martes, 20 de enero de 2015

En el otro confín del mundo

Siempre me ha llamado la atención la tendencia que tenemos (me incluyo) a simplificar las cosas. Hay cosas que pueden simplificarse y otras son tan complejas que simplificarlas implica inevitablemente que se pierda información relevante.

Un gran ejemplo de esto es la descripción habitual que tenemos de la Segunda Guerra Mundial. Cuando se habla de esa Guerra vienen a la mente varios conceptos clave: Hitler, el genocidio de los judíos y que se acabó con las dos bombas atómicas, por cierto, lanzadas a miles de kilómetros de distancia de donde habitó Hitler.

Si se entra en algo más de detalle, pues ya se conoce que Hitler invadió Polonia primero y después, Francia, que después atacó Rusia, que hubo batallas en África, de Rommel, el zorro del desierto y que Estados Unidos, después de Pearl Harbor entró en la guerra contra Japón y sus kamikazes y permitió salvar a los aliados.

Eso es más o menos lo que pensamos de esa Gran Guerra. Pero es una gran simplificación. De hecho, si pensamos en la ciudad más bombardeada de la guerra, probablemente pensemos en Berlín, o París, o quizás acertemos y digamos Varsovia. Pero si pensamos en la segunda ciudad más bombardeada de esa guerra, jamás de los jamases acertaríamos con ella. No acertaríamos porque la segunda ciudad más bombardeada fue nada menos que Manila, en un archipiélago en mitad del pacífico.

Sí, Manila. Mientras Hitler tomaba Europa, en el otro confín del mundo Japón, despertó a un gigante dormido y pretendió volver a los días de gloria del imperio. Invadía Manchuria, China, Malasia e intentó propagarse por el pacífico.

Es importante el contexto histórico. En aquella época, las grandes potencias europeas (Francia y Gran Bretaña principalmente, aunque también Alemania), tenían colonias alrededor del mundo y había múltiples colonias europeas en Asia. Prácticamente sólo quedaban tres reinos independientes en la zona: Japón, China y Tailandia. Así que la invasión Japonesa fue a territorio, también, de dominio europeo o de los Estados Unidos.
 
Nota curiosa es que Tailandia también fue aliada del eje entre Alemania y Japón, aunque más por evitar la invasión japonesa que por el apoyo efectivo que le dio, pero fue el único aliado que el eje consiguió en Asia.

Pero volvamos a Manila. Japón invadió Filipinas, entonces bajo el dominio de EEUU el 8 de diciembre de 1941, justo un día después del ataque a Pearl Harbor. La guerra en Filipinas fue cruenta y podemos decir que fue el centro de los enfrentamientos entre EEUU y Japón en el Pacífico. Cuatro años de duros combates que finalizó con una auténtica masacre, conocida como la Masacre de Manila, en la que murieron 100.000 personas en apenas unas semanas, entre ellos prácticamente toda la colonia española que quedaba allí. El 3 de febrero de 1945, se iniciaron los combates entre las dos potencias y Manila fue totalmente destruida. Finalizaron el 4 de marzo de 1945. En ese mes, Manila consiguió el dudoso honor que he comentado antes: ser la segunda ciudad más bombardeada de toda la contienda.

Después de tomar definitivamente Filipinas, ya conocemos la historia. McArthur, consiguió acercarse a Japón, tomando Okinawa (gracias, Clint Eastwood), hasta que, finalmente se lanzaron las bombas atómicas, en julio de 1945 que dieron fin a la peor contienda de todos los tiempos.

Por último una reflexión. Esta entrada ha sido también una simplificación en si misma, porque no puedo escribir toda la historia de la Segunda Guerra Mundial en unas carillas. Pero sirva para que a los europeos, amantes de vernos el ombligo, pensemos que existen asuntos, a los que a veces nos referimos que, también se desarrollaron en el otro confín del mundo. Y sirva de pequeño homenaje para Manila, una ciudad devastada en esa guerra y frecuentemente olvidada.

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