viernes, 19 de julio de 2013

La mujer que cambió la historia sin hacer ruido.

Hay veces que un personaje se cambia la historia. Muchas de ellas, el personaje es consciente de lo que está haciendo, como cuando Colón llegó a América o cuando Armstrong pisó la Luna. Otras, sin embargo, cambia la historia sin ser muy consciente de lo que se está haciendo y sin hacer ruido alguno.

De toda la historia, hay pocos, muy pocos personajes que han sido capaces de cambiar todo el mundo conocido. Uno de ellos es la persona de la que hablaré hoy, que, por cierto, es mujer y curiosamente, casi desconocida.

Nuestro personaje no se sabe bien donde nació, si en Gran Bretaña o en Turquía, ni tampoco se sabe bien su origen, pero parece que era la hija de un hostelero de la época. Sí se sabe que nació hacia el año 250 de nuestra era. Sin embargo, por el nombre que tenía, Elena, es bastante probable que fuera Turquía donde naciera, porque en aquella época, era de influencia griega.

Por azares del destino no pudo evitar que un general romano, Constancio Cloro se fijara en ella, y la tomara como concubina, creciendo entre ellos el amor y convirtiéndola en esposa después, casándose en el año 272, con unos 22 años los dos esposos. Y nació su hijo, Constantino.

Pasó el tiempo, criando a su hijo, y Constancio Cloro fue acercándose al trono de Roma. Hasta que en 293 el emperador Maximiano sugirió a Constancio que se casara con su hija adoptiva para poder acceder al trono por familia. Para ello, Constancio tenía que repudiar a Elena y así lo hizo, no sin dolor. Pero el trono de Roma era el trono de Roma. Elena tuvo que partir, dejando a su hijo, Constantino, por su propio bien, junto a su padre, ya emperador de Roma.

No se sabe qué fue de ella en este tiempo, pero parece que su ex-marido no se olvidó de ella, pues no le faltó de nada y se dedicó a la caridad. Si se sabe que en este tiempo se convirtió al cristianismo, como tantos otros romanos en aquella época.

Pero el tiempo pasó, su ex-marido murió y su hijo Constantino subió al trono, no sin rivales, como todos los emperadores romanos. Nada más subir, buscó a su madre y la llevó consigo al Roma, declarándola Augusta.

Ahí tenemos a la hija del hostelero, ex-mujer de general romano y ahora madre de Emperador y Augusta de Roma, gracias a su hijo, y a los avatares de la vida.

En aquella época, los cristianos eran perseguidos y condenados en todo el imperio, por vivir una fe diferente a la del imperio de Roma. Constantino lo sabía y lo hacía. La persecución era salvaje. Pero Elena era cristiana... y era su madre por encima de todo.

Poco a poco fue influyendo en su hijo, poco a poco fue enseñándole lo que ella creía, hasta que, en 312, Constantino tuvo un sueño justo antes de la batalla del Puente Milvio que interpretó como una señal de Jesús, llegando a marcar con una cruz su insignia de batalla. El paso estaba dado, pues ganó la batalla y gracias a ella ya no tenía rivales al trono.

En 313, se dio el paso definitivo. Su madre lo había conseguido, y Constantino dictó el Edicto de Milán, por el que cesaban las persecuciones a los cristianos. Definitivamente, el imperio romano era cristiano. Aunque oficialmente no se bautizó hasta su lecho de muerte.

Su madre, Elena, siguió viviendo con nueva fe su hijo y quiso peregrinar a Tierra Santa, como tantos otros, y dice la leyenda que encontró las reliquias de la Vera Cruz, que tantos nombres ha dado posteriormente en tantos sitios. Ella dividió la cruz que encontró en tres trozos: uno para Jerusalem, otro para Constantinopla (llamada así por su hijo) y otro para Roma. Aún existe en Roma y en Jerusalem las Iglesias de la Vera Cruz, donde se guardan esas reliquias y pueden ser contempladas.

Murió en 330, con 80 años, en Constantinopla. Murió en brazos de su hijo, el cual, había convertido todo el imperio en cristiano por amor a su madre. Fue declarada Santa y su nombre dio nombre a multitud de sitios (¡hasta a la isla donde murió Napoleón!). 

Ella, sin saberlo, había dado pie a cambiar la historia, a crear el poder que influyó en Europa en los siguientes 1000 años y había puesto las bases, que, queramos o no, han regido la cultura occidental... y ya hoy en día, la mundial. Definitivamente, una hija de hostelero que había cambiado la historia como nadie... y sin hacer ningún ruido en ella.

martes, 9 de julio de 2013

1000 veces mentira

Últimamente es muy normal en los medios escuchar opiniones que repiten opiniones que parecen descabelladas, pero con el único fin de que con tanto repetirlo, se convierta en realidad. El otro día pensando en esto, me vino a la cabeza un ejemplo que es perfecto para describir este método.

Los que me conocen más de cerca saben que, aunque no lo parezca, soy cristiano convencido. Pero soy cristiano con el mismo espíritu crítico y con afán de conocimiento que tengo en otros temas y que intento mostrar en este blog. Esto me ha llevado en mi vida a no encajar en ciertos lugares, porque no entro en ningún cliché: ni acepto porque sí los preceptos ni oculto mis creencias. Mantener tus propias ideas no está muy de moda ahora.

Sin embargo, es una faceta de mi vida donde he detectados muchas cosas curiosas y que siempre he intentado poner en cuestión. Y hoy voy a centrarme en una que fue mi padre (de ideas muy parecidas a las mías en este sentido) quien me la desveló.

En concreto sobre algo que al menos todos hemos escuchado alguna vez: los 10 mandamientos. Aunque sea por la película de Charlton Heston, todos sabemos que fue Moisés quien bajó del monte Sinaí con las Tablas de la Ley, en la que se recoge todos los preceptos. Esto viene recogido en el éxodo, capítulo 20. Estos mandamientos se han mantenido en el tiempo inmutables, hasta nuestros días. Actualmente, en el catecismo de la Iglesia aparece la formulación que se aprendía en las escuelas, tal que así:

1.- Amarás a Dios sobre todas las cosas.
2.- No tomarás el nombre de Dios en vano.
3.- Santificarás las fiestas.
4.- Honrarás a tu padre y a tu madre.
5.- No matarás.
6.- No cometerás actos impuros.
7.- No hurtarás.
8.- No dirás falso testimonio ni mentiras.
9.- No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
10.- No codiciarás los bienes ajenos.

Bien, pues estos son los que se enseñan y nos lo creemos. Encajan perfectamente en la idea que tenemos preconcebida de Iglesia, así que nadie los pone en duda. Pero un día, hablando hace tiempo con mi padre, los puse en duda, porque leyendo el nuevo testamento, aparece un nuevo mandamiento: "Un nuevo mandamiento os doy, que os améis unos a otros como yo os he amado (Jn 13, 34)". Mi padre entonces me dio una lección de espíritu crítico y me comentó era cierto, pero que tampoco esos 10 eran los mandamientos de Moisés. Que los mirara, y claro, lo hicimos. La sorpresa fue mayúscula. Los 10 mandamientos de Moisés aparecen 2 veces en la Biblia: en Exodo, cap 20 y en Deuteronomio, cap 5 y las dos veces aparece lo siguiente:

1 - No tendrás otros dioses fuera de mí. 
2 - No te harás estatua ni imagen alguna de lo que hay arriba, en el cielo, abajo, en la tierra, y en las aguas debajo de la tierra. No te postres ante esos dioses, ni les sirvas, porque yo, Yavé, tu Dios, soy un Dios celoso. 
3 - No tomarás en vano el nombre de Yavé, tu Dios, porque Yavé no dejará sin castigo a aquel que toma su nombre en vano.
4 - Acuérdate del día del Sábado, para santificarlo.
5 - Respeta a tu padre y a tu madre, para que se prolongue tu vida sobre la tierra que Yavé, tu Dios, te da. 
6 - No matarás. 
7 - No cometerás adulterio. 
8 - No robarás.
9 - No atestiguarás en falso contra tu prójimo. 
10 - No codiciarás la casa de tu prójimo. No codiciarás su mujer, ni sus servidores, su buey o su burro. No codiciarás nada de lo que le pertenece.

Como se puede ver, en el catecismo ha desaparecido el segundo mandamiento (que prohíbe estatuas y cuadros y adorarlos) y ha aparecido un noveno (que prohíbe pensamientos impuros). No deja de ser curioso que la Iglesia haya cambiado precisamente uno que históricamente ha supuesto mucho dinero en todos monumentos, cuadros o estatuas por uno que ha supuesto mantener a la población con el miedo durante siglos.

He intentado seguir cuándo se produjo el cambio, y ya en 1616 el Padre Ripalda, en su Catecismo los recoge tal como los recoge hoy en día la Iglesia, por lo que parece que el cambio fue anterior al Concilio de Trento (1545) y recogido en este mismo concilio. 

Este tema ha calado tan profundo que incluso en los foros más estudiosos te ponen en duda este matiz, es una mentira que está absolutamente introducida en el pensamiento popular, por mucho que incluso en la web del vaticano, se recojan actualmente las tres versiones de los mandamientos. De acuerdo, un poco manipulada para que no parezca tan evidente el cambiazo, pero están las tres versiones.

En el fondo esto es algo secundario, porque el que cree, no lo hace por tal o cual, pero es un ejemplo magnífico de una estrategia actualmente muy de moda, una muestra de que algo falso, repetido 1000 veces se convierte en verdad.

martes, 25 de junio de 2013

Los nombre los pone el pueblo

El otro día mi hermana me pasó un comentario de una amiga para ponerla en el blog como entrada. Me gustó y aquí estoy. Pero sin embargo, voy a hacerlo un poquito más extenso, porque era un tema que me rondaba la cabeza desde hace tiempo.

El tema era el origen de la frase "dar duros a tres pesetas" y se refería a una anécdota protagonizada por don Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones, en disputa con Antonio Maura, político coetáneo. Maura intentó quitarle votos a Romanones por Guadalajara pagando tres pesetas y Romanones, en contra propuso "Darme las tres pesetas de Maura y yo os daré 5" y de ahí salió ese dicho. Sin embargo, esta anécdota no la he podido verificar, porque aunque Maura criticó mucho la compra de votos de Romanones en Guadalajara, realmente nunca fueron rivales, e incluso éste último perteneció al gobierno de Maura (que  fue elegido por Palma de Mallorca) en varias ocasiones. 

Sin embargo, esta anécdota me dio pie a un tema que siempre me ha llamado la atención. Aquí estamos muy acostumbrados a que los nombres oficiales van por un lado y los reales por otro. Pero realmente es algo que ha pasado en España desde siempre y con el dinero, más.

El duro es un claro ejemplo de esto. El duro se le conocía a las 5 pesetas y su origen fue una moneda de 20 reales que se acuño en el siglo XIX que por su tamaño se le conoció como "peso fuerte" o "peso duro". La peseta, que, aunque no era la única moneda del país en aquella época, ya existía, eran 4 reales y por tanto el "peso duro" eran 5 pesetas. 

Esa denominación se extendió mucho. Tanto, que era una moneda de negociación en la calle. Las cantidades grandes se contaban en duros. Se hablaba de 20.000 duros cuando se referían a 100.000 pesetas y todo el mundo (yo no recuerdo a nadie que no lo hiciera) que no hablara de la moneda de las 100 pesetas como "veinte duros".

Como nota curiosa, decir que únicamente se acuñó una vez una moneda de un duro. Fue en Gerona, en la época de la ocupación de Napoleón.

Cuando entró oficialmente la peseta en 1869 y se quedó como moneda única, los reales pasaron también a ser ficticios, y se llamaban así a los 25 céntimos (que fueron famosos porque tenían un agujerito en el centro). En esa época, se acuñaron monedas de cobre con leones grabados de 5 céntimos y 10 céntimos. El acuñado no salió demasiado bien, y el pueblo les comenzó a llamar "perra chica" a la de los 5 céntimos y "perra gorda" a la de los 10 céntimos. Ese nombre se extendió mucho, especialmente en la época de la posguerra.

En ese momento, el sistema monetario español era de 1 peseta = 100 céntimos. Pero ese era el oficial. En la calle era: 1 Duro (5 pesetas) - 1 peseta - 2 reales (50 céntimos) - 1 real (25 céntimos) - 1 perra gorda (10 céntimos) - 1 perra chica (5 céntimos).

Así que en realidad, en la calle había 5 denominaciones diferentes para todas la monedas que había.

No fueron los únicos nombres que les dio el pueblo a las monedas. Como por ejemplo el "talego", por los billetes verdes de 1000 pesetas o el "kilo" como se conocía al millón de pesetas. Por cierto, ese nombre de "kilo" viene de que en el siglo XIX ponían en las monedas su valor y el número de monedas que harían falta para 1 Kg de material. 

Pero llegó el Euro y esos nombres se perdieron, aunque seguro que la gente prepara otros nombres para el futuro, porque al final, los nombres los pone el pueblo.

jueves, 13 de junio de 2013

La volatilidad de las fronteras: Estados efímeros.

Desde siempre me ha gustado mirar el proceso por el que hispano américa se fue independizando de España y Portugal, porque ese proceso, plagado de héroes, villanos y defectos, nos enseñan cómo no hacer las cosas en el futuro. Ya sabemos que los hombres que olvidan su historia están obligados a repetirla.

Pero la entrada que quiero escribir hoy no lo voy a centrar en cómo se produjo, que más o menos todos los sabemos, sino en algo curioso que se produjo en todo ese proceso y que se ha repetido en otras partes del mundo, que son los estados efímeros. Estados que por algún motivo no fueron capaces de perdurar en el tiempo y desde que se fundaron hasta que desaparecieron pasaron unos pocos años, a veces, incluso meses.

Cuando Simón Bolívar consiguió independizar de España todo el virreinato del norte de Sudamérica (lo que hoy es Colombia, Venezuela, Guayana, Ecuador y Panamá) se creó un estado llamado la Gran Colombia. Eso se produjo en 1821, y realmente nunca funcionó del todo bien. Los españoles habían organizado bastante centralizadamente toda Sudamérica, concentrando el poder en contados sitios, lo que olvidaba grandes partes de territorio y generaba tensiones. La independencia era el momento de cambiar, pero no fue el caso. Se creó un país exactamente igual que la organización anterior y no fue muy bien aceptado por los ciudadanos. A penas duró 10 años, dado que seguían las tensiones entre los centralistas y los federalistas. Algo que siempre ha sucedido. Es un país que fue reconocido internacionalmente y que tuvo su constitución y varios gobiernos, pero no consiguió perdurar, disolviéndose como un azucarillo. En 1829, Venezuela (y Guayana) se independiza, en 1830, Ecuador y quedó sólo ya la República de Nueva Granada que fue cambiando de nombre sucesivamente hasta que en 1903 quedó separada Panamá de la que ya se llamaba Colombia, tal como lo conocemos hoy. 

La Gran Colombia era el gran sueño de Bolívar, pero a penas duró 10 años. Como nota curiosa decir que tanto Colombia, como Venezuela y Ecuador han mantenido prácticamente la misma bandera, la de la Gran Colombia.

No es el único ejemplo en Sudamérica. Hay uno casi más curioso. En la frontera entre Bolivia y Brasil existe un territorio llamado Acre, en plena selva amazónica. Este estado ni siquiera fue bien definido hasta finales del siglo XIX y dependía de Bolivia administrativamente, aunque en 1887 tuvo una alta inmigración brasileña que hizo, apenas unos años después que se declarara la República Independiente de Acre. Este estado se declaró en 1899 y duró hasta 1903 en varias formas jurídicas. Fueron sólo 4 años que dieron para mucho, dado que tenían Bandera, organización ministerial, correos, etc. Incluso en medio de ese periodo el estado fue invadido por tropas de Bolivia. Finalmente, en 1903, el estado se anexionó a Brasil, del que forma parte desde ese momento. Fue un estado realmente efímero de sólo 4 años.

En Europa también hay algunos ejemplos, aunque los más extraños fueron las vueltas que le dieron al mapa los soviéticos dentro de sus fronteras y aledaños. Fue un proceso que se produjo casi simultáneamente con la Primera Guerra Mundial y justo después de la revolución bolchevique, entre 1917 y 1920. Nada menos que hasta 24 repúblicas se crearon y se extinguieron en esos tres años. Ninguna perduró.

Otro ejemplo que también me llama la atención fue el que siguió la unificación italiana. Italia era un conglomerado de micropaises a primeros del siglo XIX cuando se inició un proceso de reunificación que no culminó definitivamente hasta después de la Primera Guerra Mundial, en 1919. Casi cada 5 años se creaban y desaparecían repúblicas y estados, unificándose y separándose en continuas revueltas y guerras que se produjeron en ese territorio en todo el siglo. Desaparecieron los reinos de Venecia, de Nápoles, los Estados Pontificios, el reino de la Toscana, poco a poco todo fue integrándose en el Reino de Cerdeña, hasta que se proclamó el Reino de Italia en 1861. Este proceso ha mantenido algunas reliquias que conocemos gracias al fútbol: San Marino, Liechtenstein y Mónaco, minúsculos estados que consiguieron perdurar a pesar del proceso de unificación y que han quedado como reliquias del pasado en un mundo que es demasiado efímero, hasta para los propios países.

domingo, 2 de junio de 2013

Cayéndose continuamente sobre nuestras cabezas.

El tema de hoy lo comenté en una charla sobre telecomunicaciones que dí hace poco y me resultó sorprendente que no se conociera. Es cierto que nosotros lo estudiamos en la carrera y lo tenemos asumido, pero también es cierto que no es algo que se conoce y cuando se comenta, sorprende.

Como digo, nos contaron en la carrera que existe una órbita espacial, llamada geoestacionaria, en la que, sin necesidad de movimiento, un satélite queda "suspendido" en un punto del espacio que además, es el reflejo siempre del mismo punto en la Tierra. Es la magia que tiene la gravedad de la Tierra y la Luna. Esa órbita, situada a unos 36.000 Km fue descrita a primeros del siglo XX por un científico, llamado Potoknic, pero se popularizó cuando un escritor de ciencia ficción llamado Arthur Clarke (el autor de "2001: Una Odisea Espacial") la propuso en 1945 como base para satélites espaciales.

Esa órbita se ha usado mucho en satélites y allí se encuentran algunos de los más conocidos, como por ejemplo, el Meteosat. Pero, es una órbita limitada y no todos pueden estar allí. Obviamente, en las órbitas más alejadas a la Tierra, el satélite está continuamente como fugándose de la Tierra y en órbitas más cercanas, el satélite está cayendo hacia la Tierra. Para que queden fijos en el espacio es necesario que estén  "rectificando" su posición y así van corrigiendo la atracción de la gravedad (mucho más pequeña que si estuvieran en la Tierra, claro).

Y hoy en día, cuando hablamos de satélites, el sistema más conocido y que ya todo el mundo usamos, es todo un mundo de curiosidades en sí mismo. Es el sistema GPS.

Todos lo conocemos y quien más o quien menos lo tenemos en el móvil. GPS es un sistema de posicionamiento global que los americanos lanzaron al espacio a mediados de los 80, en principio 11 satélites, se completaron hasta 24 en 1993, con una vida útil de 15 años. Sí, realmente vivimos con un sistema que ha sobrepasado su vida útil. Los sistemas que lo deberían sustituir (principalmente el Galileo de la Unión Europea) se están retrasando cada vez más por las restricciones de presupuestos, así que se está estirando el GPS, reparando los satélites y, en algún caso, enviando satélites sustitutos para que el sistema, hoy en día muy utilizado y ya indispensable, siga funcionando.

Los 24 satélites GPS cubren todo el globo, de forma que, siempre puedan detectarse, al menos, 4 de ellos. Con esa detección y los tiempos que tarda la señal, cualquier dispositivo es capaz de determinar su posición en base a cálculos complejos con mucha precisión. Cuanto más precisión de medida de tiempos tenga el dispositivo, más precisa será la posición.

Estos satélites están en una órbita de unos 22.000 Km de altura. Sí, 22.000 Km, lo que significa que no están geoestacionarios, sino que están en órbitas "que caen" hacia la Tierra, para lo cual, los americanos idearon un sistema de corrección y sincronización para que estos errores se pudieran subsanarse y establecieron 5 estaciones de control por el mundo: Isla Asunción, en mitad del Atlántico, Isla de Diego García, en mitad del Índico, Isla de Kwajalein, en el Pacífico occidental, Hawaii, en el Pacífico Oriental y California (aunque esta última es sólo de reserva). En estos sitios hay estaciones monitorizan todo el tiempo a los satélites, les mandan señales y así corrigen su posición y sus relojes. Digamos que están siempre haciendo dos cosas: sincronizando sus relojes y "levantando" los satélites, para evitar que caigan. Así, siempre están en el sitio correcto y así el sistema funciona. Y la verdad es que tenían razón, el sistema funciona perfectamente.

Como última nota curiosa, decir que sincronizan sus relojes porque la velocidad de los satélites es tan grande girando alrededor de la Tierra que ya se nota el efecto de la teoría de la relatividad y a nivel de microsegundo, los relojes varían y, como he dicho antes, eso es crítico para que el aparato de tu móvil, no se equivoque. 

Bueno, a veces es bueno asumir que, en el cielo, existe un sistema de satélites continuamente cayendo sobre nuestras cabezas y que, gracias a ellos y a los controles permanentes que se hacen, uno puede salir a correr alrededor de su calle y tu teléfono es capaz de decirte hasta a qué velocidad vas. Una utilidad de andar por casa basada en un sistema realmente curioso.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Un reino fantástico que acabó siendo realidad

La historia de hoy empieza como una leyenda de la edad media. En aquella época, la época de la baja edad media, el imperio romano había caído, a manos de los visigodos sobre el año 300 y Europa había saltado en mil trocitos, creándose diferentes lenguas y con un único lazo común: toda Europa era cristiana. 

Miles de pequeñas instituciones eclesiásticas dominaban el terreno, con una minúscula población a la que daban protección a cambio de impuestos (los famosos diezmos) y un poder local repartido entre la religión y la sociedad civil, manejada por los nobles de aquella época.

Era un caldo de cultivo magnífico para leyendas y temores, porque la incultura se hizo dominadora de la sociedad y cualquier historia era aceptada. Leyendas de Santos Griales, de Justas, de Trofeos y de Reinos Fantásticos circulaban por todos los lugares. 

Especialmente cuando existía un enemigo común que venía del sur y que había acabado con todos los vestigios en África del imperio romano. Los árabes, en todas sus vertientes se expandían como un enemigo infiel al que combatir. Un enemigo irreconciliable.

Entre esas leyendas se encontraba la de un pequeño reino cristiano que permanecía a flote en mitad de todo un mundo árabe y pagano en oriente. Un lugar lleno de riquezas y grandes tesoros, y que era dirigido por un virtuoso llamado Juan, que era descendiente, nada menos que de los Reyes Magos. Un lugar perdido en ningún sitio. Era el Reino del Preste Juan.

Sin embargo, cuando comenzó a haber luz en la Edad Media, allá por el año 1200, algunos reyes comenzaron a salir del letargo y a buscar retos en otros lugares. Primero con los viajes de exploradores medievales y después con la llegada de sabios provenientes de Constantinopla, Europa vio que podía alcanzar nuevos horizontes y éstos se concretaron allá por 1492, cuando un tal Cristóbal Colón llegó a un nuevo continente creando un nueva nueva era.

Imperaba la curiosidad y España se volcó a América, pero nuestro vecino Portugal, buscó su destino por el otro camino hacia Oriente. Bartolomé Dias ya había circundado África  en 1488 y poco después, en 1490 Pedro de Covilham llegó al cuerno de África. Era el primer contacto de un europeo en esa zona después de casi 1000 años de dominio pagano y musulmán. 

Poneros en situación, un navegante portugués, en ruta con las cáscaras de nuez con las que hacían los milagros de la navegación de la época, llega a un reino situado a casi un año de navegación de su hogar, en plenas fauces de territorio enemigo musulmán. Desembarca y se encuentra... con ¡Iglesias y cruces!. Pedro de Covilham, dentro de un asombro total, había llegado al reino cristiano de Etiopía y por supuesto informó que había alcanzado al Reino del Preste Juan. Había conseguido circunnavegar África para llegar al reino aislado de la leyenda. La leyenda era cierta, aunque como siempre, a medias. Por supuesto no existían las maravillas que se contaban, pero sí que había cosas dignas de mencionar: las iglesias, milenarias, están cavadas en la roca y existían animales extraños, pero poco más.

Allí reinaba un personaje llamado Negus (rey de reyes) y rápidamente entablaron relaciones. Etiopía estaba rodeada por musulmanes y sufría contínuos ataques y varias veces en torno al 1500 solicitaron ayuda a Portugal, que respondió convenientemente y ayudaron a que el reino cristiano de Etiopía sobreviviera.

Y vaya si sobrevivió. Etiopía fue el único país de África que no fue colonizado por europeos en el siglo XX y su último emperador, el último Negus fue derrocado en 1975, llegando a ser entrevistado por Miguel de la Quadra. En aquel momento entró otro régimen de gobierno más acorde con estos tiempos, pero, aún en nuestros días, Etiopía es mayoritariamente cristiana, con iglesias excavadas en la tierra y con una historia detrás de leyenda que finalmente, como por arte del destino, se hizo realidad.

domingo, 12 de mayo de 2013

Los efectos de la historia. Puertos sin agua.

Una de las cosas que siempre me llamaron la atención es el hecho de la erosión y de los cambios que la orografía sufre a lo largo de los años. Es un proceso lento y que no se ve, y que te lleva a que a veces en montañas haya un cartel que te diga que eso era el fondo del océano y que allí vivían peces.

Eso me pasó hace muy poco en Antequera, en la edición de la reunión anual de los compañeros de clase y mi hijo, el pobre, no lo entendía.

Pero este proceso no siempre es tan lento y a veces se produce de forma alarmantemente rápida. Tanto que en la propia historia hay casos que se encuentran. Las excavaciones en cualquier ciudad del sur de España siempre dan ruinas de otros tiempos y se dice que Jericó tiene hasta 9 niveles de estratos de ciudad. Siempre me he preguntado que si este sedimento se pone en un sitio significativo, debería hacerse notar. Y así es. Y como muestra, un botón.

Un ejemplo que me gusta mucho, por lo significativo que es el caso de la ciudad de Tarso. Tarso es una ciudad actual de Turquía y que es famosa, principalmente por ser el lugar de origen de San Pablo, el que consiguió que el cristianismo se abriera al mundo romano.

Esa ciudad, en la época romana era una encrucijada de caminos que permitía el intercambio de las rutas comerciales de Siria y Armenia y era uno de los puertos principales del mundo romano. Era la capital de la provincia romana de Cilicia y un punto de negocio muy importante en aquella época.

Se han encontrado ruinas de su puerto y de sus rutas, y están bastante documentadas históricamente con diferentes textos. Hasta ahí bien, sólo que ahora mismo, Tarso se encuentra a... ¡¡15 Kilómetros de la costa!!

Sí, efectivamente, por Tarso pasaba un río, llamado Cidno que formaba una laguna con salida al mar que permitía la entrada de barcos hasta la misma ciudad. Este río fue depositando sedimentos en la laguna, hasta que ésta desapareció en los primeros años de la edad media. Ya en el siglo XIII, Tarso estaba en el interior, tal como ahora y su puerto se convirtió en un puerto fantasma.

Hoy en la ciudad de Tarso están las ruinas de su antiguo puerto y existe una plaza pública que recuerda ese lugar, con un barco en homenaje a lo que era en otra época.

Hay otros muchos lugares que le ha pasado algo parecido, pero a tan corto plazo han sido, casi todos, por la mano del hombre. La construcción de presas o de diques han hecho que la orografía cambiara, aunque es inevitable que a veces la naturaleza también sea capaz de hacerlo por si misma y dejar imágenes de ruinas de puertos romanos... 15 kilómetros tierra adentro.

Así que pensad, cada vez que caminéis por una ciudad con historia, que ésta se encuentra debajo, sedimentada en metros de restos e, incluso, con suerte, puede haber puertos donde menos te lo esperes...