lunes, 14 de junio de 2010

12 notas irreales


El origen de esta entrada aparece cuando yo aún era estudiante de música (qué tiempos aquellos). Hay algunas cosas que se me han quedado marcadas dignas de mi blog.

La primera de ellas es el origen de las notas musicales. Son, como todo el mundo sabe 7: DO-RE-MI-FA-SOL-LA-SI. Lo que ya no sabe todo el mundo es de dónde salen esos nombres.

El origen es la escala heptafónica (7 sonidos) que se utilizaba en la edad media y es la base de toda la música occidental. Esas sílabas tienen su origen en un poema de un monge benedictino Pablo el Diácono y dice así:

Ut queant laxis
Resonare Fibris
Mira gestorum
Famuli tuorum
Solve Polluti
Labii reatum
Sancte Ioannes

Esta es una de esas cosas absurdas que una vez se aprenden y nunca se olvidan.

La primera sílaba de cada verso dio origen a las notas, salvo SI, que se utilizó la primera letra de cada palabra del séptimo verso. También, la nota "ut" se cambió por Do posteriormente, para evitar un acabado en la "t", que prácticamente impide poderla solfear. Este dato es muy útil para los crucigramas.

Sobre el nombre de las notas hay una curiosidad que podrá comprobarla cualquiera que busque una obra en internet. A veces se puede ver junto al nombre una notación con una letra mayúscula y mayor o menor, indicando la tonalidad de la obra. Es bastante habitual describir la obra con su tonalidad, pero ¿por qué una letra mayúscula? Es sencillo: en el sistema inglés (anglosajón) las notas no se llaman como en la parte latina de Europa, sino ordenadas desde la A a la G... pero empezando por el La. De esta forma la escala británica se escribe así: C-D-E-F-G-A-B.

Pero... ¿y el título de la entrada? ¿A qué viene? Pues sí, realmente, la música que estamos acostumbrados a escuchar consta de 12 notas: las 7 notas básicas y las notas alteradas (en el piano: 7 teclas blancas y 5 teclas negras). A esta escala se le conoce como dodecafónica, por motivos obvios.

Lo más curioso es que esta escala es directamente falsa en términos teóricos. El sistema musical puro debería basarse en un sistema de vibraciones y armónicos (de ahí la palabra armonía) de la nota de las que parten todas las demás: el La 3, que según su norma ISO (hay normas para todo, ¡por Dios!), se afina en 440 Hz.

El sistema lo analizó Pitágoras hace bastante tiempo basándose en un sistema fijo (con la medida 5/2) y, mucho después, Zarlino, en el siglo XVI, publicó un sistema perfecto... salvo por que no era práctico. Este sistema se basa en los armónicos de cada nota frente a la nota matriz (la tónica), con el problema que cada nota tiene un coeficiente diferente. Esto hace que el Do sostenido no sea el Re bemol, o lo que es lo mismo, aparecen una serie de matices que aumentan las 12 notas en muchas más.

Este sistema es perfecto teóricamente, pero sólo se puede llevar a la práctica en aquellos instrumentos de sonido libre, que permiten interpretar todos estos matices (violines, violas, etc). En instrumentos de notas fijas (piano, guitarra) esto no puede hacerse y tuvo que recurrirse a un sistema práctico... pero falso: el temperado.

Se desarrollo en el siglo XVIII y Johan Sebastian Bach le dió el impulso que necesitaba en su "Clave bien temperado", en el que usaba este mecanismo de afinación y ordenación de los sonidos para sus fugas y preludios.

Actualmente, se encuentra totalmente extendido, pero como se nota casi a simple vista (oído, mejor dicho), la gama de matices que ofrece un violín no la ofrece un piano... quizás porque no se basa en 12 notas teóricamente... falsas.

lunes, 7 de junio de 2010

Toros en Tricolor


Hace un par de días, leyendo el Marca, ví una noticia llamativa: un francés, Juan Bautista, ha sido el único en abrir la puerta grande de Las Ventas en la Feria de San Isidro.

Esta noticia me trajo a la mente un vago recuerdo de un libro de Historia de tercero de bachillerato, en el que había una foto de un cartel de toros antiguo. Esto me llevó a indagar, porque en el cartel había un dato curioso.

Es raro, pero no totalmente extraño que coexistan dos plazas de toros en la misma ciudad: Madrid (Vista Alegre y Las Ventas) y Barcelona (Barceloneta y Monumental) son dos de los ejemplos más conocidos, pero resulta que a finales del siglo XIX y concretamente en el año 1889 sólo había una ciudad en el mundo en la que coexistían dos plazas de toros. Curiosamente, era la ciudad de París.

La primera de ellas era conocida como la Plaza de Toros de la Exposición (coincidiendo con la exposición de ese mismo año de París) y se ubicó en los Camps de Mars. Era una plaza de madera con palcos, construida para la ocasión. Fue inaugurada por Antonio Carmona "El Gordito", Fernándo Gómez "El Gallo" y Juan Ruiz "Lagartija" en plena exposición universal (junio de 1889).

Poco después de esa inauguración, se construyó otra plaza, llamada Plaza de Rue Pergolesse, junto al Bosque de Bolonia. Costó un dinero curioso (3 millones de francos) y era una plaza puntera para la época. Fue construida en piedra, ladrillo y viguería de hierro, con capacidad para 22.000 personas, 116 palcos y una superficie de 800 m2.

La inauguraron Currito, Felipe García, Ángel Pastos y Paco Frascuelo también en 1889 (10 de agosto). Duró bastante poco, pues en 1892 tuvo que ser cerrada porque el negocio no se daba muy bien, pero torearon importantes figuras en ella: Lagartijo, Frascuelo, Mazzantini, CaraAncha, Guerrita.

En 1893, fue vendido el terreno (tras declararse en quiebra la empresa) y fue demolida.

Desde entonces, ha cambiado mucho el mundo de los toros en Francia y hoy en día sólo quedan unos pocos lugares (Nimes es el más conocido) donde se celebran corridas y sólo algunos del país tricolor osan ponerse delante del toro. Es evidente que el mundo evoluciona, pero la curiosidad de los datos históricos nunca dejará de estar presente.

domingo, 30 de mayo de 2010

Las islas vendidas


En la primera entrada de este blog describía que en el desastre de 1898, España, no sólo perdía Cuba, Puerto Rico y Filipinas, sino también la isla de Guam.

Sin embargo, ahí no queda la curiosidad de esa historia. La isla de Guam pertenece al archipiélago de las Islas Marianas y, aunque en general no se sepa, España mantenía la soberanía del archipiélago después del tratado con Estados Unidos.

Pero, ¿qué fue de esas islas?

Las Marianas fueron descubiertas por Federico de Magallanes en 1521 en la expedición que posteriormente fue la primera en dar la vuelta al mundo. En esa expedición, los nativos de las islas y los españoles sufrieron lo que se dice un malentendido (mientras los españoles creían que les ofrecían comida y agua, los nativos estaban comerciando) que provocó una refriega y la salida precipitada de los españoles. Pero ya las puso en el mapa y en 1667, España las reclamó, poniéndole un nombre que no hace referencia la Virgen María, sino a Mariana de Austria, esposa del rey Felipe IV.

Las islas se mantuvieron bajo soberanía española tras la independencia de las colonias y después del desastre de 1898, pero tras la pérdida de las Filipinas y, sobre todo, tras perder la flota que las defendía, las islas Marianas se hacían indefendibles y no era una época precisamente tranquila, así que el gobierno español, decidió sacar partido y, al menos sacar un dinerillo por ellas.

Había un país deseando tener colonias en esa zona del mundo y ése era Alemania, así que no fue complicado llegar a un acuerdo (España no tenía mucho poder para negociar, así que tampoco fue un pacto complicado). En febrero de 1899 se llegó a un acuerdo: 25 millones de pesetas por la venta de los archipiélagos de Las Marianas y Las Carolinas, exceptuando, evidentemente, la isla de Guam.

El tratado constaba de 4 puntos, entre los que se mantenían el respeto a las órdenes religiosas españolas, se garantizaba el trato a los intereses agrícolas españoles, se aceptaba un depósito de carbón para la armada española y se acordaba el precio que antes he mencionado.

Fue firmado por Francisco Silvela en febrero de 1899 y ratificado por la reina regente Mª Cristina ese mismo año.

En ese tratado ya España cedió todas sus colonias, salvo las africanas.

Eso sí, curiosidades de la historia, evitó la entrada de España en la Primera y, sobre todo, Segunda Guerra Mundial. Algo es algo.

lunes, 24 de mayo de 2010

Váyase usted al...


Una de las frases que más me ha llamado siempre la atención es una que se dice con bastante asiduidad y no es precisamente de las más educadas. Es el famoso "Vete al carajo", que tanto dice alguien que trabaja conmigo.

Pero me llama la atención porque sabiendo lo que es el carajo (el miembro viril masculino), no tiene sentido la frase, ¿irme a qué? No encaja mucho.

Sin embargo, la frase tiene su explicación, y no es tan malsonante como parece.

Su origen es en el entorno marino, ya que en la jerga marinera, el carajo es el palo mayor de un buque (por evidentes similitudes...) y en su parte más alta había una especie de descansadero donde se enviaban a los marinos a "cumplir penitencia".

Era uno de los castigos más habituales en la época de las carabelas y no debía ser muy agradable, porque si un barco se mueve en cubierta, no quiero ni pensar lo que se tiene que mover allí arriba.

A lo que iba. Ése y no otro es el origen de la frase, que se dice, efectivamente, cuando quieres menospreciar o dar signos de disconformidad con alguien y en ese caso, como "castigo", se le manda al carajo.

Pero no es la única frase con este origen y que con esta explicación se entiende mucho mejor. Esta segunda tiene ya todo el rango de refrán y dice así: "Cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo". Aquí carajo también hace referencia al frío que se debía de pasar colgado del palo mayor de un barco, cayéndote agua salada por todos lados y encima con tormentas y similares. No creo que un marinero de aquellos hayan pasado más frío que colgados del carajo, cumpliendo su castigo.

Así que ya saben, cuando alguien le mande al carajo, no es que le esté insultando, es que le está imponiendo un castigo, por "malo" y no precisamente de los agradables.

domingo, 16 de mayo de 2010

Un medicamento con una segunda oportunidad


Esta entrada viene por uno gran médico que además es uno de mis mejores amigos. El, especialista en digestivo, me contó la historia de uno de sus medicamentos más recetados, el Omeprazol, que seguro que conocéis, y es francamente curiosa.

El Omeprazol como otros medicamentos de su familia (que acaban en -ol) fue creado como un medicamento anti hongos hace ya bastante tiempo.

Sin embargo, su efectividad en ese campo no fue demasiado buena, y no tuvo mucho éxito, pero en los ensayos clínicos, se notaron unos efectos secundarios bastante interesantes: los que tomaban omeprazol mejoraban de forma significativa de los problemas gástricos.

Esto sirvió para seguir investigando en este tema y se encontró que el omeprazol es un inhibidor de la bomba de protones y evita el reflujo de los ácidos gástricos, mejorando la sensación de acidez e incluso evitando la formación de úlceras gástricas.

Y ahora, es ni más ni menos que una de los medicamentos más vendidos, por sus magníficos efectos en un campo en los que no nació.

Sin embargo, no es el único. Otro medicamento conocido, Propecia, nació como un medicamento para la próstata. Tenía un efecto secundario bastante fuerte y tampoco era demasiado buen medicamento en relación a la próstata. Pero... su efecto secundario le salvó y hoy en día es el medicamento más vendido para evitar la calvicie masculina.

Sin duda, son medicamentos con una segunda oportunidad.

Por cierto, quizás cuando mi amigo lea el artículo, tenga que cambiarlo, pero para eso él es médico y de los buenos.

lunes, 10 de mayo de 2010

El Rey efímero


Cuando era pequeño y jugaba al trivial había una regla en las preguntas sobre reyes franceses: "si no la sabes, di Luis y un número hasta el 16". Y es cierto, por la cantidad de reyes de ese nombre que tuvo el país vecino.

Sin embargo, en España también tenemos nuestro Luis y se hizo famoso no precisamente por su reinado, sino, más bien, por la escasez del mismo.

El reinado de Luis I de España es como un enclave geográfico: está metido justo en mitad del reinado de su padre, Felipe V y duró muy poco, sólo 7 meses, siendo el más corto de todos los reyes españoles (teniendo en cuenta que Felipe el Hermoso realmente era el Rey consorte).

Luis I nació en Madrid y es el primer rey "español" de los Borbones. Lo criaron como rey, casándolo por conveniencia con sólo 15 años con una niña de 12 (Luisa Isabel de Orleans). Ascendió al trono el 16 de enero de 1724 con 17 años, pero sólo llegó al 31 de agosto de ese año, porque la viruela, se lo llevó.

No hizo nada reseñable, porque además su padre no dejó el trono de forma efectiva y seguía gobernando en la sombra, probablemente, porque conocía su enfermedad y lo poco que duraría (más o menos así se lo dice en la carta en la que abdica en él).

Ha habido otros reyes efímeros, pero no tanto, como el pobre de Amadeo I, al que nombraron rey las cortes de 1870 y del que antes de llegar (el 2 de enero de 1871) ya no tenía valedores, pues su principal apoyo, el general Prim, murió asesinado el 30 de diciembre de 1870, mientras él viajaba a España.

Sufrió en sus carnes lo que somos los españoles cuando queremos, una locura. Él fue el enemigo común que tanto nos gusta y dimitió por iniciativa propia el 11 de febrero de 1873 con una frase que pasó a la historia: "No entiendo nada, esto es una jaula de locos". En su carta de dimisión, dejaba claro la dificultad de los españoles: no necesitamos el enemigo de fuera, entre nosotros solos nos bastamos. Al fin y al cabo en sus dos años de reinado le sirvió para hacer un análisis muy crítico de quienes somos.

Luis I y Amadeo I, dos reyes realmente efímeros. Curiosamente nunca se repitió el nombre... ¿superstición? Nunca se sabe.

jueves, 6 de mayo de 2010

Una batalla de la Sierra de Sevilla


Siempre me ha llamado la atención por qué una de las batallas más importantes de la segunda guerra mundial se llama "Batalla de Guadalcanal".

El nombre es curioso, porque como sabemos el "Guadal" es un prefijo muy común en España porque en árabe "Wad-al" significa "Río". Así que el nombre de la batalla era de origen español, no cabe duda.

Pero claro, cuando uno va de excursión de vez en cuando al pueblo de Guadalcanal (Sierra Norte de Sevilla) entonces es cuando ya te entra la curiosidad... ¿por qué se llama así una de las batallas decisivas, que tuvo lugar en las antípodas del bonito pueblo sevillano (en mitad del Océano Pacífico)?

Pues tiene su explicación. La batalla se celebró en las Islas Salomón entre el 7 de agosto de 1942 y el 3 de febrero de 1943 y es la mayor ofensiva que el bando aliado realizó contra Japón. La isla donde se desarrollo la batalla fue la isla de Guadalcanal, la mayor de las Islas Salomón por su valor estratégico, después de haber sido ocupada por los japoneses en mayo de 1942.

Pero, ¿por qué ese nombre?. La isla fue descubierta por una expedición española que iba en la búsqueda de la Tierra Australis (magnífico tema para otro post) en 1568 y su nombre le fue dado por un marino llamado Pedro de Ortega Valencia que era natural de este pequeño pueblo de la Sierra de Sevilla.

Sin embargo, nunca llegó a ser ocupada de forma efectiva por los españoles, que únicamente le dieron el nombre a esta isla. Pasó por manos de alemanes y británicos, hasta que en 1978, las Islas Salomón se independizaron.

Guadalcanal no es demasiado grande (5.300 Km2), tiene unos 60.000 habitantes (20 veces más que el pueblo que le dio el nombre) y su capital es Honiara. Pero eso sí, es un lugar paradisíaco digno para perderse.

Para rizar el rizo, decir que Guadalcanal es un nombre de origen árabe que significa "Río del Canal".

Eso sí, ¿quien le iba a decir a D. Pedro de Ortega cuando iba en una cáscara de nuez buscando ningún sitio que 400 años después su pueblo daría nombre a una de las batallas que cambió el mundo y encima gracias a él? Seguramente ni se lo imaginaría, pero...