lunes, 3 de febrero de 2014

Si lo se, me callo

Después de casi un mes de cansancio nocturno, retomo mi blog. Hoy he dudado sobre qué escribir, pero al final me he animado para escribir sobre curiosidades de genios que todos conocemos.

Muchas veces me he preguntado si los maestros se dan cuenta de lo que tienen entre mano, si los profesores son capaces de  sacar todo el jugo a sus alumnos o mejor aún, si consiguen que los alumnos puedan sacar todo su capacidad en un futuro. Tuve la suerte de pertenecer a un curso de bachillerato de primer nivel, donde ahora mismo hay médicos reconocidos, ingenieros de primer nivel, responsables empresariales y administrativos e incluso, un puntero internacional en su campo. Pero también ha habido sorpresas, gente que cuando estudiaba no llamaba la atención y después, por lo que sea, destapa el tarro de las esencias y consigue llegar mucho más lejos de lo que se pensaba. El típico comentario de "nunca hubiera dicho que..."

Pero esto no nos pasa sólo en la vida cotidiana. Hay ejemplos de genios que han sufrido en sus carnes esto, algunos muy significativos y algunos de estos casos, los contaré hoy.

Empezaré con la mente que representa al siglo XX. Albert Einstein es, sin lugar a dudas, un genio. Sin embargo, aunque sus estudios de joven fueron brillantes, con 16 años intentó ingresar en la Universidad de Zurich, pero fue rechazado por suspender en lengua extranjera y biología y tuvo que dedicar un año a prepararse hasta que lo consiguió. Era brillante, pero poco más. Sin embargo, en la Universidad conoció a Mileva Maric, una estudiante serbia que consiguió dar con la fibra sensible de Albert y sacarle todo su jugo. Einstein era un magnífico físico, pero Mileva era una extraordinaria matemática. Terminaron simultáneamente sus estudios y Einstein propuso una tesis doctoral que el doctor Weber rechazo. Una no, ¡tres proyectos de tesis rechazó el doctor Weber!. Einstein terminó desarrollando su tesis sobre las dimensiones moleculares en un trabajo extraordinario de sólo 17 folios en 1904. Y en 1905, publicó su famosa Teoría de la Relatividad. Nunca se reconoció ayuda por parte de Mileva, pero ella estuvo a su lado y años más tarde, en 1921, cuando recibió el Nobel, le entregó el cheque íntegro a Mileva, de la que ya estaba divorciado y casi no mantenía relación. ¿Acaso un reconocimiento a su ayuda? No se sabrá. Lo que sí se sabe es que el Doctor Weber probablemente no pensaba que enfrente suya se encontraría la mente que cambió el razonamiento físico de la humanidad y el símbolo futuro de los genios.

Otra leyenda científica que también tuvo momentos complicados fue Charles Darwin. Hoy en día nadie pone en duda su teoría de la Evolución, y se ha convertido en un símbolo de los estudiantes de la naturaleza. Sin embargo, el joven Charles, fue, junto con su hermano Erasmus a la universidad en 1825 para estudiar medicina. Le parecía algo tedioso e insoportable, así que tres años después, su padre decidió que ya estaba bien de estudiar y lo mandó a estudiar letras para que se volviera pastor protestante. Pero, lo que son las cosas, en esa escuela se topó con un profesor llamado John Stevens Henslow que le introdujo en una nueva corriente religiosa de la época que se estaba poniendo de moda y que era el germen de los primeros naturalistas, una corriente llamada la teología natural. Y ahí encontró la piedra que le faltaba por encajar. Después de un año complicado, se aplicó en este campo y consiguió, por fin aprobar. Poco después su profesor Henslow le ofreció un puesto de naturalista sin retribución que aceptó. La historia de después ya la sabemos.

Hay miles de ejemplos más, Picasso, Unamuno, Balzac, el propio Churchill o incluso Bill Gates (bueno, este nunca ha sido un genio, fue más bien un hábil hombre de negocios), pero para terminar, voy a contar quizás la historia que más me gusta, porque la escuché de pequeño y que aún hoy me llama la atención de cómo la administración puede pensar que la gente no tiene corazón. Es la historia de Giuseppe Verdi. Verdi nació en un pequeño pueblo del ducado de Parma, donde ya recibió algunas clases de música. Más tarde fue a vivir a Busseto donde su maestro Ferdinando Provesi le daba clases. Consiguió ser el organista de la Iglesia del pueblo, pero era un pueblo pequeño y si quería progresar tenía que ir a Milán y allí fue, para seguir su carrera gracias a Antonio Barezzi y aun préstamo del banco de su pueblo. Intentó entrar en el conservatorio, pero no fue admitido y tuvo que buscarse un profesor particular durante varios años. Este profesor, master concierto en La Scala sí consiguió sacar de Verdi lo que se esperaba de él y lo formó muy de cerca hasta que en 1839, siete años después de su rechazo, consiguió estrenar su primera ópera, "Oberto". Después de ella, "Nabuco", "MacBeth", "Riggoletto", "Aída" y tantas otras que todos recordaremos. Ya casi anciano, la ciudad de Milán decidió darle un homenaje, nombrando su conservatorio con su nombre. Conservatorio Guiseppe Verdi se llamaría, pero Verdi, en un gesto medio arrogancia medio dignidad se negó. El nunca había podido formarse en ese conservatorio. Sin embargo, ya fallecido, sus familiares si aceptaron el ofrecimiento y actualmente se llama así, Conservatorio Giuseppe Verdi, aunque no deja de ser curioso.

En realidad debe ser complicado adivinar lo que te viene con unos gestos o en ciertas circunstancias, pero hay genios universales que parecían no dar con la clave, hasta que encuentran a alguien que consiguen que saquen lo mejor de uno. Eso sí, seguro que, pasado el tiempo, sus maestros pensaron "si lo se, me callo".

domingo, 12 de enero de 2014

Rumiando para salvar vidas

Después de un descanso navideño en el blog, comienzo con una historia para el alma de mi vida (la hemos comentado antes de escribirla), de las que más me gustan, una historia filantrópica, que sirvió para salvar miles de vidas gracias a la observación natural y al sentido común y que perduró para siempre en su nombre. Y además es una historia poco conocida.

La historia comienza  a mediados del siglo XVIII. Era un mundo en el que la modernidad y la civilización querían abrirse paso en un mundo aún dominado por el absolutismo. En ese mundo de navegantes y mundos por descubrir existía una enfermedad que mató a millones de personas, llamada la viruela. Esa enfermedad vírica infecciosa llenaba al enfermo de pústulas y solía causarle la muerte. Fue la auténtica pesadilla para los indígenas americanos, que no estaban preparados en su organismo para sobrevivir a esta infección y, que si se contagiaban, morían irremediablemente. De esto murió el líder azteca Cuitláhuac y el líder inca Huayna Capac. Pero no solamente en América la viruela fue una plaga. Europa también sobrevivía a duras penas a esta enfermedad y quien la padecía tenía muchas posibilidades de muerte. Entre ellos también un líder, el rey Luis I de España (ver entrada "El Rey Efímero"). Se estima que sólo en el siglo XX las muertes por viruela en el mundo ascendieron a 300 millones, así que imaginaros en el siglos anteriores.

Como veis, todo el mundo estaba sujeto a esta enfermedad y los médicos soñaban con sanarla, cosa que nunca se consiguió. Todos los médicos la observaban y pensaban cómo buscar una solución, expertos, rurales, reconocidos, noveles, todos. Pero fue un inglés llamado Edward Jenner quien vio algo que le llamó la atención y lo aprovechó.

Jenner es uno de esos hombres olvidados por la historia cuya contribución a la misma ha significado salvar miles de millones de vidas (en este caso, literalmente). Médico rural británico, veía cómo en su entorno, morían y morían personas por esta enfermedad sin poder hacer nada para solucionarlo. Consuelo y cariño para el moribundo, poco más. Pero en un momento dado llegaron a sus oídos las noticias de que las ordeñadoras de vacas que habían contraído la versión de la vaca de la viruela (es una enfermedad que se pasaba al hombre, pero que era bastante más tenue, y por supuesto, no mortal), no desarrollaban la infección de la viruela humana. Cuando lo escucho, investigó algo sobre el tema y encontró una granjera británica llamada Lady Montagu que a primeros de siglo había llegado de Turquía, donde los campesinos pinchaban con agujas infectadas en pústulas de viruela de vaca a sus hijos para que no desarrollaran la viruela y él lo relacionó y lo concretó. ¿Tendría algo de cierto? ¿Y si fuera capaz el cuerpo de, venciendo un virus similar, poder vencer al otro? Sólo había una forma de saberlo, probando.

Y para asegurarse que la prueba no estaba contaminada se la jugó con un niño de 8 años, hijo de un vecino suyo al que inyectó pus de las pústulas de una de las granjeras infectadas de la viruela de vaca. El niño superó la enfermedad en unos días, como era habitual y posteriormente Edward Jenner inyectó al niño pus de viruela humana. El niño ni se enteró de esta segunda inyección: ya era inmune y el médico rural había dado con la prueba: se había encontrado el remedio para una enfermedad mortal. Esto sucedió en 1796.

Edward Jenner rápidamente lo expuso al mundo y fue reconocido mundialmente en 1805, cuando ni más ni menos que Napoleón ordenó inmunizar a toda su tropa con el método de Jenner contra la viruela. Quería asegurarse que esta enfermedad no mermaba sus tropas en la inminente conquista de Europa.

Programas masivos de inmunización se fueron desarrollando entre el siglo XIX y el siglo XX. Incluso todos los que ya tenemos una edad, recordamos en nuestros mayores una cicatriz redonda en los brazos, producto de esta inyección. Gracias a estos programas, la viruela tiene un honor especial. Hoy en día es, junto con la peste bovina, las dos únicas enfermedades erradicadas de la Tierra. El último caso conocido fue en 1977 (en 1978 hubo otro caso por mala manipulación del virus en laboratorio), así que esta enfermedad es, hoy en día, oficialmente, historia.

Jenner otorgó un nombre a su descubrimiento que perdura hasta hoy: vaccine, del latín vacca y que en español significaba "relativo a la vaca, vacuno", en homenaje al animal que dio origen a su descubrimiento. Y así quedó para siempre en nuestro español la palabra "vacuna" como método para inmunizar al ser humano de una enfermedad. Una palabra en un contexto extraño, pero con un origen lógico y que ha salvado millones de vidas.

martes, 10 de diciembre de 2013

El germen de un símbolo universal.

Si hay algo que realmente me gusta en la historia es ver cómo detalles que pueden pasar desapercibidos, a veces, se concentran para, de forma misteriosa, ser capaz de llegar a cambiar el mundo tal como lo conocemos. La historia de hoy, es otro ejemplo de que cualquier gesto, en cualquier situación es un germen que puede llegar a ser muy grande.

Estamos en la Guerra de Unificación Italiana, que duró muchos, muchísimos años en el siglo XIX. Hubo multitud de batallas, hasta que finalmente, se consiguió la unificación. En el año 1859 aún estaba todo muy lejos, y las batallas se sucedían en el norte de Italia, entre los ejércitos austrohúngaros y francoitalianos. En esa fecha se celebró una batalla más de esa Guerra, llamada batalla de Solferino, pero que se convirtió, por motivos ajenos al conflicto, en algo decisivo en la Historia con mayúsculas.

En esa batalla se enfrentaron en total unos 220.000 soldados, unos 100.000 austrohúngaros y unos 120.000 francoitalianos. La batalla, como todas, fue sangrienta y hubo muchas bajas. En 9 horas de batalla, 5.500 muertos y unos 22.000 heridos. Cuando los austríacos se rindieron, marcharon a posiciones más norteñas e Italia estaba más cerca de lo que es hoy, aunque aún tardó bastantes años en conseguirlo.

En aquella época pasaba por allí (nunca mejor dicho) un comerciante suizo que se dedicaba a negocios con Argelia. Iba camino de su suiza natal desde Argelia para seguir con sus negocios y justo en ese día pasaba por Solferino. Sin más. Pero cuando llegó, se encontro con el campo de batalla caliente. La batalla había finalizado pero allí quedaban 22.000 heridos abandonados a su suerte. No podía soportar lo que veía y no pudo más que socorrer a los heridos. Solicitó ayuda a las aldeas cercanas y no importaba el bando del soldado, había que ayudar a los necesitados. 

Aquello le marcó su vida y Henry Durant, que así se llamaba el comerciante, no pudo olvidar la situación. Tres años después publicó un libro, que se llamaba "Recuerdo de Solferino". Aquello le había marcado para siempre. 

Pero, la historia pone a la gente que debe en cada sitio, y que Durant pasara por allí en ese momento no puede ser casualidad. Durant tenía una situación económica bastante solvente. Buenos negocios le habían facilitado una buena fortuna y un buen nombre en su país. Así que trasladó su experiencia en diversos círculos, hasta que decidieron crear una organización para ayudar a los necesitados en tiempos de guerra sin importar el bando. Aquello no podía volver a pasar. En total fueron 4 hombres que, junto con él, crearon la sociedad. Como eran suizos (y por lo tanto, neutrales, siempre neutrales), decidieron utilizar la bandera de Suiza como símbolo, pero algo cambiada, invertida. Era 1863 y acababa de nacer la Cruz Roja.

El comité internacional de la Cruz Roja consiguió, gracias al apoyo del gobierno suizo que un año después se celebrara una conferencia diplomática en la que 12 países reconocieran la organización con unos fines humanitarios y siempre neutrales. 

La sociedad fue creciendo, afianzándose y reconociéndose en los diferentes ambientes. Poco a poco se convirtió en algo único y adoptando diferentes emblemas, como la media luna roja (utilizada por primera vez en la guerra ruso-otomana, para evitar susceptibilidades religiosas en los soldados turcos). Este afán por ser neutral y el carácter religioso inevitable de la cruz (aunque su origen, como hemos visto, no tiene nada que ver con la religión) ha hecho que se adoptaran diferentes símbolos, hasta que en 2005 se creó un símbolo completamente ajeno a la religión, el cristal rojo, que la representa oficialmente en determinados países, como Israel.

La Cruz Roja ha conseguido convertirse en una organización única en el mundo. No pertenece a ningún país, pero es reconocida en todo el mundo gracias a convenios internacionales, llamados Convenios de Ginebra y firmado por prácticamente todos los países. Su símbolo es universal y es la sociedad no gubernamental mayor del mundo, con 12 millones de voluntarios e ingresos de unos 3000 millones de dólares en donaciones anualmente. Su funcionamiento está fuera de toda duda y han conseguido sobrevivir mantenido sus principios humanitarios y neutrales durante todo este tiempo. De hecho, esta sociedad ha sido la más laureada en los premios Nobel de la Paz, que lo han recibido en tres ocasiones (1917, 1944, la dos guerras mundiales, y 1963) y también lo recibió su fundador, Henry Durant, en 1901.

Sin duda, la Historia quiso que Durant pasara por allí y él hizo su gran creación. Fue capaz de crear una sociedad que ha perdurado en el tiempo. Más bien no, ha sido capaz de cambiar el tiempo desde su creación, porque, desde luego, nadie hoy en día, desconoce lo que significa el símbolo humanitario por excelencia, nuestra Cruz Roja.

domingo, 1 de diciembre de 2013

De secundario a leyenda

Como supongo que a todos, el colegio de primaria (lo que era la EGB en aquella época) lo llevamos siempre en el corazón. En mi caso concreto, era un colegio muy humilde y de pocos recursos. Edificio antiguo y mal conservado (tan mal conservado que se cayó el techo de una clase unos años después) y en nuestra época estaba siempre lleno de desconchones. Pero tenía encanto, era una familia y de ese colegio ha salido mucha gente buena, gente que después ha estudiado bastante y que ha llegado lejos. Algo así como el personaje de hoy y que además le daba nombre a mi colegio, Juan Sebastián Elcano.

Nuestro viaje empieza en la vorágine que supuso el principio del siglo XVI en España. Colón había llegado a América, pero no había llegado a las islas de las especias (Lejano Oriente), como él creía. Había descubierto todo un mundo nuevo, pero no era lo que él pensaba. Así que rápidamente, a alguien se le ocurrió, sabiendo que existía ya un océano detrás de esa nueva tierra, seguir navegando y llegar a las islas de las especias. Fue a un portugués, pero patrocinado por España, Fernando de Magallanes. En 1518 propuso llegar al lejano oriente por un mar no reservado a los portugueses, seguir navegando y a ver. Carlos I vió el negocio y les dotó de privilegios hasta para conseguir su objetivo. Prepararon la expedición, no sin inconvenientes, por el recelo que existía en aquella época entre españoles y portugueses, que casi dan al traste con la expedición. Pero aún así, el tenaz Fernando de Magallanes, embarca en el puerto de Sevilla con su flotilla de 5 naves y su tripulación de 234 personas. El destino, desconocido aún.

Siguieron la ruta del sur, pues era por aquel momento bastante más explorado que el norte, bajaron hasta Canarias y Cabo Verde, para de ahí, pasar a Brasil y bajar hacia la actual Argentina, donde llegaron al Río de la Plata, ya descubierto, y de ahí a más al sur, hasta la Bahía de San Julián en marzo de 1520 (ya llevamos 9 meses de travesía). Magallanes, precavido, decidió esperar ahí el paso del invierno y así fue. En esa espera ya tuvo que sofocar una rebelión a bordo. Los hombres iban con ansia de beneficios, y allí parados no conseguían más que hambre y sed. En esta estancia ya se perdieron 3 de los 5 capitanes de navío: uno asesinado, uno ejecutado y el otro abandonado a su suerte en tierra. La tropa empezaba a menguar y una de las naves, la San Antonio, volvió a España. 

El 1 de noviembre de 1520, ya con sólo tres naves, llegan a un estrecho bastante difícil de cruzar que más tarde se conocería como Estrecho de Magallanes. Es un paso que hay un poco más al norte del Cabo de Hornos, al otro extremo de la Tierra de Fuego (que en realidad es una isla). Fue complicado pasar, pero lo hicieron y se adentraron en el entonces conocido como Mar del Sur. Una calma chica les afecto durante tres meses, lo que hizo que llamaran al océano como Pacífico, como se ha quedado hasta la actualidad. Más hambruna, más penuria, escorbuto, bajas. Hasta el 6 de marzo de 1521 donde llegaron a una isla donde pudieron aprovisionarse. Habían llegado a las Molucas. Habían llegado al extremo oriente. Habían cumplido su objetivo.

Llegaron a Filipinas, donde fueron los primeros europeos en verlas y donde intentaron colonizar y cristianizar la isla, pero donde finalmente no los atendieron muy bien. En una batalla con la tribu local, fallece Fernando de Magallanes. Su sucesor, Duarte Barbosa y fue muerto con un grupo de la expedición en un banquete trampa en otra isla filipina (Cebú). El resto de la expedición, cargan las naves Victoria y Trinidad, hundiendo la tercera que les quedaba y abandonando la isla con destino a otra. En esta otra fue nombrado jefe de la expedición Gonzalo Gómez de Espinosa, que comandaría la nave Trinidad y como capitán de la nave Victoria, a Juan Sebastian Elcano. Elcano se había alistado como contramaestre con la única aspiración de participar de los beneficios y de un "ya veremos". De buenas a primeras era el capitán de una de las naves que quedaban y con una tripulación bastante corta. El destino había querido que un don nadie tuviera su oportunidad y la aprovechó.

Allí tomaron una decisión políticamente incorrecta, pero que les salvó la vida. La Victoria volvería por los mares portugueses, por zonas conocidas aunque peligrosa. La Trinidad volvería a Panamá, aunque nunca llegaría porque la abordaron los portugueses.

Para Juan Sebastián Elcano, llegar cuanto antes a España para contar lo encontrado era el objetivo principal y así lo hizo. Consiguió llegar a España el 6 de septiembre de 1522. Habían pasado 3 años y 1 mes desde su partida. Habían llegado sólo un navío y 19 supervivientes (hubo 5 supervivientes más de la Trinidad, pero llegaron en 1524 después del abordaje portugués). Pero habían sido los primeros en darle la vuelta al mundo. En un mundo que era en aquel entonces mucho más grande que ahora. Juan Sebastián Elcano había escrito su nombre en la historia, el primero que circunnavegó el mundo. 

El Rey le concedió una renta anual de 500 ducados (una suma considerable para la época) y un escudo de armas especial, tendría para siembre una esfera con una leyenda: primus circundedisti me. Era efectivamente el primero que le dio la vuelta. Nunca se sabe cuándo la historia te requerirá, pero hay que estar atento para que , en ese momento, no defraudarla. Este es un ejemplo de un secundario que se convirtió en leyenda, para siempre.


domingo, 17 de noviembre de 2013

Genio e ingenio por la simpleza.

Hay veces que una explicación de algún documental de la tele se te queda en la mente y no la olvidas ya para siempre. A mí se me quedó una explicación que dio Carl Sagan sobre la demostración de la redondez de la Tierra y su medición, aunque en ese mismo documental, cometía el error de hacer ver que en la Edad Media se pensaba que la Tierra era plana. 

Quizás se pensaba, pero en la gran población que no tenía acceso a la cultura. La mayor parte de la cultura de esa época defiende una Tierra esférica, aunque sí que había errores en su medición y supersticiones que hacían que la duda existiera en todos los niveles. Y sobre todo, una creencia religiosa muy fuerte que condenó a la teoría heliocentrista hasta bien entrado el siglo XX.

Esta medición a la que me refiero la realizó Eratóstenes. Este sabio griego se basó en un concepto que hoy en día todos sabemos los trópicos y en una agudeza mental digna de elogio por su simpleza. 

En la Tierra, todos conocemos cinco líneas principales en sentido horizontal: el ecuador, los dos trópicos y los dos círculos polares y todos tienen su explicación: el ecuador es exactamente la línea que separa la media naranja de la Tierra, su mitad. Como puede intuirse, el ecuador es el sitio donde el sol está justo encima cuando las estaciones están en la mitad del año, o sea, en los equinoccios (día en que la noche y el día duran lo mismo). Entonces, ¿donde estará el Sol en los solsticios? Pues un poco más hacia el hemisferio norte en el solsticio de junio y un poco más al sur en el de diciembre. Esa línea, donde el Sol está justo encima durante el solsticio se llama trópico. Pero cómo identificar el de verano y el de invierno fue algo que se resolvió de forma muy curiosa. Realmente siempre es el trópico de verano, porque es verano cuando el Sol está sobre él, sea hemisferio norte o sur. Entonces se decidió por nombrarlo con el zodiaco. La astrología estaba muy presente en las vidas en los siglos XV y XVI (cuando se nombraron) y así nacieron el Trópico de Cáncer para el del hemisferio norte y el Trópico de Capricornio para el del hemisferio sur. Los que nacimos en julio no olvidaremos que somos cáncer y lo que nacieron en enero, capricornio. Pues bien, de ahí vienen los nombres de los trópicos.

Las otras dos líneas son los círculos polares. Estas líneas son el límite donde es 24 horas de noche en invierno y 24 horas de sol en verano, sea polo norte o polo sur. Los nombres aquí se dieron por los nombres de los polos: círculo polar ártico y circulo polar antártico.

Pues habíamos dejado a Eratóstenes midiendo la Tierra. Eratóstenes no conocía los movimientos terrestres, ni sabía lo que era un trópico, pero sabía, por referencias de la época que en Asuán, donde estaban los templos de Luxor, un poste, el día 21 de junio, no daba nada de sombra. Claro, Asuán está sobre el trópico de Cáncer y ese día, el Sol está en su vertical, así que no hay sombra alguna.

Sabiendo eso, midió la sombra que daba un poste en Alejandría, y el resultado es de un ingenio alucinante. Eratóstenes hizo un triángulo con esos datos y le resultó que la Tierra como aproximación era una esfera de 252.000 estadios de longitud. Eratóstenes cometió numerosos errores de aproximación: Alejandría y Asuán no están en la misma longitud, la Tierra no es exactamente una esfera, sus instrumentos de medida eran bastante rudimentarios y Asuán está muy cerca del trópico de Cáncer, pero no exactamente sobre él, cosa que en aquella época no podía saber.

Pero a pesar de los numerosos errores de aproximación, consiguió un dato bastante aproximado. Tan aproximado que hay dudas de saber qué tipo de estadio utilizó: si utilizó la medida del estadio griego, Eratóstenes cometió un 15% de error, pero si fuera el estadio egipcio, su error es de menos de un 1%. La duda de saberlo es que no se entiende cómo pudo cometer tan poco error, así que se cree que usó el griego. Pero la posibilidad está ahí. 

En cualquier caso, su error, de una forma u otra es francamente pequeño y fue una forma de demostrar cómo agudizar la mente para, sabiendo lo que te rodea, saber demostrar conocimientos que tardaron en confirmarse más de 2000 años. Desde luego que a veces lo más ingenioso es lo simple, pero eso sólo está al alcance, como su nombre indica, de los genios. Eratóstenes, evidentemente, lo era.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Infalible pero menos

Ayer tuve una agradable jornada con un amigo con el que suelo compartir debate en tema de religión. Sé que es un tema delicado, y no me gusta entrar a valorar las creencias personales, pero la verdad es que es un tema con muchas curiosidades, especialmente porque no existen verdades generalmente aceptadas que no son realmente así. Hoy le dedico la entrada a una de ellas.

Es bastante habitual escuchar que la Iglesia Católica se debe al Papa, especialmente en temas conflictivos de la religión, como el de uso de anticonceptivos, de control de natalidad o de la opinión sobre los homosexuales. Ahí casi siempre se apostilla que el Papa es infalible. 

Son, sin embargo, temas complicados, demasiado como para que yo me atreva a dar una opinión. Pero sí que tengo una opinión sobre la opinión de la infalibilidad.

Es cierto que en la Iglesia Católica existe un dogma, promulgado en 1870, en el Concilio Vaticano I que se refiere a la infalibilidad papal. Este dogma, se aposenta en citas bíblicas (bastante vagas, por cierto) y en una tesis medieval de la lucha contra la herejía. Pero en realidad, en el Concilio Vaticano I lo que se debatió es el poder real del Papa en un momento en el que los Estados Pontificios estaban sufriendo el ataque de la reunificación italiana. Este proceso provocó un rechazo bastante fuerte en el seno de la Iglesia a su aprobación, pero aún así el dogma fue promulgado y desde entonces, aceptado. Pero en esa promulgación dice que la infalibilidad sólo es válida cuando habla "ex-cathedra". Y además especifica las condiciones para hablar "ex-cathedra":

1. Debe hablar como "pastor y doctor de todos los cristianos, en virtud de su Suprema Autoridad Apostólica", 

2. Debe definir una doctrina de Fe o Costumbres 

3. Debe especificar que debe ser sostenida por toda la Iglesia

Y también define que cuando habla a título privado en cualquier materia e incluso como Suprema Autoridad Apostólica en materia en la que no se incluye la Fe o Costumbres el papa sí puede errar como cualquier otro.

Así que los condicionantes de la infalibilidad son claros y la verdad, complicados. Tan complicados que en estos casi 150 años sólo se ha aplicado una vez. Fue en la promulgación por parte del papa Pío XII del dogma de la Asunción de la Virgen a los Cielos en noviembre de 1950. Ni antes ni después se ha producido otra declaración ex cathedra, lo que quiere decir es que las opiniones papales, aunque evidentemente son realizadas por alguien con autoridad en la materia, pueden (y deben) ser criticables y analizadas en conciencia, porque la conciencia es personal de cada uno.

Es bastante habitual asimilar la teoría de la Iglesia en materias complicadas a las promulgadas por algún papa en algún otro documento de rango inferior. En la actualidad se utilizan bastante las encíclicas, aunque en la edad media eran más utilizadas las bulas papales (el término bula realmente hace referencia al sello utilizado, no al documento en sí). En una Encíclica, Pablo VI (humanae vitae) describe su opinión sobre el uso de anticonceptivos. En otra Encíclica (casti connibii) el papa Pío XI considera absolutamente amoral el aborto aún cuando esto suponga la muerte de la madre (y dejar más huérfanos, por cierto). También en Encíclicas se atacó a la Guerra de Irak (por Juan Pablo II) o la Invasión de Hungría por la URSS (por Pío XII). Son opiniones personales autorizadas, pero como también lo era la del papa Inocencio VIII cuando en su documento "Summis desiderantes affectibus" promulgaba la existencia de brujas en Alemania y permitía la caza de las mismas hasta la muerte en la hoguera. No creo que Inocencio VIII fuera infalible en este documento, no se por qué.

Yo, que me considero católico, me fascina ver el mundo de la Iglesia desde un prisma objetivo. Documentos de dos mil años de historia hacen que sea historia viva de nuestra era. Pero tiene un riesgo, la Iglesia ha tendido, para perpetuarse a sí misma, a no dejar pensar y, sólo hay algo peor que equivocarse, que es que otro piense por uno, especialmente si ese otro no es del todo infalible. 

sábado, 2 de noviembre de 2013

Rodando por el espacio

El espacio exterior es un nido magnífico de cosas curiosas, como he puesto en otras entradas, pero hay un tema que me parece especialmente fascinante, que es un planeta único en el sistema solar, Urano.

Urano es considerado el tercero de los gigantes gaseosos que "cierran" los planetas del sistema solar junto con el gigante Júpiter (que le faltó poco para ser una estrella), Saturno y sus anillos y el más alejado Neptuno.

De todos estos, Urano comparte características: muy gaseoso, con anillos y multitud de satélites, pero también tiene diferencias: un núcleo de roca y hielo y sobre todo, la forma en la que gira. Urano tiene una inclinación sobre el plano de la rotación sobre el Sol de 97º, lo que hace que su forma de viajar en el espacio sea como la de una pelota que rueda sobre la órbita y no como como lo hacen los demás planetas que lo hacen como una peonza, girando sobre sí mismos mientras también giran alrededor del Sol

Esta forma tan peculiar de rotar hace que el clima de Urano sea único. No tiene estaciones y no tiene propiamente un día como conocemos aquí, pues tiene un polo siempre mirando al sol. De hecho, su configuración hace que en los polos haya nada menos que 42 años de oscuridad y 42 años de luz. En torno al ecuador hace noche o día en función de la rotación (por los 7º de más sobre los 90º que sería una raya perfecta de noche y día).

Las consecuencias es que Urano tiene la atmósfera más fría del Sistema Solar con poco por encima del cero absoluto (cifra que merece una entrada en sí misma), pero sin embargo, en la superficie, la temperatura máxima no se encuentra donde incide el Sol, sino en el ecuador, cosa que no tiene mucho sentido, porque en el ecuador el Sol siempre incide de lado. No hay teoría al respecto, pero indica que claramente su actividad interior calienta más que la incidencia del Sol, por lo que es un planeta aún activo.

Ah y claro, como el planeta viaja rodando por el suelo, y los anillos están en su ecuador, éstos se ven desde la tierra como si fuera una diana, un poco grande el centro, pero de esa misma configuración.

No se sabe por qué tiene esta forma de rotar. Hay teorías de choques con objetos o atracciones gravitatorias, pero aún no existe explicación clara al respecto, pero lo que sí es evidente es que los caprichos de la gravedad hace que se mantenga así y se encuentre en un equilibrio diferente.

Por último comentar que Urano fue el primer planeta descubierto gracias a un telescopio, aunque puede verse a simple vista (su brillo está en los umbrales de la visibilidad humana). No fue descubierto hasta 1781, porque es tan tenue y viaja tan lentamente que nadie lo identificó con un planeta, sino una estrella más.

Para terminar sólo una cosa. Urano genera un problema de nomenclatura general. Todos tenemos claro cuál es el polo norte y el polo sur en la Tierra, pero... ¿y en Urano? La UAI dice que el polo norte es el que esté por encima del plano de rotación sobre el Sol. Esto en Urano es un poco especial, porque no siempre es el mismo polo, así que a veces se le aplica una norma no oficial, que es la regla de la mano derecha en la rotación, que por cierto, generalmente, en Urano, da el polo opuesto al de la otra regla.

En definitiva, es una rara avis, un planeta diferente que da la sensación ir rodando por el espacio.