando su origen humilde, decidió en 1825 hacer una conferencia de Navidad gratuita para acercar la ciencia a los jóvenes. Un gesto altruista, que la Royal Society asumió como suyo, por el que han pasado auténticos genios y que perdura hasta la actualidad.

Fue muy reconocido, pero siempre renunció al ningún nombramiento. Consideraba que era un gesto vanidoso que sólo le perjudicaría. Siempre quiso ser simplemente Mr. Faraday. Sin embargo, el mundo es cruel y ya mayor sufrió por su escasa formación. Se reclamaba una argumentación matemática de sus descubrimientos y él, pues no podía hacerlo, simplemente. Sus descubrimientos estaban en entredicho, hasta que un joven matemático, llamado Maxwell le devolvió el favor que él le hizo a Davy: un día le llegó un libro con el planteamiento matemático de sus descubrimientos. El círculo se cerró y Faraday demostró que estaba en lo cierto. Nadie más lo discutió nunca. 

Murió mayor para la época y renunció a ser enterrado en la Abadía de Westminster, aunque existe una placa en su honor en ella, porque sin duda era un genio humilde. De los mayores de la historia. Y que pudo aparecer en escena gracias a los libros, aunque en esta ocasión no sólo por leerlos.