lunes, 12 de agosto de 2013

La única frontera terrestre de la España peninsular

Hacía tiempo que tenía previsto escribir una entrada sobre Gibraltar. Algunos de los seguidores me lo habían pedido, sabiendo que por cercanía y por ser natural de la frontera mi opinión puede diferir de lo que se conoce generalmente en España. Quería hacerlo para el 13 de julio, 300 aniversario del tratado, pero la verdad es que la actualidad ha hecho que lo retrase un poco. Voy a intentar dar mi opinión aunque no sea políticamente correcta. Así que esta vez, igual me sale un poco largo. Creo que la ocasión lo merece.

Gibraltar pasó a dominio Británico en 1713, después de la guerra de sucesión entre Felipe de Borbón y el Archiduque Carlos de Austria. Esta guerra se produjo al morir Carlos II sin descendencia, y apoyar la Corona de Castilla al pretendiente francés al trono (heredero por testamento) y la de Aragón al pretendiente austríaco (heredero por parentesco, lejano, pero parentesco a Carlos II). Esta guerra en sí mismo merecerá una entrada de este blog, así que vamos a dejarla ahí por ahora.

En 1713 se reconoció a Felipe V como Rey de España por las potencias europeas, mediante el tratado de Utretch, en la que, para que lo reconocieran como tal, el rey español cedió ciertas posesiones: las europeas y dos históricas españolas: Gibraltar y Menorca. En el tratado, se dice literalmente en su artículo X que "El Rey Católico, por sí y por sus herederos y sucesores, cede por este Tratado a la Corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillo de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortalezas que le pertenecen, dando la dicha propiedad absolutamente para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre, sin excepción ni impedimento alguno." 

Pero como hace 300 años, ya se veía la naturaleza de los de esta tierra y lo que se esperaba, se establecía en el propio tratado que se cedía "sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra."  O sea, sin frontera, "para evitar cualquiera abusos y fraudes en la introducción de las mercaderías".

Pero claro, eso podría significar que los gibraltareños podrían tener problemas de suministros de comida, así que se estableció que era posible comprar provisiones en España, pero sólo para "comprar a dinero de contado", así que nada de créditos ni nada parecido, dinero contante y sonante. Y además, desde el propio tratado pena el contrabando "serán castigados severamente los culpados".

Es curioso lo avispado que eran los reyes de la época, parece que nos están hablando a 300 años después. Pero claro, el tratado de Utretch estaba escrito en otro tiempo y aparecen cosas, hoy en día imposibles de cumplir, como por ejemplo que "ni judíos ni moros habiten ni tengan domicilio en la dicha ciudad de Gibraltar, ni se dé entrada ni acogida a las naves de guerra moras en el puerto de aquella Ciudad", salvo "los moros y sus naves que sólo vienen a comerciar." Y por supuesto, permitiría la religión católica. No podía ser de otra manera.

Y por último, como el Madrid, la opción de recompra: "Si en algún tiempo a la Corona de la Gran Bretaña le pareciere conveniente dar, vender, enajenar de cualquier modo la propiedad de la dicha Ciudad de Gibraltar, se ha convenido y concordado por este Tratado que se dará a la Corona de España la primera acción antes que a otros para redimirla."

Bueno, pues parece claro, no podía haber frontera y además es legítimamente británico (ojo, que no inglés) y además, Gibraltar no puede ser independiente, dado que en su caso, debería volver a ser español, por el propio tratado.

Efectivamente no hubo frontera propiamente dicha hasta hace bastante poco. Hasta 1941, en la que la ciudad fue evacuada en la II Guerra mundial y se ocupó "temporalmente", autorizado por Franco, la zona neutral, que es el itsmo que unía la Línea y Gibraltar. Ahora mismo esa zona es el aeropuerto y su zona de embarque. Y apareció la frontera, contraviniendo el propio tratado.

Otra cosa que está muy en boga ahora mismo, es el tema de las aguas. En el tratado de Utretch no se menciona nada de las aguas, pero claro, eso hay que verlo en su contexto. En la época que se firmó el tratado de Utretch, Inglaterra y Holanda sostenían la existencia de un mar libre, sin jurisdicción y España y Portugal se reservaban el derecho total sobre todos los mares. En ese contexto, ¿para qué se va a poner nada en el tratado? Evidentemente no tenía sentido. Sin embargo, en esa misma época comenzaron a salir tesis que permitían mezclar las dos posturas. La tesis, de Cornelio Van Bynkershoek en el siglo XVIII fue una mezcla: la parte próxima a la costa sería aguas pertenecientes al país y a partir de ahí, aguas libres. No fue hasta 1718 (5 años después del Tratado de Utretch) cuando se reconocieron mediante los Hovering Acts no se reconocía un terreno de jurisdicción por parte de Inglaterra (hasta entonces partidaria del mar libre) y hasta 1782 no se fijaron una distancia concreta. Esa distancia fue de 3 millas náuticas y se conocía como la regla del cañón, que era lo que una bala de cañón podía recorrer. Esta regla fue rápidamente acogida y fue reconocida por todos los países. Sin embargo se hacía de facto y sin regulación alguna. como ejemplo decir que los EEUU no manifestaron su legitimidad sobre las aguas hasta ¡1945! cuando el presidente Harry S. Truman lo manifestó.

La distancia actual de soberanía de 12 millas náuticas de soberanía y 200 de aprovechamiento económico exclusivo es de la convención sobre los derechos del mar de 1982, así que un poco alejado al tratado de Utretch, por lo que la reclamación de Gibraltar sobre sus aguas puede entenderse como cierta.

Así que en 1713, Gibraltar pasó a manos británicas, y su población se repartió por la zona, creándose 4 poblaciones, hoy bien conocidas: Algeciras, La Línea, Los Barrios y "La ciudad de San Roque, donde reside la de Gibraltar", nombre íntegro de San Roque. Mira por donde que mi tierra existe gracias a Utretch, algo bueno tenía que tener.

De todas formas, lo que más me llama la atención es cómo se intentan hacer debates sobre un texto claramente obsoleto. Es evidente que no tiene sentido impedir la residencia de moros y judíos, como tampoco tiene sentido impedir el comercio y el tránsito entre Gibraltar y España y que sólo se pague en dinero en efectivo en los tiempos que corren. Es evidente que el tratado ha quedado atrás y que la única solución pasa por firmar un nuevo tratado entre España y Gran Bretaña (Gibraltar no tiene nada que decir) más adaptado a los tiempos, basándose en el espíritu del tratado, en la que España tiene derechos sobre Gibraltar en el caso de que Gran Bretaña quiera desprenderse de ellos. Ahora mismo, tal como sospechaban los reyes que firmaron el tratado, es un paraíso fiscal y foco de contrabando y ese es su gran problema y lo que la UE debe ayudar a eliminar.

Eso sí, mientras tanto, la única frontera terrestre que tiene España en la península debe portarse no sólo como tal, sino como frontera entre un espacio Schengen y un espacio exterior, basándose en toda la reglamentación comunitaria, igual que se fija en las fronteras de los puertos y los aeropuertos con otros terceros países.



martes, 30 de julio de 2013

Alejados de su propio país.

Siempre me ha llamado la atención la inmensidad de Rusia.Un país que casi le da la vuelta al mundo, no deja de llamar la atención, y más sabiendo que Alaska, en el norte de América era también rusa, hasta que se la vendieron a los americanos en 1867 por 7,2 millones de dólares. 

Todo empezó cuando entre 1580 y 1640, los soldados del Dudado de Moscú, con el general Yermak Timoféyevich, emprendieron la hazaña de la conquista de Siberia a los kanatos mongoles. Tardaron 80 años en conseguir atravesar toda la región. Pero en 1640 llegaron al Pacífico, pero a un Pacífico helado del Estrecho de Bering. Siberia es una región demasiado yerma y sin salida al mar. 

Es curioso que Rusia sea el país con más kilómetros de costa del mundo y sólo tiene un par de puertos de mar, en la zona de San Petesburgo (sólo en verano, en invierno todo queda congelado) y en el Mar Negro (Novorosiik, de donde no se puede salir si no es atravesando Turquía por el estrecho del Bósforo), pero en el resto de Rusia, nada. 

Así que tras la conquista de Siberia, los rusos necesitaban una salida al mar algo más cálida y decidieron ir algo más al sur, fundando dos colonias, Albazin y Nerchinsk, aún sin costa, pero ya invadiendo territorios chinos y mongoles. La superioridad europea en esa época era manifiesta y los rusos eran muy superiores a los chinos de la dinastía Qing. En 1689 se firmó el tratado de Nerchinsk, que, como nota curiosa, fue negociado por dos misioneros europeos, un portugués y un francés por el lado chino, cosa que permitió que china tuviera mejores condiciones en el tratado.

Pero el tema no quedó ahí. Rusia seguía necesitando mar y con el tiempo siguió instigando a China hasta conseguirlo. Así, llegó el tratado de Aigún gracias al que se consiguió un territorio más al sur y a una isla frente a Japón, Sajalín. Este tratado se firmó en 1858. En 1859 se creó por fin el puerto de mar y en 1862 se fundó la ciudad más oriental de Rusia, Vladivostok. Por eso poco después se vendió Alaska, Rusia no necesitaba más hielos, necesitaba un puerto cálido de mar y Alaska sirvió para financiarlo.

Así que esta ciudad se convirtió en el puerto de mar más importante de Rusia, eso sí, pero está un poco alejada de Moscú. A nada menos que a 9.302 Km. Para que os hagáis una idea, la distancia entre Madrid y Nueva York es de algo más de 5.000 Km  y la distancia entre Madrid y Santiago de Chile es de 10.000 Km. Y encima, tenían en medio, un territorio prácticamente deshabitado, pues entre Vladivostok y Moscú prácticamente no hay nadie. La ciudad más cercana a Vladivostok con más de 500.000 está en su misma provincia (Jabárovsk), pero a 700 Km. La siguiente, Irkustk, a más de 3000 Km. Vladivostok es una ciudad completamente alejada de su propio país.

Es cierto que hay un tren que une todas estas ciudades con Moscú, el famoso transiberiano, que tardó 13 años en hacerse y se tarda en recorrer nada menos que 7 días. Una locura, vamos.

Pero, a pesar de las distancias, es vital para Rusia, porque es su puerto de mar principal. Como base marítima estuvo cerrada a los visitantes durante más de 40 años por ser la base de la armada soviética, pero por fin, en Rusia todo se normalizó y ahora es una ciudad bastante acogedora.

Eso sí, la inmensidad que supone estas distancias producen paradojas como la liga de baloncesto, en la que el Spartak de Vladivostok es uno de los 10 equipos que juegan en primera división. Los viajes a Vladivostok a jugar son increíblemente largos (más de 24 horas, con escala intermedia). Es como si los equipos de sudamérica jugaran en la liga española. Alucinante. Eso sí, no juegan competición europea, menos mal.

Unas de las curiosidades de la geografía mundial es la enorme dimensión de Rusia, y, por supuesto, cómo ser capaz de estar en Europa y ser frontera con Japón, en el otro extremo del mundo.

viernes, 19 de julio de 2013

La mujer que cambió la historia sin hacer ruido.

Hay veces que un personaje se cambia la historia. Muchas de ellas, el personaje es consciente de lo que está haciendo, como cuando Colón llegó a América o cuando Armstrong pisó la Luna. Otras, sin embargo, cambia la historia sin ser muy consciente de lo que se está haciendo y sin hacer ruido alguno.

De toda la historia, hay pocos, muy pocos personajes que han sido capaces de cambiar todo el mundo conocido. Uno de ellos es la persona de la que hablaré hoy, que, por cierto, es mujer y curiosamente, casi desconocida.

Nuestro personaje no se sabe bien donde nació, si en Gran Bretaña o en Turquía, ni tampoco se sabe bien su origen, pero parece que era la hija de un hostelero de la época. Sí se sabe que nació hacia el año 250 de nuestra era. Sin embargo, por el nombre que tenía, Elena, es bastante probable que fuera Turquía donde naciera, porque en aquella época, era de influencia griega.

Por azares del destino no pudo evitar que un general romano, Constancio Cloro se fijara en ella, y la tomara como concubina, creciendo entre ellos el amor y convirtiéndola en esposa después, casándose en el año 272, con unos 22 años los dos esposos. Y nació su hijo, Constantino.

Pasó el tiempo, criando a su hijo, y Constancio Cloro fue acercándose al trono de Roma. Hasta que en 293 el emperador Maximiano sugirió a Constancio que se casara con su hija adoptiva para poder acceder al trono por familia. Para ello, Constancio tenía que repudiar a Elena y así lo hizo, no sin dolor. Pero el trono de Roma era el trono de Roma. Elena tuvo que partir, dejando a su hijo, Constantino, por su propio bien, junto a su padre, ya emperador de Roma.

No se sabe qué fue de ella en este tiempo, pero parece que su ex-marido no se olvidó de ella, pues no le faltó de nada y se dedicó a la caridad. Si se sabe que en este tiempo se convirtió al cristianismo, como tantos otros romanos en aquella época.

Pero el tiempo pasó, su ex-marido murió y su hijo Constantino subió al trono, no sin rivales, como todos los emperadores romanos. Nada más subir, buscó a su madre y la llevó consigo al Roma, declarándola Augusta.

Ahí tenemos a la hija del hostelero, ex-mujer de general romano y ahora madre de Emperador y Augusta de Roma, gracias a su hijo, y a los avatares de la vida.

En aquella época, los cristianos eran perseguidos y condenados en todo el imperio, por vivir una fe diferente a la del imperio de Roma. Constantino lo sabía y lo hacía. La persecución era salvaje. Pero Elena era cristiana... y era su madre por encima de todo.

Poco a poco fue influyendo en su hijo, poco a poco fue enseñándole lo que ella creía, hasta que, en 312, Constantino tuvo un sueño justo antes de la batalla del Puente Milvio que interpretó como una señal de Jesús, llegando a marcar con una cruz su insignia de batalla. El paso estaba dado, pues ganó la batalla y gracias a ella ya no tenía rivales al trono.

En 313, se dio el paso definitivo. Su madre lo había conseguido, y Constantino dictó el Edicto de Milán, por el que cesaban las persecuciones a los cristianos. Definitivamente, el imperio romano era cristiano. Aunque oficialmente no se bautizó hasta su lecho de muerte.

Su madre, Elena, siguió viviendo con nueva fe su hijo y quiso peregrinar a Tierra Santa, como tantos otros, y dice la leyenda que encontró las reliquias de la Vera Cruz, que tantos nombres ha dado posteriormente en tantos sitios. Ella dividió la cruz que encontró en tres trozos: uno para Jerusalem, otro para Constantinopla (llamada así por su hijo) y otro para Roma. Aún existe en Roma y en Jerusalem las Iglesias de la Vera Cruz, donde se guardan esas reliquias y pueden ser contempladas.

Murió en 330, con 80 años, en Constantinopla. Murió en brazos de su hijo, el cual, había convertido todo el imperio en cristiano por amor a su madre. Fue declarada Santa y su nombre dio nombre a multitud de sitios (¡hasta a la isla donde murió Napoleón!). 

Ella, sin saberlo, había dado pie a cambiar la historia, a crear el poder que influyó en Europa en los siguientes 1000 años y había puesto las bases, que, queramos o no, han regido la cultura occidental... y ya hoy en día, la mundial. Definitivamente, una hija de hostelero que había cambiado la historia como nadie... y sin hacer ningún ruido en ella.

martes, 9 de julio de 2013

1000 veces mentira

Últimamente es muy normal en los medios escuchar opiniones que repiten opiniones que parecen descabelladas, pero con el único fin de que con tanto repetirlo, se convierta en realidad. El otro día pensando en esto, me vino a la cabeza un ejemplo que es perfecto para describir este método.

Los que me conocen más de cerca saben que, aunque no lo parezca, soy cristiano convencido. Pero soy cristiano con el mismo espíritu crítico y con afán de conocimiento que tengo en otros temas y que intento mostrar en este blog. Esto me ha llevado en mi vida a no encajar en ciertos lugares, porque no entro en ningún cliché: ni acepto porque sí los preceptos ni oculto mis creencias. Mantener tus propias ideas no está muy de moda ahora.

Sin embargo, es una faceta de mi vida donde he detectados muchas cosas curiosas y que siempre he intentado poner en cuestión. Y hoy voy a centrarme en una que fue mi padre (de ideas muy parecidas a las mías en este sentido) quien me la desveló.

En concreto sobre algo que al menos todos hemos escuchado alguna vez: los 10 mandamientos. Aunque sea por la película de Charlton Heston, todos sabemos que fue Moisés quien bajó del monte Sinaí con las Tablas de la Ley, en la que se recoge todos los preceptos. Esto viene recogido en el éxodo, capítulo 20. Estos mandamientos se han mantenido en el tiempo inmutables, hasta nuestros días. Actualmente, en el catecismo de la Iglesia aparece la formulación que se aprendía en las escuelas, tal que así:

1.- Amarás a Dios sobre todas las cosas.
2.- No tomarás el nombre de Dios en vano.
3.- Santificarás las fiestas.
4.- Honrarás a tu padre y a tu madre.
5.- No matarás.
6.- No cometerás actos impuros.
7.- No hurtarás.
8.- No dirás falso testimonio ni mentiras.
9.- No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
10.- No codiciarás los bienes ajenos.

Bien, pues estos son los que se enseñan y nos lo creemos. Encajan perfectamente en la idea que tenemos preconcebida de Iglesia, así que nadie los pone en duda. Pero un día, hablando hace tiempo con mi padre, los puse en duda, porque leyendo el nuevo testamento, aparece un nuevo mandamiento: "Un nuevo mandamiento os doy, que os améis unos a otros como yo os he amado (Jn 13, 34)". Mi padre entonces me dio una lección de espíritu crítico y me comentó era cierto, pero que tampoco esos 10 eran los mandamientos de Moisés. Que los mirara, y claro, lo hicimos. La sorpresa fue mayúscula. Los 10 mandamientos de Moisés aparecen 2 veces en la Biblia: en Exodo, cap 20 y en Deuteronomio, cap 5 y las dos veces aparece lo siguiente:

1 - No tendrás otros dioses fuera de mí. 
2 - No te harás estatua ni imagen alguna de lo que hay arriba, en el cielo, abajo, en la tierra, y en las aguas debajo de la tierra. No te postres ante esos dioses, ni les sirvas, porque yo, Yavé, tu Dios, soy un Dios celoso. 
3 - No tomarás en vano el nombre de Yavé, tu Dios, porque Yavé no dejará sin castigo a aquel que toma su nombre en vano.
4 - Acuérdate del día del Sábado, para santificarlo.
5 - Respeta a tu padre y a tu madre, para que se prolongue tu vida sobre la tierra que Yavé, tu Dios, te da. 
6 - No matarás. 
7 - No cometerás adulterio. 
8 - No robarás.
9 - No atestiguarás en falso contra tu prójimo. 
10 - No codiciarás la casa de tu prójimo. No codiciarás su mujer, ni sus servidores, su buey o su burro. No codiciarás nada de lo que le pertenece.

Como se puede ver, en el catecismo ha desaparecido el segundo mandamiento (que prohíbe estatuas y cuadros y adorarlos) y ha aparecido un noveno (que prohíbe pensamientos impuros). No deja de ser curioso que la Iglesia haya cambiado precisamente uno que históricamente ha supuesto mucho dinero en todos monumentos, cuadros o estatuas por uno que ha supuesto mantener a la población con el miedo durante siglos.

He intentado seguir cuándo se produjo el cambio, y ya en 1616 el Padre Ripalda, en su Catecismo los recoge tal como los recoge hoy en día la Iglesia, por lo que parece que el cambio fue anterior al Concilio de Trento (1545) y recogido en este mismo concilio. 

Este tema ha calado tan profundo que incluso en los foros más estudiosos te ponen en duda este matiz, es una mentira que está absolutamente introducida en el pensamiento popular, por mucho que incluso en la web del vaticano, se recojan actualmente las tres versiones de los mandamientos. De acuerdo, un poco manipulada para que no parezca tan evidente el cambiazo, pero están las tres versiones.

En el fondo esto es algo secundario, porque el que cree, no lo hace por tal o cual, pero es un ejemplo magnífico de una estrategia actualmente muy de moda, una muestra de que algo falso, repetido 1000 veces se convierte en verdad.

martes, 25 de junio de 2013

Los nombre los pone el pueblo

El otro día mi hermana me pasó un comentario de una amiga para ponerla en el blog como entrada. Me gustó y aquí estoy. Pero sin embargo, voy a hacerlo un poquito más extenso, porque era un tema que me rondaba la cabeza desde hace tiempo.

El tema era el origen de la frase "dar duros a tres pesetas" y se refería a una anécdota protagonizada por don Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones, en disputa con Antonio Maura, político coetáneo. Maura intentó quitarle votos a Romanones por Guadalajara pagando tres pesetas y Romanones, en contra propuso "Darme las tres pesetas de Maura y yo os daré 5" y de ahí salió ese dicho. Sin embargo, esta anécdota no la he podido verificar, porque aunque Maura criticó mucho la compra de votos de Romanones en Guadalajara, realmente nunca fueron rivales, e incluso éste último perteneció al gobierno de Maura (que  fue elegido por Palma de Mallorca) en varias ocasiones. 

Sin embargo, esta anécdota me dio pie a un tema que siempre me ha llamado la atención. Aquí estamos muy acostumbrados a que los nombres oficiales van por un lado y los reales por otro. Pero realmente es algo que ha pasado en España desde siempre y con el dinero, más.

El duro es un claro ejemplo de esto. El duro se le conocía a las 5 pesetas y su origen fue una moneda de 20 reales que se acuño en el siglo XIX que por su tamaño se le conoció como "peso fuerte" o "peso duro". La peseta, que, aunque no era la única moneda del país en aquella época, ya existía, eran 4 reales y por tanto el "peso duro" eran 5 pesetas. 

Esa denominación se extendió mucho. Tanto, que era una moneda de negociación en la calle. Las cantidades grandes se contaban en duros. Se hablaba de 20.000 duros cuando se referían a 100.000 pesetas y todo el mundo (yo no recuerdo a nadie que no lo hiciera) que no hablara de la moneda de las 100 pesetas como "veinte duros".

Como nota curiosa, decir que únicamente se acuñó una vez una moneda de un duro. Fue en Gerona, en la época de la ocupación de Napoleón.

Cuando entró oficialmente la peseta en 1869 y se quedó como moneda única, los reales pasaron también a ser ficticios, y se llamaban así a los 25 céntimos (que fueron famosos porque tenían un agujerito en el centro). En esa época, se acuñaron monedas de cobre con leones grabados de 5 céntimos y 10 céntimos. El acuñado no salió demasiado bien, y el pueblo les comenzó a llamar "perra chica" a la de los 5 céntimos y "perra gorda" a la de los 10 céntimos. Ese nombre se extendió mucho, especialmente en la época de la posguerra.

En ese momento, el sistema monetario español era de 1 peseta = 100 céntimos. Pero ese era el oficial. En la calle era: 1 Duro (5 pesetas) - 1 peseta - 2 reales (50 céntimos) - 1 real (25 céntimos) - 1 perra gorda (10 céntimos) - 1 perra chica (5 céntimos).

Así que en realidad, en la calle había 5 denominaciones diferentes para todas la monedas que había.

No fueron los únicos nombres que les dio el pueblo a las monedas. Como por ejemplo el "talego", por los billetes verdes de 1000 pesetas o el "kilo" como se conocía al millón de pesetas. Por cierto, ese nombre de "kilo" viene de que en el siglo XIX ponían en las monedas su valor y el número de monedas que harían falta para 1 Kg de material. 

Pero llegó el Euro y esos nombres se perdieron, aunque seguro que la gente prepara otros nombres para el futuro, porque al final, los nombres los pone el pueblo.

jueves, 13 de junio de 2013

La volatilidad de las fronteras: Estados efímeros.

Desde siempre me ha gustado mirar el proceso por el que hispano américa se fue independizando de España y Portugal, porque ese proceso, plagado de héroes, villanos y defectos, nos enseñan cómo no hacer las cosas en el futuro. Ya sabemos que los hombres que olvidan su historia están obligados a repetirla.

Pero la entrada que quiero escribir hoy no lo voy a centrar en cómo se produjo, que más o menos todos los sabemos, sino en algo curioso que se produjo en todo ese proceso y que se ha repetido en otras partes del mundo, que son los estados efímeros. Estados que por algún motivo no fueron capaces de perdurar en el tiempo y desde que se fundaron hasta que desaparecieron pasaron unos pocos años, a veces, incluso meses.

Cuando Simón Bolívar consiguió independizar de España todo el virreinato del norte de Sudamérica (lo que hoy es Colombia, Venezuela, Guayana, Ecuador y Panamá) se creó un estado llamado la Gran Colombia. Eso se produjo en 1821, y realmente nunca funcionó del todo bien. Los españoles habían organizado bastante centralizadamente toda Sudamérica, concentrando el poder en contados sitios, lo que olvidaba grandes partes de territorio y generaba tensiones. La independencia era el momento de cambiar, pero no fue el caso. Se creó un país exactamente igual que la organización anterior y no fue muy bien aceptado por los ciudadanos. A penas duró 10 años, dado que seguían las tensiones entre los centralistas y los federalistas. Algo que siempre ha sucedido. Es un país que fue reconocido internacionalmente y que tuvo su constitución y varios gobiernos, pero no consiguió perdurar, disolviéndose como un azucarillo. En 1829, Venezuela (y Guayana) se independiza, en 1830, Ecuador y quedó sólo ya la República de Nueva Granada que fue cambiando de nombre sucesivamente hasta que en 1903 quedó separada Panamá de la que ya se llamaba Colombia, tal como lo conocemos hoy. 

La Gran Colombia era el gran sueño de Bolívar, pero a penas duró 10 años. Como nota curiosa decir que tanto Colombia, como Venezuela y Ecuador han mantenido prácticamente la misma bandera, la de la Gran Colombia.

No es el único ejemplo en Sudamérica. Hay uno casi más curioso. En la frontera entre Bolivia y Brasil existe un territorio llamado Acre, en plena selva amazónica. Este estado ni siquiera fue bien definido hasta finales del siglo XIX y dependía de Bolivia administrativamente, aunque en 1887 tuvo una alta inmigración brasileña que hizo, apenas unos años después que se declarara la República Independiente de Acre. Este estado se declaró en 1899 y duró hasta 1903 en varias formas jurídicas. Fueron sólo 4 años que dieron para mucho, dado que tenían Bandera, organización ministerial, correos, etc. Incluso en medio de ese periodo el estado fue invadido por tropas de Bolivia. Finalmente, en 1903, el estado se anexionó a Brasil, del que forma parte desde ese momento. Fue un estado realmente efímero de sólo 4 años.

En Europa también hay algunos ejemplos, aunque los más extraños fueron las vueltas que le dieron al mapa los soviéticos dentro de sus fronteras y aledaños. Fue un proceso que se produjo casi simultáneamente con la Primera Guerra Mundial y justo después de la revolución bolchevique, entre 1917 y 1920. Nada menos que hasta 24 repúblicas se crearon y se extinguieron en esos tres años. Ninguna perduró.

Otro ejemplo que también me llama la atención fue el que siguió la unificación italiana. Italia era un conglomerado de micropaises a primeros del siglo XIX cuando se inició un proceso de reunificación que no culminó definitivamente hasta después de la Primera Guerra Mundial, en 1919. Casi cada 5 años se creaban y desaparecían repúblicas y estados, unificándose y separándose en continuas revueltas y guerras que se produjeron en ese territorio en todo el siglo. Desaparecieron los reinos de Venecia, de Nápoles, los Estados Pontificios, el reino de la Toscana, poco a poco todo fue integrándose en el Reino de Cerdeña, hasta que se proclamó el Reino de Italia en 1861. Este proceso ha mantenido algunas reliquias que conocemos gracias al fútbol: San Marino, Liechtenstein y Mónaco, minúsculos estados que consiguieron perdurar a pesar del proceso de unificación y que han quedado como reliquias del pasado en un mundo que es demasiado efímero, hasta para los propios países.

domingo, 2 de junio de 2013

Cayéndose continuamente sobre nuestras cabezas.

El tema de hoy lo comenté en una charla sobre telecomunicaciones que dí hace poco y me resultó sorprendente que no se conociera. Es cierto que nosotros lo estudiamos en la carrera y lo tenemos asumido, pero también es cierto que no es algo que se conoce y cuando se comenta, sorprende.

Como digo, nos contaron en la carrera que existe una órbita espacial, llamada geoestacionaria, en la que, sin necesidad de movimiento, un satélite queda "suspendido" en un punto del espacio que además, es el reflejo siempre del mismo punto en la Tierra. Es la magia que tiene la gravedad de la Tierra y la Luna. Esa órbita, situada a unos 36.000 Km fue descrita a primeros del siglo XX por un científico, llamado Potoknic, pero se popularizó cuando un escritor de ciencia ficción llamado Arthur Clarke (el autor de "2001: Una Odisea Espacial") la propuso en 1945 como base para satélites espaciales.

Esa órbita se ha usado mucho en satélites y allí se encuentran algunos de los más conocidos, como por ejemplo, el Meteosat. Pero, es una órbita limitada y no todos pueden estar allí. Obviamente, en las órbitas más alejadas a la Tierra, el satélite está continuamente como fugándose de la Tierra y en órbitas más cercanas, el satélite está cayendo hacia la Tierra. Para que queden fijos en el espacio es necesario que estén  "rectificando" su posición y así van corrigiendo la atracción de la gravedad (mucho más pequeña que si estuvieran en la Tierra, claro).

Y hoy en día, cuando hablamos de satélites, el sistema más conocido y que ya todo el mundo usamos, es todo un mundo de curiosidades en sí mismo. Es el sistema GPS.

Todos lo conocemos y quien más o quien menos lo tenemos en el móvil. GPS es un sistema de posicionamiento global que los americanos lanzaron al espacio a mediados de los 80, en principio 11 satélites, se completaron hasta 24 en 1993, con una vida útil de 15 años. Sí, realmente vivimos con un sistema que ha sobrepasado su vida útil. Los sistemas que lo deberían sustituir (principalmente el Galileo de la Unión Europea) se están retrasando cada vez más por las restricciones de presupuestos, así que se está estirando el GPS, reparando los satélites y, en algún caso, enviando satélites sustitutos para que el sistema, hoy en día muy utilizado y ya indispensable, siga funcionando.

Los 24 satélites GPS cubren todo el globo, de forma que, siempre puedan detectarse, al menos, 4 de ellos. Con esa detección y los tiempos que tarda la señal, cualquier dispositivo es capaz de determinar su posición en base a cálculos complejos con mucha precisión. Cuanto más precisión de medida de tiempos tenga el dispositivo, más precisa será la posición.

Estos satélites están en una órbita de unos 22.000 Km de altura. Sí, 22.000 Km, lo que significa que no están geoestacionarios, sino que están en órbitas "que caen" hacia la Tierra, para lo cual, los americanos idearon un sistema de corrección y sincronización para que estos errores se pudieran subsanarse y establecieron 5 estaciones de control por el mundo: Isla Asunción, en mitad del Atlántico, Isla de Diego García, en mitad del Índico, Isla de Kwajalein, en el Pacífico occidental, Hawaii, en el Pacífico Oriental y California (aunque esta última es sólo de reserva). En estos sitios hay estaciones monitorizan todo el tiempo a los satélites, les mandan señales y así corrigen su posición y sus relojes. Digamos que están siempre haciendo dos cosas: sincronizando sus relojes y "levantando" los satélites, para evitar que caigan. Así, siempre están en el sitio correcto y así el sistema funciona. Y la verdad es que tenían razón, el sistema funciona perfectamente.

Como última nota curiosa, decir que sincronizan sus relojes porque la velocidad de los satélites es tan grande girando alrededor de la Tierra que ya se nota el efecto de la teoría de la relatividad y a nivel de microsegundo, los relojes varían y, como he dicho antes, eso es crítico para que el aparato de tu móvil, no se equivoque. 

Bueno, a veces es bueno asumir que, en el cielo, existe un sistema de satélites continuamente cayendo sobre nuestras cabezas y que, gracias a ellos y a los controles permanentes que se hacen, uno puede salir a correr alrededor de su calle y tu teléfono es capaz de decirte hasta a qué velocidad vas. Una utilidad de andar por casa basada en un sistema realmente curioso.