domingo, 2 de junio de 2013

Cayéndose continuamente sobre nuestras cabezas.

El tema de hoy lo comenté en una charla sobre telecomunicaciones que dí hace poco y me resultó sorprendente que no se conociera. Es cierto que nosotros lo estudiamos en la carrera y lo tenemos asumido, pero también es cierto que no es algo que se conoce y cuando se comenta, sorprende.

Como digo, nos contaron en la carrera que existe una órbita espacial, llamada geoestacionaria, en la que, sin necesidad de movimiento, un satélite queda "suspendido" en un punto del espacio que además, es el reflejo siempre del mismo punto en la Tierra. Es la magia que tiene la gravedad de la Tierra y la Luna. Esa órbita, situada a unos 36.000 Km fue descrita a primeros del siglo XX por un científico, llamado Potoknic, pero se popularizó cuando un escritor de ciencia ficción llamado Arthur Clarke (el autor de "2001: Una Odisea Espacial") la propuso en 1945 como base para satélites espaciales.

Esa órbita se ha usado mucho en satélites y allí se encuentran algunos de los más conocidos, como por ejemplo, el Meteosat. Pero, es una órbita limitada y no todos pueden estar allí. Obviamente, en las órbitas más alejadas a la Tierra, el satélite está continuamente como fugándose de la Tierra y en órbitas más cercanas, el satélite está cayendo hacia la Tierra. Para que queden fijos en el espacio es necesario que estén  "rectificando" su posición y así van corrigiendo la atracción de la gravedad (mucho más pequeña que si estuvieran en la Tierra, claro).

Y hoy en día, cuando hablamos de satélites, el sistema más conocido y que ya todo el mundo usamos, es todo un mundo de curiosidades en sí mismo. Es el sistema GPS.

Todos lo conocemos y quien más o quien menos lo tenemos en el móvil. GPS es un sistema de posicionamiento global que los americanos lanzaron al espacio a mediados de los 80, en principio 11 satélites, se completaron hasta 24 en 1993, con una vida útil de 15 años. Sí, realmente vivimos con un sistema que ha sobrepasado su vida útil. Los sistemas que lo deberían sustituir (principalmente el Galileo de la Unión Europea) se están retrasando cada vez más por las restricciones de presupuestos, así que se está estirando el GPS, reparando los satélites y, en algún caso, enviando satélites sustitutos para que el sistema, hoy en día muy utilizado y ya indispensable, siga funcionando.

Los 24 satélites GPS cubren todo el globo, de forma que, siempre puedan detectarse, al menos, 4 de ellos. Con esa detección y los tiempos que tarda la señal, cualquier dispositivo es capaz de determinar su posición en base a cálculos complejos con mucha precisión. Cuanto más precisión de medida de tiempos tenga el dispositivo, más precisa será la posición.

Estos satélites están en una órbita de unos 22.000 Km de altura. Sí, 22.000 Km, lo que significa que no están geoestacionarios, sino que están en órbitas "que caen" hacia la Tierra, para lo cual, los americanos idearon un sistema de corrección y sincronización para que estos errores se pudieran subsanarse y establecieron 5 estaciones de control por el mundo: Isla Asunción, en mitad del Atlántico, Isla de Diego García, en mitad del Índico, Isla de Kwajalein, en el Pacífico occidental, Hawaii, en el Pacífico Oriental y California (aunque esta última es sólo de reserva). En estos sitios hay estaciones monitorizan todo el tiempo a los satélites, les mandan señales y así corrigen su posición y sus relojes. Digamos que están siempre haciendo dos cosas: sincronizando sus relojes y "levantando" los satélites, para evitar que caigan. Así, siempre están en el sitio correcto y así el sistema funciona. Y la verdad es que tenían razón, el sistema funciona perfectamente.

Como última nota curiosa, decir que sincronizan sus relojes porque la velocidad de los satélites es tan grande girando alrededor de la Tierra que ya se nota el efecto de la teoría de la relatividad y a nivel de microsegundo, los relojes varían y, como he dicho antes, eso es crítico para que el aparato de tu móvil, no se equivoque. 

Bueno, a veces es bueno asumir que, en el cielo, existe un sistema de satélites continuamente cayendo sobre nuestras cabezas y que, gracias a ellos y a los controles permanentes que se hacen, uno puede salir a correr alrededor de su calle y tu teléfono es capaz de decirte hasta a qué velocidad vas. Una utilidad de andar por casa basada en un sistema realmente curioso.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Un reino fantástico que acabó siendo realidad

La historia de hoy empieza como una leyenda de la edad media. En aquella época, la época de la baja edad media, el imperio romano había caído, a manos de los visigodos sobre el año 300 y Europa había saltado en mil trocitos, creándose diferentes lenguas y con un único lazo común: toda Europa era cristiana. 

Miles de pequeñas instituciones eclesiásticas dominaban el terreno, con una minúscula población a la que daban protección a cambio de impuestos (los famosos diezmos) y un poder local repartido entre la religión y la sociedad civil, manejada por los nobles de aquella época.

Era un caldo de cultivo magnífico para leyendas y temores, porque la incultura se hizo dominadora de la sociedad y cualquier historia era aceptada. Leyendas de Santos Griales, de Justas, de Trofeos y de Reinos Fantásticos circulaban por todos los lugares. 

Especialmente cuando existía un enemigo común que venía del sur y que había acabado con todos los vestigios en África del imperio romano. Los árabes, en todas sus vertientes se expandían como un enemigo infiel al que combatir. Un enemigo irreconciliable.

Entre esas leyendas se encontraba la de un pequeño reino cristiano que permanecía a flote en mitad de todo un mundo árabe y pagano en oriente. Un lugar lleno de riquezas y grandes tesoros, y que era dirigido por un virtuoso llamado Juan, que era descendiente, nada menos que de los Reyes Magos. Un lugar perdido en ningún sitio. Era el Reino del Preste Juan.

Sin embargo, cuando comenzó a haber luz en la Edad Media, allá por el año 1200, algunos reyes comenzaron a salir del letargo y a buscar retos en otros lugares. Primero con los viajes de exploradores medievales y después con la llegada de sabios provenientes de Constantinopla, Europa vio que podía alcanzar nuevos horizontes y éstos se concretaron allá por 1492, cuando un tal Cristóbal Colón llegó a un nuevo continente creando un nueva nueva era.

Imperaba la curiosidad y España se volcó a América, pero nuestro vecino Portugal, buscó su destino por el otro camino hacia Oriente. Bartolomé Dias ya había circundado África  en 1488 y poco después, en 1490 Pedro de Covilham llegó al cuerno de África. Era el primer contacto de un europeo en esa zona después de casi 1000 años de dominio pagano y musulmán. 

Poneros en situación, un navegante portugués, en ruta con las cáscaras de nuez con las que hacían los milagros de la navegación de la época, llega a un reino situado a casi un año de navegación de su hogar, en plenas fauces de territorio enemigo musulmán. Desembarca y se encuentra... con ¡Iglesias y cruces!. Pedro de Covilham, dentro de un asombro total, había llegado al reino cristiano de Etiopía y por supuesto informó que había alcanzado al Reino del Preste Juan. Había conseguido circunnavegar África para llegar al reino aislado de la leyenda. La leyenda era cierta, aunque como siempre, a medias. Por supuesto no existían las maravillas que se contaban, pero sí que había cosas dignas de mencionar: las iglesias, milenarias, están cavadas en la roca y existían animales extraños, pero poco más.

Allí reinaba un personaje llamado Negus (rey de reyes) y rápidamente entablaron relaciones. Etiopía estaba rodeada por musulmanes y sufría contínuos ataques y varias veces en torno al 1500 solicitaron ayuda a Portugal, que respondió convenientemente y ayudaron a que el reino cristiano de Etiopía sobreviviera.

Y vaya si sobrevivió. Etiopía fue el único país de África que no fue colonizado por europeos en el siglo XX y su último emperador, el último Negus fue derrocado en 1975, llegando a ser entrevistado por Miguel de la Quadra. En aquel momento entró otro régimen de gobierno más acorde con estos tiempos, pero, aún en nuestros días, Etiopía es mayoritariamente cristiana, con iglesias excavadas en la tierra y con una historia detrás de leyenda que finalmente, como por arte del destino, se hizo realidad.

domingo, 12 de mayo de 2013

Los efectos de la historia. Puertos sin agua.

Una de las cosas que siempre me llamaron la atención es el hecho de la erosión y de los cambios que la orografía sufre a lo largo de los años. Es un proceso lento y que no se ve, y que te lleva a que a veces en montañas haya un cartel que te diga que eso era el fondo del océano y que allí vivían peces.

Eso me pasó hace muy poco en Antequera, en la edición de la reunión anual de los compañeros de clase y mi hijo, el pobre, no lo entendía.

Pero este proceso no siempre es tan lento y a veces se produce de forma alarmantemente rápida. Tanto que en la propia historia hay casos que se encuentran. Las excavaciones en cualquier ciudad del sur de España siempre dan ruinas de otros tiempos y se dice que Jericó tiene hasta 9 niveles de estratos de ciudad. Siempre me he preguntado que si este sedimento se pone en un sitio significativo, debería hacerse notar. Y así es. Y como muestra, un botón.

Un ejemplo que me gusta mucho, por lo significativo que es el caso de la ciudad de Tarso. Tarso es una ciudad actual de Turquía y que es famosa, principalmente por ser el lugar de origen de San Pablo, el que consiguió que el cristianismo se abriera al mundo romano.

Esa ciudad, en la época romana era una encrucijada de caminos que permitía el intercambio de las rutas comerciales de Siria y Armenia y era uno de los puertos principales del mundo romano. Era la capital de la provincia romana de Cilicia y un punto de negocio muy importante en aquella época.

Se han encontrado ruinas de su puerto y de sus rutas, y están bastante documentadas históricamente con diferentes textos. Hasta ahí bien, sólo que ahora mismo, Tarso se encuentra a... ¡¡15 Kilómetros de la costa!!

Sí, efectivamente, por Tarso pasaba un río, llamado Cidno que formaba una laguna con salida al mar que permitía la entrada de barcos hasta la misma ciudad. Este río fue depositando sedimentos en la laguna, hasta que ésta desapareció en los primeros años de la edad media. Ya en el siglo XIII, Tarso estaba en el interior, tal como ahora y su puerto se convirtió en un puerto fantasma.

Hoy en la ciudad de Tarso están las ruinas de su antiguo puerto y existe una plaza pública que recuerda ese lugar, con un barco en homenaje a lo que era en otra época.

Hay otros muchos lugares que le ha pasado algo parecido, pero a tan corto plazo han sido, casi todos, por la mano del hombre. La construcción de presas o de diques han hecho que la orografía cambiara, aunque es inevitable que a veces la naturaleza también sea capaz de hacerlo por si misma y dejar imágenes de ruinas de puertos romanos... 15 kilómetros tierra adentro.

Así que pensad, cada vez que caminéis por una ciudad con historia, que ésta se encuentra debajo, sedimentada en metros de restos e, incluso, con suerte, puede haber puertos donde menos te lo esperes...

lunes, 29 de abril de 2013

Vivir con fósiles

El domingo fuimos al campo con unos amigos y entre carrera y carrera con Santi, me preguntó qué era un helecho. Es una planta, le dije, pero me acordé que es una planta a medio evolucionar y eso me hizo recordar una historia digna del blog.

Esa historia comienza en 1938, en Sudáfrica. Estamos en plena era colonial y en los albores de la segunda guerra mundial. Es ese año, un pescador en la desembocadura del río Chalumna estaba en sus labores y cazó un pez bastante extraño para lo que él solía pescar. De hecho, era la primera vez que veía un pez así.

Lo comentó a llegar a puerto y entre unos y otros consiguieron llegar a un investigador de una universidad sudafricana, J.L. Smith y al verlo, se extraño. No daba con la clasificación del pez, pero él lo había visto en algún sitio, y tardó unos días en conseguirlo. Cuando lo consiguió, no había duda, se había dado de bruces con un pez ya clasificado... pero extinguido hace en torno a 80 millones de años. Era un fósil viviente. Tan fósil viviente era que no dudó en mandarlo a una colega suya: la conservadora del museo de East London, y experta en fósiles que efectivamente se certificó que era un fósil viviente: un Celacanto.

Evidentemente, era un descubrimiento increíble. Único. Un pez extinguido hacía 80 millones de años había aparecido vivo. Era lo que se conoce como Taxón Lázaro: especies que se creían extinguidas pero que resucitan como Lázaro en la Biblia, después de millones de años sin aparecer. Pero desde entonces se ha seguido investigando este descubrimiento y se ha encontrado que su población no es tan pequeña. Se han capturado celacantos desde Sudáfrica hasta Indonesia, en un rango de 11.000 Km. Su peculiaridad es que en su evolución había aprendido a vivir a más profundidad y era más difícil dar con él y no fue hasta 1997 cuando se consiguió filmar en su hábitat natural. Es curioso pero ése era el gran problema que había para poderlo estudiar. El pez no soportaba la diferencia de presión y literalmente reventaba cuando se pescaba por error y se sacaba a la superficie, hasta que ése pez de 1938 consiguió soportar ese cambio para enseñarnos que la naturaleza siempre tiende a sobrevivir.

Pero, ¿es un caso aislado? No, por supuesto que no, aunque quizás el más significativo. En 1908 se pescó una especie de langosta marina en Filipinas que no se le dio más importancia hasta 1975 cuando se descubrió que no era una langosta sino una glifeoidea, una especie fósil que había sido dada por extinguida hace unos 55 millones de años.

Pero hay más, en 1952 se sacó de una fosa profunda de Costa Rica un Monoplacóforo, una especia de almeja de una sola concha, que se creía extinta hace nada menos que 400 millones de años.

Incluso hay reliquias vivientes que no se habían dado por extintas, pero que son especies que ya deberían haber desaparecido por la propia evolución: ejemplos como el Dipnoi, una especie de pez con pulmones, el Alquimi, que es una especie de ratón de campo de Cuba que tiene veneno en los colmillos, como las serpientes, el Triops, considerado el animal más antiguo aún vivo o el Monotremata, que es un mamífero... a medias, ya que pone huevos, segrega leche para las crías pero no tiene mamas, tiene tres huesos en el oído y tiene una temperatura casi constante, variando sólo entre 28 y 32 grados.

Animales que viven entre nosotros pero que conocieron otras épocas. La naturaleza se empeña en sobrevivir, y esto nos lleva a que compartamos nuestro mundo con auténticos fósiles vivientes... aunque no lo sepamos.

martes, 23 de abril de 2013

Una mecha de espaldas al pueblo.

Según un dicho popular que el hombre que olvida su historia está obligada a repetirla.

El otro día camino de Sevilla, con mi programa favorito en la radio escuché un capítulo sobre una de las fases de la historia que más me fascina: la etapa de la ilustración y pensé, esto se merece una entrada.

En España, la Ilustración llegó a través de Carlos III. Llegó a reinar un poco de rebote, después de que Luis I (ver entrada "El Rey Efímero") y Fernando VI, sus hermanos murieron sin descendencia. Entonces, él, con ya 43 años, y después de toda una vida en Italia, llegó el trono.

Llegó a un país que no paraba de mirarse al ombligo. Riquezas pasadas venidas de América se vivían en los recuerdos de la gente, unas colonias de ultramar cada vez más alejadas de España. Y llegó a una ciudad completamente insalubre en aquella época como Madrid y con unas finanzas completamente arruinadas.

Y llegó siguiendo implantando la tendencia que se imponía en aquella época en Europa. En esa época, una clase jerárquicamente inalcanzable (entonces, la aristocracia) gobernaba bajo el auspicio de un Rey absolutista que se dedicaba a legislar a su antojo para el beneficio del Estado, pero sin ver que efectos tenía eso en la población. Había nobles que apoyaban a unos candidatos a reyes o a otros, pero una vez designado el rey, todos eran de la misma clase social y por tanto, eran respetados.

Se pensaba que el Estado tenía servicios indiscutibles (entre ellos las guerras de ultramar) y para mantenerlos ello se tomaban todas las medidas y reformas necesarias.

En España, Carlos III cuando llegó, decidió nombrar como gobernante principal a Leopoldo de Gregorio. Probablemente a nadie le suene este hombre, pero si suena como se le conoce en España, el Marqués de Esquilache. 

Esquilache fue un reformista. No tiene un gran recuerdo en España, pero realmente, de forma objetiva no fue mal gestor: quitó privilegios a la Iglesia (les obligó a pagar un impuesto por los bienes en desuso, por ejemplo), saneó Madrid y, por ejemplo, estableció el sistema de Aduanas que hoy conocemos, pero se equivocó en la forma. Hay veces que la forma es tan importante como el fondo, y Esquilache es un gran ejemplo de ello.

Para todas las reformas necesitaba dinero y como siempre, al final lo pagaba el pueblo. Esto también era tendencia en Europa en aquella época. Y eso fue creando malestar.

Y fue un detalle lo que hizo que la población saltara: el pueblo se levantó en armas cuando se prohibió llevar capa larga y sombrero de ala ancha. En principio para evitar que la gente portara armar sin ser vistos y poder limitar la delincuencia. Pero eso, simplemente, fue la gota. Y la gente se levantó. Carlos III fue lo suficientemente listo como para parar el golpe, rectificar, cesarlo y poder gestionar de formas más cortés con el pueblo a partir de entonces y eso fue lo que hizo que la cosa no pasara a mayores. En otros países  esta forma de gobernar llegó terminó mucho peor.

Estados Unidos obtuvo su independencia en esa época tras una guerra, provocada por no dejar descargar un barco de té por culpa de un impuesto, Francia se levantó en la Revolución por el cese de un ministro, Rusia tuvo el levantamiento cosaco de Pugachov y Portugal falló en su intento en 1759.

Siempre es bueno no olvidar que en los momentos tensos, cualquier chispa hace prender la mecha y puede tener un consecuencia inesperada, e, incluso, desmesurada. En fin... esperemos que ésto sólo sea Historia.

lunes, 15 de abril de 2013

Más años que Matusalén (ella lo consiguió).

Dentro de poco hace dos años que murió la Abuelita Vieja. Con 101 años murió la pobre. Pensando en ella, me decidí a escribir esta entrada. Por que ella, realmente lo consiguió. 

Todos hemos escuchado mil veces la expresión "Eres más viejo que Matusalén", dando por hecho que Matusalén era muy viejo, pero realmente casi nadie de nosotros sabemos qué edad tenía Matusalén para que sea considerado tan viejo.

Matusalén es uno de los descendientes de Adán que viene reflejado en el libro del Génesis, en el capítulo 5. Este capítulo es una maraña de nombres y cifras, dando la descendencia entre Adán y Noé, al que también conocemos todos, pero no precisamente por la edad.

Y la familia debió tener unos genes magníficos, porque vayas edades. Adán vivió 930 años, Set, su hijo, 912, Enós, 905, Cainán 910, Mahalaleel, 895, y así hasta el más longevo de todos, Matusalén, hijo de Enoc,  padre de Lamec y abuelo de Noé y que vivió nada menos que 969 años.

Son cifras exageradas, pero tienen trampa. Aunque la tradición dice que antes del diluvio no se envejecía, la explicación más lógica es que los años contados en ese texto son años lunares, con los que los judíos realizaban la contabilidad durante los primeros años del antiguo testamento. Esos años son 13,5 veces menores que los años como ahora los conocemos, tantas como lunas llenas hay en un año.  

Así, Matusalén vivió la nada desdeñable cantidad de 969/13,5 = 72 años, que no está nada mal para la época.

¿Y como vivió Matusalén? Nada se sabe, aunque sí hay un cuadre curioso que nos lleva a que no murió de muerte natural, sino que pudo morir ahogado. Según el Génesis, Matusalén tuvo a Lamec con 182 años y Lamec tuvo a Noé cuando Matusalén tenía 369 años. Bien hasta ahí. Sólo que poco después narra que el diluvio se produjo justo cuando Noé tenía 600 años, lo cual coincide con la edad de la muerte de Matusalén, así que seguro que murió el año del diluvio. ¿Ahogado? nunca se sabrá, pero las cifras cuadran.

Así que cuando escuchéis que alguien tiene más años que Matusalén, pensad que igual hasta puede ser verdad, porque todas las edades oficiales tenían trampa... aunque si fueran ciertas, serían inalcanzables, incluso para mi abuela.

martes, 9 de abril de 2013

Demasiado humilde para ser Nobel.

En los últimos cuatro años me han preguntado cientos de veces por qué se llama Santiago mi hijo. Nadie de mi familia ni de la de mi mujer se llama así. Sin embargo, decidimos ese nombre, porque sea un nombre bonito. Nos gustó. No era común, pero no era raro. Y era español. De pura cepa.

Después, ese nombre ha ido cuadrando en diferentes sitios, y diferentes aspectos, que casualidad o no, han ido dando sentido a ese nombre.

Descubrimos que Santiago era el patrón del pueblo donde nació mi hijo, cosa que no supe hasta que me tocó inscribirlo en el registro. Y me topé con un Santiago que se convirtió en una de las personas de la historia que más admiro. El primer verdadero genio español. Don Santiago Ramón y Cajal. Si tuviera que elegir alguien que haga referencia ese nombre, sería, sin duda, a él.

Ramón y Cajal nació en un enclave navarro en Aragón a mediados del siglo XIX. En aquella época, Petilla de Aragón (que así se llamaba) tenía más o menos 500 habitantes. Nació en una familia humilde, de padre cirujano barbero de pueblo y obligado a viajar siguiendo los cambios de destino de su padre.

No fue demasiado buen estudiante, porque tenía demasiadas neuronas para la época, pero consiguió sacar adelante con esfuerzo sus estudios, hasta que en 1870 llegó a Zaragoza, donde se licenció en Medicina, en tres años, lo habitual de la época. Ya era, por tanto, un joven médico hijo de médico. Nada excepcional.

Pasó por la guerra en Cuba donde aprendió no sólo a combatir la enfermedad, sino a enfrentarse a la burocracia, pues la gestión administrativa era lamentable. Pero como buen aragonés, se buscó las vueltas hasta conseguir lo que deseaba. Consiguió aprender a luchar contra la burocracia, algo que sería muy importante tiempo después.

Y después volvió a Zaragoza, donde se recuperó y se doctoró en 1877, comprándose él mismo un pequeño microscopio, que le acompañaría después. Ya tenía decidido su futuro. Sería investigador y se dedicaría a la docencia. Intentó conseguir varias cátedras, hasta que consiguió en 1883 la Cátedra de Anatomía descriptiva de la Facultad de Medicina de Valencia. Allí pudo dedicarse lo que quería, hasta que, en 1888 pudo descubrir, gracias a su habilidad con las navajas que heredó de su padre y a cientos de cerebros de pollo, las neuronas. Algo que hoy es tan cotidiano fue descubierto por un español, por un Santiago y con un pequeño microscopio. Los medios propios de la investigación en España que aún hoy podemos ver. Pero el genio a veces sale. Y en este caso salió.

Y volvió a vencer la burocracia. En 1889 llevó su descubrimiento a un congreso a Berlín y allí fue aceptado mundialmente aceptado. En particular gracias a Heinrich Gottfried, un reputado médico alemán de la época que hizo dos gestos propios de un caballero. 

El primero fue que Santiago Ramón y Cajal consiguió que el Gottfried mirara por un microscopio que había preparado para contarle lo que había descubierto. Gottfried miró y escuchó atentamente y al acabar dijo: "Usted ha hecho un descubrimiento maravilloso, pero yo también he hecho otro: mi descubrimiento es usted". Desde entonces fueron colegas. Tras esto, el segundo gesto, aprendió español para poder debatir con Ramón y Cajal. Bien merecía el esfuerzo debatir con un genio.

Con el reconocimiento en Alemania, Santiago consiguió la cátedra de Madrid y se creó un Laboratorio de Investigaciones Biológicas en 1902, que dirigió hasta 1922, donde pasó al Instituto Cajal hasta su muerte en 1934.

En el año 1906, Santiago Ramón y Cajal recibió el Premio Nobel de Medicina, por sus investigaciones en el campo de la neurología. Recibió un telegrama a altas horas de la madrugada comunicándoselo y él, cuando lo leyó dijo: "esto es otra broma de los estudiantes" y siguió durmiendo. Al día siguiente era portada en todos los periódicos.

Pero ¿cómo podía ser Nobel un humilde médico rural? No era un médico rural. Era un genio. El primer genio científico español, al que no deberíamos olvidar nunca.